Estamos a mediados de febrero pero en Barcelona hace un tiempo de finales de mayo. Ideal para hablar con Irvine Welsh en la terraza, uno de aquellos espectaculares interiores modernistas del Eixample, de la sede de su editorial en Catalunya, Anagrama. El escritor escocés ya hace tiempo que dejó el cielo gris, frío y lluvioso de Edimburgo por el azul cálido de Florida. Quizás por eso presenta un aspecto mucho más saludable que años atrás: piel parda de bronceado natural y figura esbelta de aficionado a la cocina microbiótica. Lo que no ha cambiado es su estilo literario, lacerante y doloroso como un cuchillo de carcinero; fascinantemente desagradable como el peor lavabo de Escocia. Welsh está en la capital catalana para participar de la BCNegra presentando su última novela, El artista de la cuchilla, relato con el que vuelve al universo y los personajes de Trainspotting, el relato generacional con que se convirtió instantáneamente en uno todo un clásico contemporáneo.
¿Cuándo ha sido la última vez que te has sentado a escribir?
He estado escribiendo en el hotel, hace un rato. No sigo ningún tipo de rutina. Puedo escribir en cualquier lugar. Escribo en el autobús, en el metro, en un café, en el sofá de casa de mi madre mientras ella mira la tele, en el pub de mi pareja... Escribo en todas partes.
¿Cuándo sabes que una idea es buena?
Sobre todo cuando escribo mucho sobre esta idea sin darme cuenta de ello, es decir, cuando es mi subconsciente el que está trabajando. Si llego a las 20.000 palabras, sé que aquella idea puede llegar a ser un libro. Si llego a las 20 páginas, un guion de televisión.
¿Cuántas de estas páginas quedarán para siempre escondidas en un cajón o en el disco duro de un ordenador sin ser publicadas?
No desperdicio nada, intento usar todo lo que escribo, sea publicándolo directamente sea reciclándolo y metiéndolo dentro de otras novelas, cuentos o guiones. Reciclo más que tiro.
¿Eres el padre de figuras icónicas de la literatura contemporánea, qué relación mantienes con tus personajes?
Mis personajes son herramientas al servicio del relato. Cuantas más herramientas tengamos en la caja, mejor para la historia. A veces pasa que hay herramientas que las tienes que afilar o herramientas que quedan perdidas dentro de la caja, pero es bueno que estén allí por si nunca las necesitas. Pero no mantengo ningún tipo de relación ni vínculo emocional con ellos. No hablo con ellos. Hay, sin embargo, una fase en la creación que toman cierta presencia física e imagino cómo andan o cómo reaccionan ante ciertas situaciones. Eso sí que me pasa.
Mis personajes son herramientas al servicio del relato
No te has cansado nunca del grupo de enfermos de Trainspotting: Renton, Sick Boy, Franco, Spud... Personajes que a menudo, sea como protagonistas o como secundarios, aparecen reiterativamente en tus novelas.
Me gustaría odiarlos, me gustaría amarlos. Me gustaría acercármelos desde una perspectiva más romántica. Pero no, mi relación con ellos es mucho más fría. No mantengo ningún tipo de compromiso, por mucho que sean personajes que, sí, aparecen constantemente en mis novelas. O dicho de otra manera, son los personajes los que tienen que ponerse al servicio del autor y no el autor el que tiene que estar al servicio de los personajes. Tienen que servir al propósito de la narración. Un escritor no puede ser un comisario de la exposición de sus personajes.
Trainspotting es un clásico moderno que ha tenido un impacto brutal en varias generaciones.
Me sorprende y agradezco que la gente todavía siga interesada en Trainspotting. De hecho, ahora mismo estoy preparando un musical.
¿Un musical sobre Trainspotting?
Sí. Ahora mismo estoy escribiendo las canciones en colaboración con mi colega Steve McGuinness. Si estuviera harto del universo Trainspotting y sus personajes, evidentemente, no lo haría. Que después de tantos años todavía genere expectativa, es halagador.
La música siempre ha sido parte esencial de tu vida: en los setenta militaste en bandas de punk y más recientemente compusiste el himno de la selección escocesa de fútbol junto con Bobby Gillespie de Primal Scream.
La música me ha acompañado a lo largo de mi vida, cierto. Más allá de lo que comentas, también he hecho de DJ y productor de música techno. El que sí que es nuevo para mí, es componer canciones para un musical. Eso sí que no lo había hecho nunca. Componer música es un procés|proceso completamente diferente a escribir una novela o un guion, pero con el común denominador de todas ser medios de expresión.
La música, como amplificador de tendencias, te permite mantener el pulso de lo que pasa en la calle.
La música ha cambiado muy rápidamente en este nuevo milenio. No sólo eso, sino que ahora, y quizás este es verdaderamente el hecho diferencial, es mucho más accesible que antes. Cuando inicias una carrera como escritor, relatas aquello que te pasa a ti y a tus amigos y colegas...
¿Ya no?
A medida que vas creciendo como escritor y persona, empiezas a interesarte por cambiar de perspectiva y adoptar una voz mucho más femenina. De repente empiezas a interesarte por qué oyen y viven las mujeres y las hijas de tus amigos más que por tus amigos. La música también es una vía para acercarte a las nuevas generaciones, pero lo más importante siempre es tocar de pies a tierra y ser un buen observador.
A medida que vas creciendo como escritor y persona, empiezas a interesarte por cambiar de perspectiva y adoptar una voz mucho más femenina
¿Te preocupa convertirte en un escritor desfasado?
Es inevitable tener miedo a perder comba, a sonar arcaico y caduco. Con todo, la manera en que evoluciona el mundo, permite que gente como yo se mantenga al día de lo que pasa. Antes tenías que estar todo el día pisando la calle para saber qué era lo que pasaba. Ahora no. Ahora tan sólo necesitamos navegar por Instagram para estar al corriente de las nuevas tendencias. Sí que pienso que tendría que haber más escritores jóvenes descubriendo su visión del mundo. Desgraciadamente no es así.
¿Por qué?
La gente joven actualmente tiene un tiempo de concentración mucho más reducido. Escribir una novela requiere mucho tiempo y concentración.
¿Y tú, por contrario, has intentado adaptar tu voz literaria en estos nuevos hábitos de consumo?
No he hecho ninguna concesión pero sí una adaptación. He intentado adaptar mi trabajo literario a unas formas más mediáticas partiendo de mi experiencia en el mundo de la televisión escribiendo guiones. Lo que antes eran novelas, ahora son series.
¿Y Twitter, tú que eres muy activo en la red, también lo consideras un medio de expresión?
Twitter es de idiotas. La peña se toma demasiado seriamente lo que escribimos allí. Está muy bien para informarse, pero con respecto a valores y debate no tiene nada de positivo. Yo, sin embargo, tengo que admitir que me lo paso genial diciendo el primero que me pasa por la cabeza. Tiro bombas y me marcho antes de que estalle la polémica. No me preocupo ni por leer las respuestas que tienen mis tuits. Es como el niño que juega a fútbol, rompe una ventana de una pilotada y se marcha deprisa.
Ahora ya hace unos años que te marchaste a vivir a Florida, no se me acude un lugar más antagónico de Escocia que este.
Ya no sé ni dónde vivo, si vivo en Florida, Edimburgo o Londres. En los últimos dos años he ido saltando constantemente de un lugara otro. Escuchaba la pregunta y reflexionaba sobre dónde es mi casa.
¿Y la respuesta es?
No lo sé. Supongo que es una mezcla de los tres lugares. Con la excepción que ni en Londres ni en Edimburgo tienes el tiempo de Miami (ni el de Barcelona) (risas).
Debes ser la única persona que ha viajado tanto los últimos años.
Cuando empezó la pandemia me prometí que viajaría tanto como me fuera posible. Me he gastado una fortuna en tests y multas (risas).
Tendría que haber más escritores jóvenes descubriendo su visión del mundo. Desgraciadamente no es así
¿Cómo te sientes, cuándo paseas ahora por Edimburgo?
Depende de la parte por la cual pasee. Mi pareja tiene un pub en la zona pija de Edimburgo. De hecho, ella es un poco pija. Yo me siento mucho más cómodo en Leith. Mis colegas del barrio me preguntan constantemente cómo es que me dejo caer por el New Town, que es la zona pija de la ciudad. Y la verdad es, que, ahora que lo pienso, cada vez me siento más a gusto dejándome caerme por la parte alto.
Qué vínculo mantienes con Leith, una barrio que en tus novelas es un personaje más. De hecho, nadie había oído hablar de Leith hasta que publicaste Trainspotting.
Para mí es un lugar muy inspiracional. Recuerdo los paseos que de pequeño dábamos con mi madre, mi abuela y las tías por Great Junction Street. Igual que ir al fútbol con mipadre o al cine con los amigos. Soy como soy porque nací y crecí en Leith. Pero también es cierto que es un barrio muy intenso y claustrofóbico, aunque tienes el punto de fuga del puerto y el mar. Para mí es un lugar mágico, mucho más mágico que Edimburgo, una ciudad muy especial y bella pero menos auténtica que Leith.
Así y todo, el retrato que haces de Leith y de su gente no siempre ha sido amable. Más bien todo el contrario.
Estoy seguro de que mucha gente del barrio piensa que soy un capullo que se puede ir a tomar por el saco. Otros me felicitan por el retrato que hago del barrio en mis novelas. Yo amo profundamente Leith. Con todo, no deja de ser un barrio postindustrial, duro y áspero. Un barrio que, desengañémonos, no se parecerá nunca en Montecarlo. Pero sí que es un lugar vibrante en el que pasan muchas cosas. Ahora hay mucha más diversidad cultural que treinta años atrás cuando escribí Trainspotting. De hecho, también estamos sufriendo el fenómeno de la gentrificación, en parte por culpa de Trainspotting.
Estoy seguro de que mucha gente de Leith piensa que soy un capullo que se puede ir a tomar por el saco
¿Es posible escapar de tu pasado?
Siempre que vuelvo a Leith me encuentro con amigos y conocidos de toda la vida. Gente que ha cambiado pero no necesariamente ha huido de su pasado, simplemente han dado un paso al lado. Muchos de mis colegas del fútbol era peña de clase trabajadora y décadas después siguen siendo unos curreles. Otros son traficantes y hay que son profesores, otros ingenieros y otros hombres de negocios de éxito. Pero todos acabamos encontrándonos de nuevo al fútbol. Y tengo amigos que cuando eran adolescentes eran verdaderos delincuentes que con el paso del tiempo se han convertido en padres de familia respetables. Gente que no ha huido, sino que se ha quedado en su ciudad y ha acabado prosperando. En el otro extremo, también conozco gente que se ha marchado de Edimburgo para refugiarse en Londres o España huyendo de la policía, y allí han acabado cometiendo los mismos errores del pasado. Gente que se ha marchado físicamente de Edimburgo pero no ha puesto distancia emocional.
¿Escribir te ha servido para romper con tu pasado?
De alguna manera, sí. Hacer de la literatura tu vida ya te lleva a moverte por determinados círculos artísticos a los que no podría acceder de ninguna otra manera. Mi arte, las historias que me gusta escribir, el entorno social de que me gusta hablar... Gracias a mis novelas no me he olvidado de mis orígenes.
¿Qué estás escribiendo ahora mismo?
En agosto saldrá una nueva novela mía que, de alguna manera, es la segunda parte de Crimen. Paralelamente, estoy escribiendo el guion de una serie. De hecho, es la adaptación de esta misma novela. Una serie que también se estrenará este agosto en la plataforma BritBox.
¿Cuándo ha sido la última vez que has ido a ver los Hibs?
Un partido contra el Saint Johnstone justo antes de Navidad. Ganamos 2-1. Todavía soy socio y cada vez que estoy en Leith me dejo caer por el estadio. Los Hibs son malísimos, pero ir a verlos es una experiencia que va más allá del fútbol. Antes y después del partido te dejas caer por el pub, bebes, comes, ríes con los colegas de toda la vida. Es muy divertido.
Los Hibs son malísimos, pero ir a verlos es una experiencia que va más allá del fútbol
El club te tendría que hacer socio de honor y cederte gratuitamente el asiento en el estadio, nadie ha hecho tanto proselitismo de los Hibs como tú.
¡Esta gente va tan justa de pasta que no pasará nunca! (risas). No conozco un solo caso a la historia del fútbol escocés que un club haya pagado el carné de socio a ningún seguidor, por famoso que sea o por mucho que haya hecho por el club.