José Sacristán tiene 84 años, sin embargo, abusando de tópico, aparenta muchos menos. Intérprete mayúsculo con décadas de experiencia sobre los escenarios y delante de las cámaras, estos días se ha instalado en el teatro Romea de Barcelona, donde hasta el 7 de noviembre interpreta Señora de rojo sobre fondo gris, el primer monólogo, basado en la novela homónima de Miguel Delibes, en su hoja de servicios. Voz cavernosa de resonancia contundente, mirada analítica con la seguridad de quien lleva en la mochila ocho décadas de trayecto vital; nos encontramos con el actor de Chincón para revivir su presente, su pasado, y su futuro. También sus principios, valores, ideas y declaraciones.
A sus 84 años y con una trayectoria tan extensa, por primera vez protagoniza un monólogo.
No ha sido ni buscado ni premeditado. Ha venido de una manera totalmente natural. Estoy enamorado de esta novela desde que se publicó, el año 1991. Dio la casualidad, además, de que justamente en aquel momento yo estaba representando una obra de MIguel Delibes. Ya entonces quise llevar al teatro esta Señora de rojo sobre fondo gris, pero él no quiso ceder nunca los derechos para hacerlo. Ni para el teatro ni para el cine.
¿Le dijo alguna vez el porqué de esta negativa?
Consideraba que era una historia extremadamente personal. Una especie de vómito. Decía, textualmente, que no quería que nadie pusiera cara al personaje de Nicolás porque él no se había atrevido a poner la suya.
Nicolás, el protagonista del relato, es Miguel Delibes.
Tuvo que pasar un tiempo y que fueran los hijos los que acabaran autorizando la versión teatral de la novela.
Siempre he rehuido instalarme en una zona de confort. Me mueve la curiosidad y el riesgo
¿Y no siente una responsabilidad extra, sabiendo que el autor no quería que la novela se llevara al teatro?
Ciertamente, ha estado un proceso muy delicado, calculando muy bien todos los pasos que dimos con mi amigo José Samano, quien me ayudó en la adaptación teatral del texto. En su momento Miguel Delibes me autorizó a hacer una lectura dramatizada de algunos pasajes de la novela. Años después, la respuesta que he tenido de sus hijos no sólo ha sido de aprobación sino de aplauso. De hecho, cuando la estrenamos, uno de los hijos se me acercó para confesarme que él, en el consejo familiar, se había negado a autorizar la versión teatral, porque así era el deseo de su padre. Pero aquella noche vino a darme las gracias porque me dijo que por un rato su madre había revivido.
Una vez más, Nicolás es Miguel Delibes y Ana es Ángeles, su mujer, muerta el año 1974 de un tumor cerebral.
Cada noche cuando subo al escenario, tengo la prudencia, la precaución y el cuidado de saber que interpreto a un personaje llamado Nicolás, que es pintor, pero siendo plenamente consciente de que en realidad se trata del mismo Miguel Delibes. Y que Ana, sí, es Ángeles, su mujer. Junto con eso, hay un valor añadido que es todo lo que impregna la memoria de un hombre como Miguel Delibés, y es que más allá de un grandísimo escritor, era una grandísima persona. Estoy seguro de que actualmente no habría puesto ninguna pega a que representáramos Señora de rojo sobre fondo gris. La relación entre un actor y el autor del texto que interpreta, aunque parezca una obviedad, depende de cómo sea el autor y de cómo sea el actor. Depende de cómo sean como personas y de la relación que mantenga. He conocido a un montón de autores y no con todos he tenido la misma relación. Y cabe me ha interesado su obra como en el caso de Miguel Delibes y su Señora de rojo sobre fondo gris y antes Las guerras de nuestros antepasados (1975).
¿Este es un papel que sólo se puede interpretar llegado a cierto momento vital, cuando ya se acumula mucha experiencia y recorrido?
Hace falta cierta idea porque los acontecimientos pasan cuando el protagonista ya no solo acumula una edad, sino que los recuerda tiempo después. Pero es un papel que se puede hacer con muchos menos años de lo que tengo yo, porque yo ya tengo demasiados años encima en todos los niveles y efectos. Aun así, no necesariamente la profesionalidad, la experiencia y la veteranía son garantía de talento. Hay gente que se ha muerto de vieja haciéndolo igual de mal que el primer día. Y de repente aparece una chica o un chico muy joven, como Mozart hizo con Salieri, o como Orson Wells con el resto de sus contemporáneos, y acaban por enseñar cómo se hacen las cosas. Lo interesante de este oficio es que supone un aprendizaje permanente.
Por esta regla de tres: es mejor actor ahora que cuando empezaba.
No. Siempre he rehuido instalarme en una zona de confort. Me mueve la curiosidad y el riesgo. Eso sí, ahora tengo toda una serie de herramientas y datos que me dan cierta seguridad, pero evito apoyarme demasiado en ellos porque a mí lo que me gusta es la aventura. Siempre que subo al escenario lo hago con la intención de que el espectador tenga la impresión que lo que interpreto ni ha pasado antes ni volverá a pasar después.
Era el prototípico 'españolito de la trasición'. Me tocó ser la correa de transmisión de estas historias
Intuyo que no tiene que ser nostálgico.
Pues lo soy. Me gusta perderme en la melancolía. No olvido nunca de dónde vengo ni de quién vengo. Me gusta mirar atrás y reconocerme en el camino recorrido. Eso sí, procuro mirar adelante de vez en cuando para no estar chocándome siempre con las farolas. Pero sí, me gusta transitar por la memoria y sus alrededores. Soy un sentimental a quien le jode el sentimentalismo.
¿Qué añora del pasado?
La juventud. Añoro el margen de vida que tenía hacía años.
Siempre ha tenido propensión para interpretar este tipo de personajes melancólicos y tristes.
Sonaba el teléfono y me ofrecían lo que me ofrecían. Tenía que pagar el recibo de la luz y la escuela de los hijos. He hecho trabajos alimentarios y de estos también he aprendido mucho. Soy un currante de la cultura. Con todo, es bien cierta esta apreciación de los personajes melancólicos, pero son papeles que yo no he buscado. Era el prototípico 'españolito de la trasición'. Me tocó ser la correa de transmisión de estas historias. Un tipo poca cosa que no acababa de crecer ni desarrollarse del todo. Y aquí seguimos.
¿Aquí seguimos?
Aquí seguimos en este intento de desarrollarnos y crecer debidamente.
¿Pero usted como individuo o la sociedad en general?
La sociedad. Todavía seguimos tropezando más de lo que tocaría. Formo parte de una especie en que la injusticia y el abuso se dan mucho más de lo que debería. Pese a todo, tengo que reconocer que, personalmente, disfruto de una situación de privilegio profesional y vital. Tengo 84 años y la madre naturaleza me está tratando más que bien. Uno puede imaginarse que vivirá hasta los 180, pero una cosa es lo que te imaginas y otra la realidad que te toca vivir. En mi caso, sería un miserable si me quejara.
Intento mantener vivo el niño que fui y su capacidad por sorpresa
Cuando se enamoró del oficio de actor.
En el cine del pueblo. Me fascinó la primera vez que fui. No fue hasta mucho después de que descubrí que eso era un oficio. Allí, en el cine, me cautivaron los indios, los gánsteres, los mosqueteros, los pistoleros... Aquello era magia en su estado más puro. Lo sigue siendo. Intento mantener vivo el niño que fui y su capacidad por sorpresa.
¿Cuándo descubrió que el de actor era un oficio?
En Madrid, cuando mi padre salió de la prisión y lo destierran en la ciudad. Yo tendría 7 o 8 años y empecé a saber que había uno que se llamaba Tyrone Power, otro John Wayne y otro...
¿Su padre, sin embargo, siempre ha sido su máximo referente, verdad?
Uf... La figura del Benancio... Siempre ha sido mi adversario más maravilloso.
¿Adversario?
Siempre ha sido un ejemplo de dignidad y honestidad. Y al mismo tiempo, el hombre que más difícil me lo puso para ser actor.
A mí la unidad de la patria me da absolutamente igual
Por qué?
Con los datos que tenía, lo que él intentó hacer era lo que tenía que hacer: reconducirme hacia otra profesión y hacerme un hombre de provecho. Vengo de la Castilla campesina. Y los valores que me infundieron los recuerdo y mantengo vivos cada día a cada momento.
Acercándonos a valores y a cuestiones ideológicas y políticas, usted ha sido muy crítico con el procés independentista.
No he sido muy crítico. Sencillamente he sido crítico. Respeto muy profundamente esta ilusión independentista. Estoy hasta los cojones de escuchar eso de la España 'una, grande y libre por el imperio hacia Dios y la unidad de destino en lo universal'. A mí la unidad de la patria me da absolutamente igual. Insisto, respeto profundamente el sentimiento independentista, pero no sus responsables.
¿Por qué?
Encuentro que su manera de actuar... Yo no los acusaría de rebelión, ni de sedición, simplemente encuentro que han sido torpes. Los acusaría de haberlo hecho mal.