Enzo Traverso es un destacado historiador, conocido sobre todo por sus estudios de historia de las ideas y por sus análisis de las políticas de memoria histórica; dos temas que se funden en su libro Melancolía de izquierda. Después de las utopías, publicado en 2016 en inglés y traducido ahora al castellano por Galaxia Gutenberg. Ha venido a Barcelona, invitado por la Escuela Europea de Humanidades, para impartir una conferencia sobre “¿Vuelve el fascismo? Las derechas radicales en una perspectiva histórica", en el Palau Macaya de la Obra Social La Caixa.
Recientemente publicó Melancolía de izquierda. Después de las utopías. En primer lugar, ¿qué son las izquierdas? Hay cierta confusión sobre ello: ¿los que van en bicicleta?, ¿los veganos?...
Mi libro es un libro de historia intelectual, de historia cultural. Tomo la palabra "izquierda" en su sentido histórico: los movimientos políticos y sociales que desde el siglo XIX intentaron cambiar el mundo e intentaron transformar la sociedad en el sentido del socialismo: en el sentido de la libertad e igualdad.
¿Qué pasa con las izquierdas tras la caída del Muro de Berlín?
Tras la caída del Muro, la izquierda perdió el norte. Hasta la caída del Muro, de forma contradictoria, tensa y no lineal, la izquierda, en sus diferentes componentes, tenía una visión del mundo: se tenía que reemplazar el capitalismo por otro modelo de sociedad. Y se pensaba que la sociedad estaba yendo en esa dirección. En 1989 esta visión cambia. Ya no es posible tener esta visión. La izquierda queda huérfana de sus ilusiones y de sus certezas.
La adaptación de la izquierda al capitalismo es un callejón sin salida
¿Qué hacer ante esta situación?
Tras la desaparición del comunismo, una de las vertientes de la izquierda, toma importancia la otra vertiente, la socialdemócrata, que se adapta al capitalismo. Pero la adaptación de la izquierda al capitalismo es un callejón sin salida. Yo creo que la izquierda, para reconstruirse, tiene que inventar algo nuevo, porque los viejos modelos del pasado están agotados y sus límites son obvios. Muchos movimientos de los últimos años, como el altermundialismo, los chalecos amarillos o el 15-M, indican, no que se esté construyendo una nueva izquierda, sino que hay la necesidad de inventar algo nuevo. ¿Qué será? Yo, sencillamente, no lo sé.
Algunos teóricos apuntan que, tras el fracaso del comunismo en Europa del Este, la izquierda debería renunciar a la utopía. ¿Comparte estas valoraciones?
El problema no es tanto renunciar a la utopía como tomar conciencia de que las antiguas utopías fallecieron. Pero un mundo sin utopías es un mundo muy triste, es un mundo encerrado en el presente. Tienes la sensación de vivir sin horizonte. Yo creo que las sociedades necesitan utopías para cambiar, para transformarse, para construirse, para inventar el futuro... Se tiene que romper esta jaula de hierro que es un mundo encerrado en el presente, que es el mundo de hoy. Estamos en un mundo en el que no se puede pensar el futuro. Solo se puede pensar en términos de catástrofe.
El año que viene tendré que cambiar mi iPhone porque ya estará viejo, pero los modelos sociales del mundo seguirán igual
¿Pero el cambio es posible?
El mundo se caracteriza por una aceleración espasmódica, en la que tenemos la sensación de que todo cambia, pero nada cambia de verdad. El año que viene tendré que cambiar mi iPhone porque ya estará viejo, pero los modelos sociales del mundo seguirán igual. Para renacer, la izquierda tiene que romper esta jaula y buscar nuevas premisas para pensar el futuro. Es el gran desafío. Pero las utopías no son el producto de un trabajo frío que se hace en una biblioteca. Las utopías nacen del cuerpo social, emergen de él… Y esperamos eso, que surja. Sin eso, la izquierda no tendrá perspectivas.
La desorientación de la izquierda, ¿contribuye al auge de las derechas radicales?
Seguro. En muchos países la derecha radical (no en el caso de España) se alimenta y se legitima por su oposición al neoliberalismo. Esto es evidente en Francia, pero también en Europa central y en Italia (con el enfrentamiento entre el gobierno y la Comisión Europea). Si la extrema derecha puede jugar este papel es porque la izquierda se deslegitimó como fuerza de oposición al neoliberalismo. Esto se hizo evidente en 2015, en Grecia, cuando la izquierda aceptó el chantaje de la troika y en seguida desencadenó el ascenso de la extrema derecha. Es un sistema de vasos comunicantes: cuando la izquierda se debilita la extrema derecha se fortalece.
No creo que vuelva el fascismo clásico, porque no se dan las condiciones
¿Las derechas radicales avanzarán hacia un fascismo clásico o adoptarán nuevas formas?
No creo que vuelvan al fascismo clásico, porque no se dan las condiciones. Las derechas radicales son muy distintas de los fascismos clásicos. Pero no digo eso para tranquilizar a la ciudadanía. Hay un nacionalismo excluyente, reaccionario; hay mucha xenofobia y un racismo muy fuertes; vemos un conservadurismo muy acentuado. Y hay mucho autoritarismo (en algunos casos mezclado de neoliberalismo, en otros de proteccionismo). Es un cóctel muy peligroso. La derecha radical anuncia la posibilidad de algo nuevo, que tal vez no será simple de definir. Pero aunque no sea el fascismo de los años 1930 o 1930, será un fascismo del siglo XXI.
Usted suele usar el término “postfascismo”. ¿Por qué?
El postfascismo es un fenómeno que surge, cronológicamente, después del fascismo, cuando este ya está cerrado. Políticamente, el posfascismo está buscando un camino diferente al del fascismo clásico. Es otra cosa. La mayoría de las fuerzas de la derecha radical no se definen como fascistas, pero al mismo tiempo son un reflejo espontáneo y natural del fascismo clásico. El postfascismo ya no es el fascismo, pero no podemos definirlo sin remitirnos al fascismo, es un fenómeno en transición. Por eso creo que postfascismo es la definición más pertinente.
Las elites económicas no apoyan a la extrema derecha, sino a la Comisión Europea
Hace algunos años afirmaba que el capitalismo globalizado no daba apoyo a la extrema derecha. Ante el avance de personajes como Trump o Bolsonaro, ¿matizaría sus opiniones?
Las matizaría, porque como ya dije hace años, también, el capitalismo neoliberal puede adaptarse a cualquier sistema político: se adapta muy bien a Bolsonaro o a Trump. Es un hecho que las elites financieras de Estados Unidos no dieron apoyo a Trump; el candidato del capitalismo liberal no era Trump, era Hillary Clinton. Pero ahora se han acomodado muy bien a él… El capitalismo es una hidra polimórfica que puede adaptarse a cualquier sistema. El carburante de las derechas radicales es su crítica al neoliberalismo. Por eso las elites económicas no apoyan a la extrema derecha, sino a la Comisión Europea, al Banco Central… Las elites no trabajan para derribar a la Unión Europea. Tampoco Hitler fue la creación de las elites alemanas, pero al final las elites económicas aceptaron que Hitler tomara el poder, tras la parálisis de la república de Weimar.
Hace más de 40 años que murió Franco y todavía está enterrado en un mausoleo, presidiendo los cuerpos de sus partidarios y de sus víctimas. ¿Cómo valoraría eso?
Esto indica que hay problemas de memoria. En España hay una herencia que no es fácil de manejar. Yo, personalmente, creo que la decisión de Pedro Sánchez de trasladar los restos de Franco es una buena decisión, pero que llegó demasiado tarde. El problema es qué hacer después con el Valle de los Caídos, una vez “desacralizado”, después de que deje de ser un lugar de peregrinación franquista. Para mí la solución, la mejor, sería lo que se hizo en otros países: transformar el sitio en un memorial, como se hizo en muchas instalaciones nazis de Alemania… El Valle de los Caídos es, ante todo, un lugar de memoria, no solo de Franco, sino también de los presos políticos que allí trabajaron, de los soldados allí muertos…Pero, ¿se podría transformar en un lugar de memoria democrática? ¿Puede hacerse eso manteniendo esta cruz gigante que tiene? Yo creo que no… Es un verdadero problema.
¿Cree que el Valle de los Caídos podría ser un espacio de memoria para todos, sin exclusiones?
Yo no creo en la posibilidad de una memoria compartida. No creo que en el Valle de los Caídos se puedan reunir por la mañana los neofranquistas y por la tarde los antifranquistas. Cada país tiene memorias que no son compartidas. Son conflictuales. Y la fuerza de una democracia se define por su capacidad de coexistencia de memorias conflictuales del pasado.
Vox es la reacción casticista, nacionalista, frente a Catalunya. Es el neofranquismo
¿Qué opina del auge de la derecha radical en el Estado español?
Yo soy un observador externo… No tengo todos los elementos para hacer un análisis profundizado, pero creo que el fenómeno Vox se explica, por una parte, por una tendencia europea general, y por otra, por la crisis catalana. Vox es la reacción casticista, nacionalista, frente a Catalunya. Es el neofranquismo. El auge de la ultraderecha se explica también por una crisis profunda del PP. Vox sale del PP, viene de él. Expresa, de una manera explícita y clara, una corriente neofranquista, reaccionaria y conservadora que siempre existió dentro del PP. Vox es diferente de Alternativa por Alemania o del Frente Nacional francés, porque estos movimientos no nacieron de una crisis de los partidos conservadores.
¿Le sorprendieron los resultados electorales de Vox?
Era previsible. No era lo peor que podía pasar… Había la posibilidad de un mayor ascenso de la extrema derecha.
La primera cosa que debería hacer para solucionar la crisis catalana sería hacer un verdadero referéndum
¿Qué opina de la situación de Catalunya?
Me preocupo mucho por lo que ocurre en Catalunya. Es una tierra que amo mucho. Pero tengo problemas de comprender este estallido del nacionalismo catalán. No veo a Catalunya como una nación oprimida. Me gusta pensar en Barcelona como una metrópolis global. Pero, dicho esto, es absolutamente inaceptable la represión política que afectó a Catalunya y la existencia de presos políticos. El derecho de autodeterminación es un principio básico de cualquier estado democrático. La primera cosa que debería hacerse para solucionar la crisis catalana sería hacer un verdadero referéndum reconocido y legal para establecer si Catalunya puede ser independiente o no.
¿Y qué opina de la polémica en el Ayuntamiento de Barcelona?
Yo sentía mucha admiración por Ada Colau como alcaldesa. Me gustaría que hubiera una Colau en Roma o en Milán. Me sorprendió su decisión de apoyarse en Valls, porque hubiera sido más natural una coalición con ERC. Ella siempre dijo que no era ni independentista ni antiindependentista, una posición en la que yo me reconozco. Pero si hace una asociación de facto con Ciudadanos esta neutralidad está en cuestión… Con Ciudadanos la única convergencia que hay es el antiindependentismo…