A de asombrosa. B de brutal. C de colosal, catártica. D de deja que esto no acabe nunca. Así hasta darle vueltas al calendario y todo impecable porque con Rosalía cuesta ser objetiva. Cae tan bien que no se le puede reprochar nada por reprochable que sea. Salió y lo eclipsó todo. La catalana volvió al festival que le brindó su primer gran formato y lo cerró reinando. Gustará más o menos pero lo de esta chica no tiene explicación terrenal. De riguroso negro, sensual hasta el más allá y con un magnetismo deliciosamente tierno, gobernó a golpe de motor, con un escenario minimalista, ocho bailarines acompañándola en su locura y la garantía absoluta de ser una artista que se estira como un chicle sin riesgo a romperse. El Primavera Sound entero se rindió a sus pies con un mayúsculo punto en la boca. La reina estaba en casa.

Foto: Montse Giralt

El éxito estaba asegurado desde primera hora de la noche, con el Fórum lleno a reventar de motomamis y una larga espera que congregó a los seguidores frente al escenario varias horas antes del momento programado. La tercera jornada del Primavera Sound solo tuvo un nombre y Rosalía se pasó el juego. Sonó Saoko, la primera de la lista, y la fuerza de la naturaleza hizo el resto. Le siguieron Bizcochito y La Fama en el concierto más tocho de los que recogió el recinto en tres días, superando a Depeche Mode, pero también en el más corto de los grandes titulares del festival. Priorizó sobretodo temas de su último trabajo, que a trocitos fueron sonando casi todos. El show no distó mucho del que ofreció en Barcelona el verano pasado: la misma sobriedad estética y un rollo tiktokero adaptado a la escasa hora y cuarto, y solo con algunas pocas variaciones en un set list lleno de reggaeton, toques electrónicos y bolero, pero con menos presencia de las palmas y sus bulerías flamencas.

La tercera jornada del Primavera Sound solo tuvo un nombre y Rosalía se pasó el juego

"Yo venía aquí a ver conciertos y a ponerme fina; aquí vi a Grace Jones y aquí soñé con ser cabeza de cartel", dijo en confianza. Estaba a gusto y se notaba. La de Sant Esteve Sesrovires es una de las nuestras y se forjó desde los bajos. Volvió a exhibir esa humildad provinciana arrolladora y ese orgullo de raíz que quiso remarcar en Motomami cuando alertó de los baches de la popularidad. Rosalía tiene los pies en el suelo y por eso quererla es fácil. Habló todo el rato en catalán, conectó fuerte con el público y se desató emocionalmente cuando comentó el peso que conllevan las giras para todos los que las hacen, recordó a su abuelo y sonó la voz grabada de su abuela, y confesó echar de menos Barcelona y la comida. Definitivamente es como esa amiga del barrio que sigue siendo igual aunque haga tiempo que no la ves, y eso la eleva.

Foto: Montse Giralt

Pero la fiesta siguió. Sonaron Despechá, Con altura y un remix de Beso y Vampiros, dos de las canciones que sacó con Rauw Alejandro, a quien se dirigió a distancia hablándole directamente a la cámara. Se echó en falta a Tokischa, que para sorpresa de todos fue baja en su cita con Linda y La Combi Versace, además de relegada a un sexto escenario que se le quedó enano en su convocatoria. La versión de Héroe de Enrique Iglesias hizo saltar algunas lágrimas, con Malamente volvió al inicio de la vorágine y CUUUUuuuuuute le puso el broche final a un recital vocal impecable. Hubo algún problema de sonido que ella salvó con su gracia innata. El público enredado, embobado y hasta inerte por estar ahí, a duras apenas se dio cuenta o le dio igual. Y Rosalía ahí arriba, tendiendo las alas.

También se notó el poco espacio entre el gentío. Una lástima que el aforo volviera a verse superado recordando los peores ratos de la edición pasada. Los empujones y los tapones a la salida entorpecieron la buena experiencia del usuario, que igualmente se convenció para irse con buen sabor de boca y romantizar el momento. La reina se fue y medio festival decidió no darle los buenos días al sol porque ya era suficiente con una estrella por jornada. Y la suya está en racha. Dice Rosalía en una de sus canciones que no salga la luna, y la increíble luna llena y majestuosa que iluminó la tarde le hizo caso y no salió. Pero es que ni siquiera su brillo le hubiera hecho sombra.