El cineasta francés Érik Bullot es un referente del cine experimental actual. Ha rodado una veintena de películas y también ha teorizado sobre las relaciones entre arte y cine. Ha venido a Barcelona invitado por el festival Xcèntric, que él inauguró el jueves 16, en el CCCB, con una conferencia performativa sobre la posibilidad de rodar una película que refleje el procés en toda su complejidad. En realidad, ya está editando la cinta Octubre en Barcelona, fruto de un taller realizado en el CCCB en octubre de 2019.

¿Cómo empieza a interesarse por la política a catalana?

Yo viví en Barcelona en los años noventa y tengo muchas relaciones personales con Catalunya. Yo había tenido una beca para estudiar las relaciones entre regionalismo e identidad... No tenía claro qué constituía una identidad. Hay cosas fáciles de describir, como el idioma, la cultura... Y también hay cosas más secretas. Yo no sé exactamente por qué las cosas son así, y por eso todavía lo investigo. Cuando me marché de Catalunya, en 1992, pensé que un día sería independiente... Era un momento en que el independentismo a duras penas tenía el 15% de los votos, pero no sé porqué, estaba convencido de que Catalunya se convertiría en independiente.

Cuando me marché de Catalunya, en 1992, pensé que un día sería independiente

¿Cómo es que se interesó profesionalmente por el procés catalán?

En primer lugar porque hice una película en Turquía en 2013, y durante la preparación de la peli, hubo la ocupación del parque Gezy en Estambul. Fue muy importante para mí, porque me hizo reflexionar sobre el contexto performativo de la protesta. Me parecía muy interesante, pero con muchos riesgos.

¿Qué entiende por performativo?

Yo uso performativo, sobre todo, en un sentido lingüístico. Es un término que acuñó el filósofo del lenguaje John Langshaw Austin, que se interesó en verbos como bautizar o como prometer, que con su solo enunciado producen una situación. Tú dices "prometo" y prometes o dices "bautizo" y bautizas. Pero estos verbos sólo funcionan en determinadas circunstancias: no puedes bautizar si no tienes reconocida la capacidad para hacerlo. Y yo, con esta película, quiero preguntarme sobre las posibilidades de que tan sólo con un enunciado, como una DUI, puedas hacer una cosa. Quiero preguntarme sobre el posible éxito de los actos performativos. Quería saber la potencia real de lo performativo. Y creo que la situación catalana se puede interpretar a nivel performativo.

Pero la prisión y la represión no son un acto performativo...

La prisión no es una performance, en absoluto. Hay mucha violencia. El procés tiene aspectos muy críticos. Y en España se ve un preocupante retorno a la represión...

¿El otro eje de la película es la reanudación?

Sí. Me interesaba explorar las posibilidades de reanudar alguna cosa. Me interesaba la interacción entre la repetición y la reanudación. La DUI no fue la primera proclamación de la República. Me preguntaba si la repetición se hace de forma continúa, freudiana, o si puede cambiar, y tener un sentido político.

¿Su proyecto inicial tenía como centro la reanudación periódica de la declaración de independencia?

Cuándo empecé este proyecto, hace más de un año, tenía la idea de hacer una especie de musical, basado en todas las declaraciones de la República Catalana: la de Pau Claris, la de Macià, la de Companys, la DUI... Quería, con actores, hacer una especie de re actuación de las declaraciones de independencia en clave musical. Pero el proyecto me pareció demasiado de papel. Quería hacer una cosa más fiel al propio procés y a su esencia. Y creí que ante una proclamación de la República que se había suspendido, lo mejor era hacer una película autorreflexiva, también procesal...

Todo el procés tiene una dimensión fílmica, un aspecto dramatúrgico

¿Las imágenes han tenido un papel clave en todo el procés?

¡Seguro! Desde hace tiempo me sorprendió el papel de las imagen en la política catalana. Yo tengo la mirada fílmica, la mirada de un cineasta. El papel de las fotos en las manifestaciones, las escenificaciones que se hacían en las concentraciones, los plenos del Parlament, la suspensión de la República... Todo tiene una dimensión fílmica, un aspecto dramatúrgico. Y me interesó especialmente el intento que hizo Marchena, en el juicio, de separar lo documental de lo testimonial. ¡Si todo el cine cruza lo testimonial y lo documental!

En octubre de 2019 hizo un taller al CCCB sobre cine y procés. ¿Qué pasó?

El CCCB organizó un taller que fue la semilla de la película Octubre en Barcelona. Seleccionamos 11 participantes, gente joven que estudia cine o son cineastas que viven en Catalunya y que se interesan en política y en el procés. Buscamos que fueran procedentes de muchos lugares: Argentina, Colombia, República Dominicana, una madrileña, catalanes... Para mí era importante tener miradas diferentes. Quería encerrarme en el aula y hacer algo pedagógico, pero coincidió, prácticamente, con la sentencia del procés. Y cuando vimos que había manifestaciones, decidimos salir a la calle e ir, con cámaras y móviles, a las manifestaciones: la independentista del sábado y la unionista del domingo.

¿De qué hablasteis durante estos tres días, en el CCCB?

Durante tres días hicimos debates sobre la posibilidad de hacer una película sobre unos hechos así: como contrastar las miradas, como fijar un punto de vista...analizamos las imágenes de los discursos del Rey, de Forcadell... Queríamos analizar qué pasa en estas situaciones. Queríamos hacer una reflexión sobre el papel de las imágenes. Queríamos, también, ver qué pasa con los sentimientos, porque en el procés hay una parte emocional muy fuerte. El taller fue una experiencia casi catártica. Ahora ya tengo mi película, que es más bien un ensayo, una reflexión...

Veo la DUI como un acto performativo

El taller en el CCCB.

Le interesa la faceta performativa del procés... ¿Fue la DUI una performance?

Sí, claro está. Veo la DUI como un acto performativo, en el sentido lingüístico, pero también lo son muchos de los actos de Puigdemont. Me parece que Puigdemont es alguien conectado de forma muy inteligente con este tema. Con su abogado, Gonzalo Boye, busca siempre la conexión de sus enunciados performativos. Pero también hay réplicas a los actos performativos del independentismo, como el acto de Ciudadanos en Waterloo, con una pancarta que decía "La república no existe". Y dicen eso al país de Magritte, un artista que hizo una obra, La traición de las imágenes, que al lado de un dibujo de una pipa ponía "Ceci n'est pas une pipe". Eso pone de manifiesto los enunciados paradójicos.

Su película sobre el procés supone filmar una realidad que ya es, en buena parte, una escenificación. ¿Qué dificultad tiene eso?

¿Como filmar una manifestación, que ya es una escenificación pensada para crear imágenes? Eso lo discutimos mucho en el taller. Para mí, siempre es importante contrastar las imágenes de un discurso. Una estrategia que me gusta es separar el sonido de las imágenes, para crear una discusión. En los años setenta el grupo de Goddard decía que entre el sonido y las imágenes hay una lucha de clases. Yo exploro si pueden ser independientes las imágenes y el sonido, para evitar el efecto de propaganda que tiene la escenificación misma...

El procés era como una película: había un guion y a partir de aquí se improvisó

Usted define la suya como una película en proceso... ¿Qué es eso?

Es una película autorreflexiva, en la que siempre estamos discutiendo sus posibilidades. Este es el carácter procesal del filme. Claro está que hay, al final, una película, pero estoy trabajando en el montaje para dejar siempre cosas inacabadas, inconclusas... Ya hay ejemplos de directores que han trabajado así. Es el caso de las películas de Jean Rouch, que no tenían un final claro. Yo hago una cosa más modesta, pero me interesa ir en esta dirección. Quiero explorar la relación entre el guion y la improvisación. Porque eso enlaza también con la cuestión del procés: había un guion (una hoja de ruta, o la agenda del juicio) y a partir de aquí se improvisó. Es el dilema que también tiene el cineasta, prevé algo y después tiene que cambiar. Hay diferencias entre lo que se programa y el acontecimiento.

¿Recurre a las imágenes grabadas por centenares de miles de teléfonos móviles de los participantes en los actos?

Como cineasta, tengo que escoger un punto de vista. Hablamos mucho en el taller de las imágenes que difunde la gente. Y cuando íbamos a las manifestaciones, cada uno iba con una cámara o con un móvil. Hoy en día hay montones de imágenes de archivos, pero yo he optado una posición ecológica. Pretendo usar lo mínimo. Me interesa más filmar a gente discutiendo sobre el tema en esos momentos que acumular imágenes. Estoy haciendo una cosa "en proceso", sobre un procés, en el sentido literal. Por ahora no tiene final.

¿Porque dar una conferencia sobre una película que todavía está en proceso?

Esta conferencia es una actualización, con el habla, de la película. No hablaré de una cosa que vendrá: es una actualización, como la República. En la tradición francesa y europea del cinéma vérité, hay una cosa que me interesa mucho: entender el proceso de las películas dentro de un ámbito mayor: la película es también una experiencia grupal. Para mí la película Octubre en Barcelona es una pieza de un trabajo más amplio, que incluye esta entrevista, la conferencia que daré en el CCCB y muchas otras cosas... Todo es un conjunto...

¿Se acabará la película en proceso?

La acabaré en abril o en mayo, no puedo tardar mucho... Es ahora cuando tiene sentido. Pero no sé si he acabado con este tema. Todavía no tengo claro si haré la película musical, que es muy ambiciosa.

El procés me parece un laboratorio de lo posible y eso es muy estimulante

¿Qué le atrae del procés?

Me encanta esta situación. El procés me parece un laboratorio de lo posible y eso es muy estimulante. El reto de la independencia es la lucha contra una hegemonía, sin embargo, ¿cómo escapar de una hegemonía, la del Estado español, sin producir otra? Es todo un desafío. Por otra parte, este momento suspendido, para mí, es muy interesante. Estamos en una situación muy rica, muy interesante, con sus aspectos trágicos.

¿En Francia se entiende el conflicto catalán?

En Francia no hay una comprensión de la situación catalana, porque tenemos una tradición muy jacobina, de persecución de todos los idiomas que no son el francés (una vez hice una película cantada en árabe y occitano, porque me interesa el tema de los idiomas). Cuando hablo del tema catalán en Francia, las reacciones son muy simples: dicen que es la región rica de España que quiere marchar porque no quiere compartir. Sin embargo, desde hace un año las cosas cambian un poco. En parte, estoy haciendo esta película para compartir esta experiencia con el público francés, pero también porque tengo una relación muy emocional con el tema...

Usted no estaba en Catalunya el 1 de octubre de 2017. ¿Le habría gustado estar aquí y ver el referéndum?

¡Claro que me gustaría haber estado! Porque las imágenes, aparte de la represión, fueron muy emocionantes. Me emocionó mucho. Fue el inicio de mi determinación de trabajar el tema.

¿Ve relación entre el procés y los chalecos amarillos franceses?

Los contextos son muy diferentes. También hay una dimensión performativa en la ocupación de las rotondas por los chalecos amarillos. Pero las manifestaciones de Catalunya son mucho más organizadas, hay una dimensión de autoorganización, con música y todo...

Espero que sea posible 'volver a hacerlo'

Autorretrato de Érik Bullot.

El acto performativo de la DUI no salió adelante. ¿Es posible una reanudación de una acción fracasada? ¿Es posible "volver a hacerlo"?

Estoy haciendo esta película, justamente, para reflexionar sobre el tema. Pero espero que sí, porque si no, tendríamos que perder toda la esperanza. Creo que es posible explorar la potencia del pasado; es posible pasar por las utopías... Sí. Creo que es posible.