“No hay nada más imprevisible que un político sin muertos en el armario”, le dice un alto cargo de los servicios secretos españoles a uno de sus mejores hombres, antes de sugerirle que, si no hay muertos, se ponen. “Pues eso parece”, dice entre risas Luis Tosar (Lugo, 1971), el encargado de dar vida a ese agente que lo mismo construye la trampa perfecta para asegurarse el silencio de un político honesto que persigue a unos traficantes de armas o solventa una mala noche de un futbolista de élite. Un tipo que, si no fuera un personaje de ficción, podría ser uno de los mejores activos de Villarejo en todos esos tejemanejes que, día sí día también, venimos escuchando en los telediarios desde hace unos años. Cuenta Tosar que el protagonista de Código Emperador, el thriller dirigido por Jorge Coira sobre las cloacas del Estado que se estrena esta semana (y que inaugura el Festival de Málaga), “tiene vocación de servidor público, como me imagino que tendrán muchos de los agentes que trabajan en los servicios secretos, en el CNI. Entiendo que su gran aspiración es trabajar para salvaguardar la seguridad nacional, pero luego pueden verse inmersos en cosas que no tienen nada que ver con eso, más bien para salvaguardar la reputación de algunos elementos del poder, más o menos oscuros, más o menos turbios. Y ahí es donde encontramos a Juan, mi personaje, que es un tipo que tiene que negociar con Villarejos y con gente de ese pelaje”, explica.

Tosar continúa diseccionando la potencia de su nuevo film: “Tengo la sensación de que Código Emperador es una especie de manual de usuario para entender algunas noticias que nos llegan constantemente. Acostumbramos a leerlas como resultado de un proceso, y la película puede servir de guía para comprenderlas. En el ámbito político nacional hemos vivido momentos bastante bizarros, y seguramente puede que, en algunos casos, hayan intervenido las cloacas del estado”. El actor gallego admite que, pese a no dar nombres, la trama apunta a situaciones, y a personalidades, muy reconocibles en nuestro entorno. Por poner un ejemplo, en un momento dado aparece una fotografía en el palco de un estadio de fútbol en la que vemos a un presidente con un más que razonable parecido a Florentino Pérez. “La idea era acercar la trama a nuestra realidad. Eso lo han hecho los norteamericanos o los británicos en muchísimos de sus thrillers políticos. La película está planteada como algo que podría ocurrir o que podría haber ocurrido. Si las referencias no son mínimamente reconocibles, eso no funcionaría, y esta ya no sería una película incómoda. Y aunque Código Emperador no sea una peli con conciencia social preeminente, sí tiene una intención”, afirma.


Lusi Tosar vuelve a la cartelera con Código Emperador. Foto: Jaime Olmedo

Thriller setentero

En el film, Juan, el agente al que interpreta Tosar, empieza a dudar sobre las aristas del trabajo que desempeña. Y se ve inmerso en una serie de conflictos que, si no lleváramos años de realidad política convulsa, nos podrían parecer fruto de la imaginación más loca de un guionista. “Hemos visto cosas muy extrañas en la política del país: ¿recuerdas al falso cura de la trama Gürtel? La cosa rozaba el ridículo, pero después nos hemos dado cuenta de que existen muchas posibilidades de que se desarrollara así. ¿Que estamos más cerca de la TIA y de Mortadelo y Filemón? Pues sí. Nosotros, en Código Emperador, hemos intentado que la cosa tenga un poco más de charming”, dice soltando una carcajada. “Porque la realidad... esperas que en cualquier momento salga alguien con un pepinillo en la mano diciendo que le han dado el cambiazo”.

El actor, que se reencuentra en la película con el cineasta Jorge Coira (“nos criamos juntos, desde que íbamos al mismo instituto, y empezamos en el cine juntos”, apunta sobre el director, responsable de la serie Hierro), encarna a un personaje que estaría a medio camino entre el Señor Lobo de Pulp Fiction y el que interpretaba Gene Hackman en La conversación, el clásico de Francis Ford Coppola: “De hecho, uno de los referentes que se usaron durante la fabricación de la peli fue precisamente  La conversación. Y todo ese cine de espionaje de los años 70, títulos como Tres días del cóndor o Todos los hombres del presidente, estuvo presente en lo estético, en lo narrativo, en lo interpretativo... Era un tipo de cine con trasfondo político, más sesudo, sin la acción de las películas que llegaron después, más trepidantes. Hemos ido por la línea de cine con el que crecimos, con el que nos criamos”.

La contienda mediática

Código Emperador llega unos meses después de su celebrado trabajo en Maixabel, la película de Icíar Bollaín en el que daba vida a un etarra arrepentido. Unas declaraciones suyas en el diario El Correo, en las que reflexionaba sobre cómo el entorno puede influir en el camino que tomas en lugares con fuertes corrientes nacionalistas, se sacaron de contexto con un titular manipulado. Las redes, y la polarización, se cebaron en Tosar. “Las ganas de opinar se te quitan por momentos. Lo que ocurrió con Maixabel... esas formas de hacer periodismo no resultan agradables. No es bonito vivir una situación así. Pero cuando uno habla con convencimiento, cuando tienes claro lo que dijiste y tienes claro lo que piensas, y yo lo tenía prístino, no me provoca ningún problema a nivel de conciencia. Pero claro que hace daño recibir ataques, es una incomodidad a nivel social y emocional, pero también es verdad que se ven claras todas las posiciones. Igual que yo me posiciono hablando, también muchos se posicionan poniéndote a parir”.

Nada nuevo bajo el sol para un Tosar al que aquellos lejanos Goya 2003, los del No a la guerra, pusieron en un lado de la contienda mediática que vive el estado español. “Aquel 'No a la guerra' marcó un antes y un después, ahí estamos muchos metidos y jamás nos sacarán de ahí, ni saldremos de ahí. Uno puede no haber dicho absolutamente nada sobre un tema en concreto y ya te habrán colocado la opinión. Pero ahí uno tiene que intentar manejar la salud mental. Por ejemplo, yo no tengo redes, y aunque me entere de algunas cosas porque me las cuentan, no las tengo porque no me gusta la agresividad tan explícita y gratuita que hay, y lo poco que se prestan a un debate serio y constructivo. En ese sentido, mi salud mental lo agradece, más o menos la preservo”.


Luis Tosar da vida a un agente del CNI que empieza a dudar del trabajo que desempeña. Foto: Jaime Olmedo

Tiempos convulsos

De aquel a otro No a la guerra, el que vivimos desde hace unas semanas. “Nadie podía esperar que fuéramos a vivir tantas cosas en tan poco tiempo. Están siendo tiempos muy convulsos. Ojalá todo esto acabe lo antes posible, sobre todo por el pueblo ucraniano. ¿Que esta invasión pueda ampliarse y nos llegue la onda expansiva o una guerra total? No quiero imaginármelo. Yo es que soy optimista por naturaleza, pero mucha gente de mi entorno está muy asustada. ¿Cómo se están haciendo las cosas? Ya no sé qué pensar: admiro la resistencia ucraniana, por un lado, por otro creo que quizás sería mejor que Zelenski capitulara para que se acabara con los muertos. Pero tampoco sé si eso iba a ser eficaz para parar a un loco como Vladimir Putin y toda la maquinaria de guerra que tiene en marcha. No sé cómo va a acabar, pero pinta que va a ser largo. Estos días estoy completamente inmerso en noticias, veo, leo y la sensación es que, aunque nos produzca tristeza, quizás lleguemos a acostumbrarnos a esta situación”.