Marc Cerrudo se presentaba en sociedad semanas atrás con Lluny vol dir mai més (Amsterdam, 2021), obra extremadamente original en su planteamiento narrativo que lo ha llevado a significarse como una de las grandes revelaciones del curso que ya se acaba. Un relato que se balancea entre la mayor desolación y el humor más roto como elementos para superar una pérdida. Un decálogo de microrrelatos que sumados conforman una gran historia en que cada capítulo toma la voz un narrador inverosímil: la portera, el vendedor de cervezas, el teleoperador, la elipsis temporal, la cabeza de jabalí, el loco de las hojas, la señal de STOP, el otoño... El joven escritor barcelonés nos descubre las influencias que lo han ayudado a modelar su novela de debut, título con el que ganó el premio Roc Boronat.
La gran influencia literaria de Lluny vol dir mai més (Amsterdam, 2021), y me aseguro siempre de decirlo en todas las presentaciones del libro y entrevistas, es Alma (Edicions del Periscopio, 2014) de Wajdi Mouawad. Lo leí hace muchos años por recomendación de mi tía, una lectora exquisita que siempre lo acierta cuando me propone una nueva lectura.
Alma es una historia brutal de violencia y venganza, cruda y conmovedora; una de aquellas historias en que a medida que pasas páginas el corazón se te va haciendo más pequeño, pequeño, pequeño. Lo que más me marcó del libro, sin embargo, fue la forma con la cual Mouawad decide narrarlo. Los acontecimientos de Alma, donde seguimos a un hombre que busca a la persona que asesinó a su mujer embarazada, están explicados por diferentes animales que se van cruzando en el camino de este protagonista. Nos habla un perro, una araña, un murciélago, una serpiente... hasta que, en el último tramo del libro, quien habla es el animal más bestial de todos: el Homo sapiens sapiens.
Recuerdo cómo me fascinó el hecho de leer una historia en la cual su protagonista está constantemente desplazado del centro narrativo, ocupado por muchos personajes satélite que orbitan en torno al camino que va tomando este protagonista. En esta idea me inspiré para escribir Lejos quiere decir nunca más, dónde mi protagonista no tiene nombre ni ve y su historia nos la explican más de cuarenta y cinco narradores diferentes que coinciden con él a lo largo de 24 horas. En mi novela hay narradores que son animales, como Alma, pero quería ir un poco más allá literariamente, por eso mismo también encontramos capítulos narrados por objetos -una señal de STOP, unas anillas, una ambulancia-, conceptos etéreos -un recuerdo de infancia, el otoño- e incluso, adentrándosenos en la meta literatura, para|por recursos narrativos como una elipsis temporal.
A Lejos quiere decir nunca más, en el fondo, llevo hasta el límite una forma inusual de narrar una historia que descubrí con el Alma de Mouawad.
A Lluny vol dir mai més tiene gran importancia la ciudad y, sobre todo, el callejeo del protagonista sin nombre por esta ciudad sin nombre, intentando huir de él mismo. Una película que retrata a la perfección este mismo sentimiento de huida urbana es Cowboy de medianoche (Midnight cowboy, 1969) del director John Shclesinger.
La amistad forjada en la miseria entre dos parias como son Joe Buck (Jon Voight) y Rico Rizzo (Dustin Hoffman) es el motor de la película, que muestra un Nueva York hostil y devorador de ilusiones. Los tristes y fracasados intentos de ganarse la vida por toda la ciudad de los dos protagonistas se encadenan sin compasión para ir construyendo una historia de supervivencia nada épica, es decir, del todo verosímil. La única salida que les quedará será huir de la ciudad, propiciando uno de los finales de película que más hecho polvo me ha dejado a mi vida. Como curiosidad querría decir que la banda sonora de la película, obra John Barry, me acompañó a lo largo de la creación de Lluny vol dir mai més.
[banner-AMP_0]
Aquí tengo un problema, y es que soy un loco de las series y me costará muchísimo escoger sólo una. Ahora bien, si se tiene que hacer el esfuerzo, se hace, y la escogida es I May Destroy You (HBO Max). Se trata de una serie escrita y protagonizada por la británica Michaela Coel que parte de unos hechos muy duros: la Arabella, interpretada por la misma Coel, es abusada sexualmente en una discoteca después de ser drogada. A partir de aquí, sin embargo, la propuesta de I May Destroy You evita caer constantemente en el dramatismo y los episodios de la serie se van sucediendo entre grandes dosis de humor, sarcasmo y ternura; eso no quita, claro está, que la serie también haga reflexionar al espectador con gran seriedad -y este es su gran objetivo- sobre el machismo en nuestra sociedad y las graves consecuencias físicas, emocionales y psicológicas de ser víctima de una agresión como la que sufre el Arabella.
De I May Destroy You aprendí que una historia dura y oscura también se puede explicar, en ciertos momentos, desde el refugio del humor, y precisamente eso hice con Lluny vol dir mai més. Aunque es una novela que nos habla de la pérdida de una persona amada y del luto incompleto, a lo largo del libro el humor, el surrealismo y el absurdo tienen un papel primordial, y de hecho encuentro que su presencia genera un contraste que acaba reforzando el mensaje dramático de la historia. Como yo me pasó con I May Destroy You, quería que Lluny vol dir mai més fuera un libro con con el que reirse, con el que llorar, con el que emocionarse y con el que reflexionar.
Mi gusto musical es tan ecléctico como las voces narrativas de Lluny vol dir mai més, por lo tanto tengo que escoger un disco que me haya acompañado transversalmente a lo largo de las diferentes etapas de mi vida: adolescente inseguro, joven flipado, intento de adulto fallido, adulto en prácticas y, finalmente, adulto que progresa adecuadamente pero sin tirar cohetes. Este disco es sin ningún tipo de dudas el Demon Days de Gorillaz. Ya hace quince años que me acompaña -la mitad exacta de mi vida- y cada vez que lo escucho sigo teniendo la sensación de estar sumergiéndome en un experimento musical único, irrepetible y que me habla a mí y sólo a mí.
Probablemente esta sensación es fruto de la tendencia adolescente a la mitificación, y es una buena prueba el póster gigante de la portada del disco que tengo todavía colgado en mi antigua habitación de casa los padres, pero la realidad es que para mí Demon Days siempre será una endemoniada obra maestra. Una quincena de canciones totalmente diferentes las unas de las otras que, a la vez, escuchadas seguidas tienen una armonía incontestable. Lo mismo quería conseguir con los narradores de Lluny vol dir mai més: un manojo de voces que fueran muy diferentes entre ellas, pero armónicas en su conjunto (porque en el fondo son todas una única voz, la voz del protagonista que no habla).
[banner-AMP_1]
Aquí nos tenemos que remontar a mi prehistoria, es decir, a mi infancia. Quiero hablaros del primer videojuego al cual jugué. Se trataba de un juego de ordenador de La vuelta al mundo en 80 días para niños y niñas. Íntegramente en catalán, este videojuego no sólo te permitía hacer la vuelta al mundo al lado de Phileas Fogg, sino que a través de pequeños juegos, rompecabezas y pruebas de habilidad eras tú la clave a fin de que Fogg pudiera continuar con su aventura planetaria. Una delicia que te llevaba a Suez, Bombay, Hong Kong, San Francisco, Nueva York, Londres... y con la cual te divertías, aprendías y, de paso, entrabas de lleno dentro de unos de los grandes clásicos de la literatura universal.
Este detalle es importante, porque con los años me he dado cuenta de que la primera vez que disfruté realmente de la literatura no fue a través de un libro, sino a través de este videojuego. Dicho de otra manera, los videojuegos fueron mi puerta de entrada el maravilloso universo de la literatura. Por eso mismo siempre he defendido los videojuegos como una plataforma de enorme interés narrativo y con una capacidad de explicar historias excelentes, a la altura del cine, las series, la música o la misma literatura. A Lluny vol dir mai més los homenajeo con el tercer narrador de la novela, que se trata del personaje de un videojuego sospechosamente similar al Red Dead Redemption.