Hoy empieza un nuevo In-Edit, el festival de cine documental musical de Barcelona, el certamen, que se alargará hasta el próximo 6 de noviembre, más importante internacionalmente del género, que este año celebra su 20 aniversario. Cita imprescindible para los muchos amantes del cine y la música, se prevé que la de este 2022 sea una edición de récord. "Ha sido un año extraño a nivel de documentales. Han entrado muy tarde", explica Oriol Altell, el director del festival. "En septiembre estábamos contentos porque habíamos alcanzado la programación mínima. Pero a partir de entonces empezaron a llegarnos propuestas que no teníamos controladas. Por eso esta edición proyectaremos más películas que nunca. Yo que sufro el festival, ya tengo ganas que empiece. Tengo ganas de estar allí y vivirlo".
¿Qué documentales no te perderás?
Tengo ganas de ver El kaiser de la Atlántida. Y también el documental con que inauguramos hoy, Meet Me in the Bathroom.
Música maestro
"El primer año hicimos el festival en la sala City Hall. Queríamos pasar Maestro, un documental sobre Danny Krivit, uno de los primeros DJ a pinchar música electrónica, del director Josell Ramos". Era el año 2003, la prehistoria de Internet en que todos los tratos todavía se cerraban por fax. "El director nos pidió un adelanto de 1000 dólares y un billete en primera para él y su acompañante. Llegó el día de la inauguración. Se presentó con una bolsa de papel del McDonald's con el documental dentro. La sala estaba llena, pero se negó a proyectar el documental porque decía... ¡que la gente era muy fea! ¡Era la premiere mundial! Finalmente nos dio la película. No lo había visto nadie de nosotros... ¡Estaba subtitulada en portugués! Este fue el primer documental que pasamos en el In-Edit". Este año les ha pasado alguna cosa similar con Meet Me in the Bathroom, el documental sobre la escena musical de Nueva York a inicios de siglo con The Strokes, Interpol, LCD Soundsystem, entre otros, como protagonistas. Oriol, sin embargo, se muestra optimista. Ríe y dice que sí, que seguro que la tendrán para proyectarla hoy a las ocho y media en el Aribau Multicines.
"Como esta, infinitas". El segundo año el In-Edit se hizo en el Club Helena del barrio de Gràcia. La cinta inaugural era un documental sobre Wilco. La sala, nuevamente, estaba llena. "El propietario del local, cuando vio que nos patrocinaba Beefeater y que habíamos llenado la sala nos acusó de engañarlo. Decía que le habíamos dicho que teníamos poco dinero y que era mentira. Nos dijo que quería más dinero por el alquiler de la sala y que si no, cortaría la proyección. En el último momento llegamos a un acuerdo. Como tenía un bar, le pagamos lo que nos pedía de más con cajas de ginebra de nuestro patrocinador. Desde entonces hemos ido pasando de cines en cines: París, Principal, Doré... hasta que hace años que ya nos hemos establecido en los Aribau Multicines".
¿Da vértigo, mirar atrás?
No deja de sorprenderme que hayamos llegado donde hemos llegado. Que el público todavía venga, edición tras edición. Me parece mágico. No, vértigo no, pero sí que me hace darme cuenta del paso del tiempo. Hemos tenido tres muertes en el equipo en estos 20 años de In-Edit. Y eso me da un poco de miedo.
Una de estas pérdidas, la primera, fue la de Alberto Pascual, cofundador del festival con el Oriol Altell. "Fue un accidente de tráfico. Alberto iba en moto y un coche se saltó un semáforo. Era la segunda edición del festival. Los dos teníamos nuestras respectivas empresas y teníamos ganas de hacer alguna cosa juntos, de tener nuestro hijo. Cuando murió, estuve muy cerca de dejar de hacer el festival. Me desconecté durante un tiempo del In-Edit. Para mí el festival sólo tenía sentido si lo hacía con Alberto".
La idea primigenia del In-Edit fue de Oriol. Publicista de profesión, en su lista de clientes estaba Beefeater. "Me encargaron que pusiera de moda la ginebra en España". Explica Altell que una noche, en Milán, donde tenía oficina, lo invitaron a una fiesta en una iglesia. Allí se dio cuenta de que mientras aquí la gente cuando salía no pasaba del típico cubata de ron con cola en vaso de tubo, en Italia la gente era mucho más sofisticada. "Tomaban copas mucho más divertidas. Vi clarísimo que para poner de moda la ginebra, teníamos que enseñar a la gente de bares y salas a hacer cócteles con ginebra. Hicimos cursos por toda España de coctelería".
La gente de la noche recibió muy bien la propuesta de Oriol, pero los consumidores siguieron con sus viejas costumbres. "Le di una vuelta a la idea: si monto un acontecimiento en qué parte de la audiencia potencial sean músicos que vengan a ver las historias de otros músicos y además les doy barra libre de cócteles y eso tiene repercusión en los medios, la gente se dará cuenta de que beber combinados es cool. Así fue como nació el In-Edit con la primera proyección de Maestro". La barra libre se mantuvo durante las primeras ediciones del In-Edit, hasta que la organización del festival se dio cuenta de que el público salía de la sala sin recordar qué documental habían ido a ver. "La sala City Hall, donde hicimos la primera edición, se la quedó el grupo Otto y nos ofrecieron programar un documental musical cada viernes a lo largo de todo el año. Lo que era lo mismo que proyectar un total de 50 documentales. Empresarialmente, el proyecto era demasiado ambicioso, porque implicaba tener una nómina de trabajadores durante todo el año. Pero si todavía ahora el festival proyecta 50 documentales durante los 11 días que dura, es por aquella propuesta de proyectar durante el año".
Impulsor del género
Ya desde aquella primera edición, el In-Edit se ha convertido en el mayor escaparate e impulsor de un género, el documental musical, hasta entonces muy minoritario y desconocido. "Sí, hemos dado impulso a una industria muy residual, aunque cineastas como Martin Scorsese han rodado documentales musicales. Una industria que no tenía ventanas para exhibirse". Paradigma de eso es que no fue hasta el año 2012 con Searching for Sugarman, título estrenado en nuestra casa por el In-Edit, que ningún otro documental musical había ganado un premio Óscar. "Y de eso hace cuatro días. Hemos dado empuje al género. Hasta no hace mucho, audiovisualmente la música se medía por videoclips. Ahora, si quieres ser un artista medianamente reputado, tienes que tener tu propio documental. Eso, y la irrupción de las plataformas, que también han ayudado en el crecimiento del consumo de documentales musicales, en este caso, desde casa".
¿Cómo ha afectado a la irrupción de las plataformas a un festival como el vuestro?
Ha afectado a un tipo muy concreto de público, lo que yo nombro público fan. Aquel que era muy seguidor de, pongamos por caso, Nirvana, y venía al festival a ver exclusivamente el documental sobre Kurt Cobain. El camino del In-Edit ha sido largo, pero hemos acabado consolidando una marca y la gente ya viene al festival a ver los documentales sean cuáles sean los protagonistas. No nos hemos obsesionado con tener documentales de grandes nombres de la historia de la música: Bowie, Dylan... Por eso la gente viene al In-Edit a descubrir historias.
El In-Edit también ha sido un motor para la creación de documental musical en nuestra casa, género hasta no hace muy casi inexistente o practicado de forma muy amateur en Catalunya (y España). "Este mismo año tenemos cintas tan interesantes como Studio 54: Nada que ver con todo lo demás, We Love Rocksound, la sala més gran de Barcelona, Material Sirles: un septenni, los documentales de Sabina, Coque Malla, Tequila...". Pero si hay un filme de casa que quiera destacar especialmente Oriol Altell este es No callarem, película que profundiza en la represión que han sufrido varios raperos en nuestro país en los últimos años. "Me parece mágico que sea una película que haya sido financiada a través de crowdfunding. Y que haya tanta gente interesada en querer visibilizar la situación de todos estos raperos encarcelados o exiliados. Años atrás este mismo documental seguramente habría sido un producto muy amateur. Contrariamente, es un documental con una factura excelente".
No sólo escaparate, desde hace un par de años el In-Edit también se ha lanzado a la producción de documentales. Una experiencia que iniciaron con Parchis: el documental, cinta que profundiza en la historia de la popular formación infantil de los años 80, y que tuvo un éxito considerable en Netflix. "Después de Parchís produjimos Octavas (un documental sobre el poder sanador de la música dirigido por el mismo Oriol Altell). Y ahora estamos produciendo una serie que se llama12 notas, sobre varios grupos y artistas, que ya se está rodando y en negociaciones con varias plataformas".
Más allá de Barcelona y la música
El In-Edit es un festival que nació en Barcelona. Veinte años después sigue teniendo su epicentro en la capital catalana, pero ha abierto delegaciones en casi todos los continentes. "Sólo un año después de Barcelona nació la edición de Chile. Y más tarde vino Argentina, Brasil, México, Colombia, Perú.. Dimos el salto a Europa con una edición en Berlín, que seguirían las ediciones en Grecia, Holanda y ciclos en Portugal. La idea es entrar en Francia el año que viene y un poco más adelante, Italia, aunque es un mercado complicado. A más largo plazo, entre cinco y diez años, mi deseo es aterrizar en los Estados Unidos. Para nosotros será un antes y un después". Pero no sólo de música vive el In-Edit, ya que ellos también son los organizadores del festival de cine de moda Moritz Feed Dog, ampliación de miras en qué en 2023 sumarán una nueva aventura. "Queremos ampliar las líneas. Tenemos la música y la moda. En el 2023 incorporaremos un nuevo festival que no quiero anunciar, pero ya estará casi hecho. Y en el 2024, sumaremos un proyecto más nuevo". Estad atentos a vuestras pantallas.