Pilar Rahola vuelve a las librerías con Ocell d'aire i de foc, novela con que reanuda la historia de la sara Mariona, relato que inició con el homónimo Mariona y prosiguió con Rosa de cendra y El pianista del Ritz. Una crónica familiar que deviene el trazo de nuestro país a partir de finales del siglo XIX. En su nueva entrega, Rahola nos transporta a la Barcelona de los años 50 para, a través de la mirada de la Nina, una joven a quien le cambiará la vida descubrir las cartas de su abuela Merceneta, reivindicar, a través de la figura de Quico Sabaté, la lucha de los maquis. Nos encontramos con la popular periodista y escritora en la librería Ona, donde poco rato después presentará su nueva obra. Ponemos en marcha la grabadora y encendemos la cámara de vídeo. "Yo lo miraré a él", dice fijando su mirada en el entrevistador. "Yo solo miro a cámara si es para proclamar la República".
¿Todavía tienes esperanzas de proclamar la República?
¿Esta es una entrevista literaria o política?
Empezamos por aquí y ya hablaremos del libro.
Nuestro pueblo viene de muy lejos. De 300 años de represiones, regímenes terroríficos, destrucción del idioma. Desde entonces, cada generación de catalanes ha tenido que luchar por la supervivencia de su identidad. Pensar que la represión que hemos sufrido ahora es más importante que las brutalidades que se hicieron en el siglo XIX o las dos dictaduras del siglo XX, es no entender cómo venimos de lejos nosotros y nuestra causa. Hemos sufrido mucho en estos últimos cinco años, pero no más que en los 40 años de dictadura franquista o los años de la dictadura de Primo de Rivera. Como formo parte de esta memoria histórica de lucha, no tengo ninguna duda que lo conseguiremos.
¿Ninguna?
Se lo debemos a tres siglos de generaciones de catalanes resilientes que han mantenido el idioma, la identidad y los ideales contra todo. ¿Será mañana? ¿Pasado mañana? ¿Lo verá mi generación? No lo sé, pero creo que será en poco tiempo. Aprendimos mucho en el 2017. Aprendimos de nuestros errores y de sus miserias. Nos volveremos a ver las caras, sin duda.
Cuando la vida me pesa mucho, entro en mi universo literario y todo desaparece
Tu literatura también es un ejercicio de recuperación de memoria histórica.
Para mí la literatura es una huida de libertad. Cuando la vida me pesa mucho, entro en mi universo literario y todo desaparece. En la literatura concilio tres amores: el amor a la palabra escrita y lo que significa crear universos literarios; el amor a unos personajes que desarrollas y creas y acaban huyendo de ti mismo y, finalmente, el amor al país.
Y su historia.
Me gusta mucho la historia. Este nuevo libro me ha llevado dos años y medio de trabajo, de decodificar cómo era nuestro país a la década de los años 50: los maquis, la represión que sufrían los detenidos en la comisaría de Via Laietana... Una investigación que ha ido más allá de los titulares y los datos, sino que me he zambullido en las emociones y el sufrimiento. Cuando empecé a idear la saga Mariona, pensé en la historia de una familia que iba recorriendo los tiempos históricos del país. La primera novela, Mariona, nos transporta a la lucha de los quintos del siglo XIX. Rosa de cendra es la Semana Trágica. El pianista del Ritz son los años 40 y la Segunda Guerra Mundial en Barcelona.
La literatura te permite poner emociones a los datos y los hechos históricos. Te permite sufrir, disfrutar y tener esperanzas, porque tus personajes así lo están viviendo
¿Y Ocell d'aire i de foc?
Esta nueva novela va del 55 al 60, que son los últimos años de los maquis. Obviamente, la historia va traspasando la novela, y al mismo tiempo mis personajes la viven. La gracia de la literatura con respecto a la historia es que si tú lees un libro de historia rusa aprendes, pero si lees un libro de Tolstói aparte de aprender, entiendes. La literatura te permite poner emociones a los datos y los hechos históricos. Te permite sufrir, disfrutar y tener esperanzas, porque tus personajes así lo están viviendo. Todo eso se resume en este triple amor: la literatura, la creación y el país. Porque además, la historia de nuestro país ha sido explicada muy mal. Una historia maltratada y escondida porque la historia siempre la escriben los vencedores. Nos la quieren esconder y yo la destapo para que la gente la conozca.
¿Este ejercicio es un disfrute o un sufrimiento?
La literatura yo la disfruto y la sufro a la vez. Empecé esta novela al mismo tiempo que ya estaba escribiendo El pianista del Ritz, en plena efervescencia del griterío previo al 2017. A partir de los hechos del 2017 empezó la represión y yo vivía en un mundo en el cual mis amigos iban a la prisión o al exilio. Yo misma viví durante de mucho tiempo con el pasaporte en el bolsillo. Fueron momentos muy angustiosos. Pero mientras nos caían encima todos los Margallos, los Rajoys y el Sursum Corda, me ponía a escribir, y aunque eran historias durísimas: el nazismo en Europa; los primeros años del franquismo, en qué se mataba a gente cada día... a mí me liberaba porque huía de un presente pesado y me zambullía en otra realidad muy dura, pero que ya no era la mía. Con todo, hubo capítulos de esta nueva novela que los escribí llorando. Hay un capítulo en esveta nola que se titula Jo soc el Quico, donde explico cómo se forja toda la estructura represiva de Via Laietana, con los hermanos (Antonio Juan y Vicente Juan) Creix, (Pedro) Polo, con todos los grandes torturadores de la época. Leí muchos testimonios de torturados, relatos descarnados. Y cuando me puse a escribir, lo hice con la conciencia de no estar haciendo literatura. Obviamente, mis personajes no son reales, pero las vivencias sí que lo son. Acabé el capítulo llorando.
Hubo capítulos de esta nueva novela que los escribí llorando
Ahora mismo te estás emocionando.
Sí, porque... No es mi época, pero es la época de mi madre. Y cuando piensas en cómo vivió aquella generación. Y como la gente que luchaba por tener un poco de libertad, como la torturaban, masacraban y mataban impunemente... A mí me sigue emocionando. Si no te emocionan estas cosas... Escribir te da paz y te da guerra, te da alegría y te da tristezas.
¿Dentro de esta actividad multifacética que marca tu rutina vital, qué espacio ocupa la literatura? ¿Lo podrías dejar todo menos escribir?
La literatura para mí es fundamental. Siempre lo ha sido. Estudié filología hispánica y catalana. Soy una devoradora de libros. Era tan lectora que cuando empecé a hacer televisión pensaba que el medio no me gustaría. Entonces creía que la tele no era palabra. Estaba convencida de que la palabra tenía categoría, concepto y profundidad.
Si alguna vez tengo que dejar de hacer algo, lo dejaré todo menos la literatura
Para no gustarte...
Me enamoré del lenguaje televisivo. Aprendí que escribir era hacer submarinismo y la televisión, hacer surf. En la televisión solo pones titulares. A la literatura y en el periodismo escrito intentas poner profundidad. Son lenguajes diferentes, pero me gustan los dos, porque a mí me gusta comunicar. Pero la literatura... Como lectora es eterna.
Y como escritora...
He empezado tarde, porque la vida me ha arrastrado. Si alguna vez tengo que dejar de hacer algo, lo dejaré todo menos la literatura.
¿Te gustaría ser recordada como escritora por encima del resto de cosas que has hecho?
No pienso nunca, en eso de la posteridad, porque no existe. Me importa muy poco. Mi abuela decía: "Cuando yo muera, mierda para quien quede". No tengo este nivel de preocupación trascendental. Intento pasar por la vida haciendo las cosas mínimamente bien. Hay veces que la vida me golpea y otros que no, y salgo adelante.
¿No te preocupa que esta faceta tuya más pública eclipse otros como la de escritora?
No. A mí hace tiempo que no me preocupa lo que piense la gente.
Todo elogio y toda crítica tienen un punto de mentira. Somos seres humanos que nos equivocamos cada día haciendo caer el mito. Tenemos que aprender a relativizar todo: el aplauso, los seguidores que tenemos, las broncas en las redes... Todo
¿Es difícil llegar aquí?
Eso lo aprendes con el tiempo. Todo elogio y toda crítica tienen un punto de mentira. Somos seres humanos que nos equivocamos cada día haciendo caer el mito. Tenemos que aprender a relativizar todo: el aplauso, los seguidores que tenemos, las broncas en las redes... Todo.
¿Todo?
Todos los que tenemos imagen pública sufrimos la caricatura y la distorsión. Y hay cosas que nos dicen que son ciertas y otras que son exabruptos propios de la barra de bar que es Twitter. Tengo un lema que es muy sencillo: al elogio gracias, a la crítica respeto, al insulto bloqueo y a la amenaza código penal. Practico los cuatro puntos.
Era la única mujer feminista en un país machista. Antitaurina en un país taurino. Republicana en un país monárquico. Independentista en España. Lo tenía todo
¿Cuántas veces crees que las críticas han sido más feroces para ser una mujer empoderada?
¡Pero que conste que también he recibido muchos elogios, eh! No te preocupes tanto por las críticas que ya te digo que a mí no me preocupan. Es cierto, sin embargo, que ya de muy jovencita empecé dirigiendo una editorial, primero; después escribí en diarios y más tarde fui diputada. La única mujer feminista en un país machista. Antitaurina en un país taurino. Republicana en un país monárquico. Independentista en España. Lo tenía todo.
Tú no eres dos veces rebelde...
Yo soy cuatro veces rebelde. Era muy amiga, por cierto, de Maria Mercè Marçal. Sí, era cuatro veces rara. Recuerdo que en un primer momento mío de presencia mediática potente, Joan Barril hizo un artículo que decía que "a Pilar Rahola no se le perdona que quiera ser la primera de la clase y no llevar pantalones". En aquel momento era una mujer joven y sin manías y eso ponía nerviosos a muchos hombres. Pero nunca he querido valorar excesivamente los problemas que significa ser mujer en el mundo de poder. A mí nunca me ha costado ser mujer en la esfera pública. Evidentemente, me han hecho muchas críticas propias del machismo y el patriarcado: una mujer que va muy fuerte es una histérica y una ambiciosa. Un hombre que va fuerte, es un emprendedor con futuro. Una mujer que vive su vida con alegría es una disoluta. Pero en aquellos años se elogiaba a los hombres que iban con muchas mujeres y tenían amantes. Todo eso es verdad, pero yo no me puedo quejar.
No hago del feminismo un combate literario, pero hago de las mujeres un paradigma del combate
En tus novelas las mujeres son las protagonistas.
Mis novelas son historias de combate. Relato momentos muy intensos de la historia de Catalunya. Y, sí, en ellas, los personajes principales son mujeres porque para mí es una doble condición de combate: si eres una represaliada de los años 50 y además eres mujer, eres doblemente represaliada. Si eres una madre o una abuela que lucha en contra de que sus hijos y sus nietos vayan a las guerras de ultramar, el hecho de ser mujer también te da una doble condición. Los personajes femeninos me ayudan a conferir una doble dimensión de lucha y combate, pero con un gran respeto por los hombres. No soy una feminista antihombres. Siempre he considerado que los hombres que nos acompañan por la vida son extraordinarios. Me he enamorado de hombres que aman a las mujeres libres. Y estoy convencida de que, hoy día, estos ya son mayoría. No hago del feminismo un combate literario, pero hago de las mujeres un paradigma del combate.
Ocell d'aire i de foc también es tu particular homenaje a los maquis.
Todo el mundo tiene claro que los que luchaban contra los nazis era la Resistencia y en cambio a los maquis se les considera terroristas, cuando la realidad es que Franco murió matando. Su manera de luchar no es la que a mí me gustaría, pero que mínimo que considerarlos libertadores y luchadores contra el franquismo. Y de todos ellos, junto con (Josep Lluís) Facerias, Quico Sabaté es el más emblemático. Estuvieron luchando hasta el final, perdiéndolo todo menos la fe.
Todo el mundo tiene claro que los que luchaban contra los nazis era la Resistencia y en cambio a los maquis se les considera terroristas, cuando la realidad es que Franco murió matando
¿Qué relación vives con tus personajes?
Pasa una cosa muy curiosa: cuando pasas mucho tiempo escribiendo y construyendo un personaje muy complejo, cuando lo acabas tienes una sensación de vacío. Les vas dando forma y tal como van creciendo se te va yendo. Creo que era Azorín que explicaba en una de sus novelas que los personajes se le escapaban. Y es bien cierto, cuando empiezas a perfilar un personaje, lo dominas. Pero hay un momento que tiene carácter propio y se acaba por marchar. Y cuando eso te pasa te sientes muy vacía. Con esta novela me ha pasado especialmente, porque he cerrado muchas cosas. He cerrado los años cincuenta, que han sido mi obsesión y el centro de mi mirada durante dos años y medio: los represaliados de la época, los maquis, Quico Sabaté, el gran protagonista de esta novela al lado de la Nina. Me he enamorado literalmente del personaje. Lo he sabido todo de él: cómo sentía, cómo era su relación con las mujeres, cómo actuaba, cómo murió... Y cuando todo eso acaba, el vacío es inmenso. Ahora estoy un poco perdida.
¿Darás continuidad a la saga con una nueva novela?
Mi primera idea era escribir una nueva novela y que la saga acabara el año 1975 con los fusilamientos del 27 de septiembre de Txiqui y Otaegui y la posterior muerte de la bestia, el dictador. De hecho, tengo cosas empezadas. Es más, tengo cosas escritas para esta última novela que hice escribiendo la primera, Mariona. Pero ahora que he acabado Ocell d'aire i de foc tengo dudas.
¿Por qué?
He empezado un nuevo relato que es un divertimento que no tiene nada que ver con la estirpe, que me está gustando. No puedo decir hacia dónde irán las cosas.
Esta familia que he creado se ha convertido en un universo simbólico muy personal
El proceso de creación de un libro dura mucho más que el tiempo que le dedica la novelista a escribirlo.
Mucho más. Por ejemplo, la idea para El pianista del Ritz empezó leyendo un artículo donde explicaban la historia de Bernard Hilda, un judío que había llegado a Barcelona huyendo de los nazis y acabó siendo el gran violinista del orquesta del Ritz además de trabajar como espia para los franceses. Guardé el artículo convencida de que allí se escondía una novela. No empecé a escribir la novela inmeditamente, pero ya tenía un material por modelar. Estoy hablando de hace muchos años, justo cuando estaba escribiendo Mariona. Y Ocell d'aire i de foc la empecé a escribir paralelamente a El pianista del Ritz. Y esta última que no sé si la acabaré, escribí un primer capítulo, también, en la época de Mariona. Esta familia que he creado se ha convertido en un universo simbólico muy personal.
¿Quién es la primera persona que lee los manuscritos de tus novelas?
Hasta que estuvo, la primera persona era mi padre. Él llegó a Mariona. No pudo ir más allá. Él es el culpable del final de Mariona.
¿Por qué?
Cuando le pasé el manuscrito en papel me dijo que le faltaba aceite.
¿Le faltaba aceite?
Mi padre era un hombre ampurdanés de metáforas y el aceite era una parte importante de su imaginario. Con decirme que le faltaba aceite quería decir que no deslizaba. Me enfadé. Sin embargo, mi padre, que era un gran lector, tenía razón: me releí toda la novela, y sí, le faltaba aceite. Rescribí el final y funcionaba mucho mejor.
¿Quién lee ahora tus novelas, cuando las acabas?
Mi madre. En casa siempre ha habido libros y ella también ha sido siempre una apasionada de la lectura. Ella no lee los manuscritos, sin embargo, porque le pesan las páginas. Pero el primer ejemplar que me llegó de Ocell d'aire i de foc fue para ella. A mi marido, en cambio, lo torturo leyéndole capítulos. Si hay algún capítulo que me inquieta, lo hago sentarse en el sofá y le leo. Y entonces me hace saber su opinión.
¿Quién es la chica de la portada?
¿Parezco yo?
¿No eres tú?
Tengo una foto con 15 o 16 años en qué soy idéntica. La chica de la portada no soy yo, sin embargo. Es un retrato de un fotógrafo italiano que encontramos casualmente. El título también tiene su historia.
¿Cuál?
Durante todo el proceso de escritura, la novela se titulaba L'home que agafava el taxi, porque Quico Sabaté cogía un taxi cuando iba atracar los bancos. Pero los editores me dijeron que les parecía un título muy periodístico y muy poco literario. Por eso escogimos este Ocell d'aire i de foc, que es la Nina, la protagonista, la que aprende a volar y apasionarse y comprometerse, o lo que es lo mismo, el aire y el fuego.
Hablabas al inicio de que durante un tiempo fuiste con el pasaporte en el bolsillo. ¿Si en el 2017 hubieras formado parte del Gobierno, habrías llevado el pasaporte en el bolsillo, también, o te habrías quedado?
Hay momentos en que tienes que tener el pasaporte en el bolsillo.