Port es un pueblo de costa pobre y miserable en un país remoto. Sus habitantes pasan hambre y sueñan con capturar una sirena que les brinde fortuna, eso es, para domarla y que les lleve pescado. A i sabessis el mar com és bonic, novela de debut de Gemma Calduch, su autora hurga en la relación literaria clásica entre pescadores y sirenas a través de Arno, un hombre con el corazón endurecido por la muerte de su mujer, y la Neva, una sirena capturada que, poco a poco, se va desprendiendo de su cara más salvaje. En Port, los sentimientos humanos más reales se mezclan con las leyendas y los personajes fantásticos más insólitos, las idiosincrasias familiares están manchadas de muertes violentas y envidias, y el mal puede ser irremediablemente seductor: incluso un monstruo se puede convertir en objeto de deseo.

Es imposible leerse Si sabessis el mar com és bonic sin oír ecos de La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, sobre todo en las líneas que describen el animal como animal, pero también en aquellas líneas en las que la autora –y los personajes– va descubriendo su humanidad

Es imposible leerse Si sabessis el mar com és bonic sin oír ecos de La piel fría, de Albert Sánchez Piñol, sobre todo en las líneas que describen el animal como animal, pero también en aquellas líneas en las que la autora –y los personajes– va descubriendo su humanidad. En la manera de ligar realidad y fantasía, sin embargo, a Gemma Calduch se le entreven las costuras. Siempre he sido de la opinión de que el género fantástico bien articulado es aquel que consigue presentar la magia de manera tal que no solo parece posible, sino que parece razonable. La buena fantasía absorbe encantadoramente sin que el lector se dé casi cuenta de ello, prácticamente sin conciencia ni esfuerzo. J.R.R Tolkien explicaba que "la fantasía es escapista, y esta es su gloria. Si un soldado es encarcelado por su enemigo, ¿no consideramos que es su deber escaparse?".

Foto Gemma Calduch ©Noemí Elias Bascuñana
Gemma Calduch debuta con la novela Si sabessis el mar com és bonic /  Foto: Noemí Elias Bascuñana

Sin poder escapar del todo

Con Si sabessis el mar com és bonic no me he podido escapar del todo. Por causas diversas, es un libro que se lee con un pie dentro y un pie a fuera siempre. En primer lugar, pese a la riqueza del estilo en las descripciones, cuesta juntar las piezas que Calduch lanza al aire para pasar de las palabras a la imagen. Para que las cosas inventadas lleguen al lector tal como el escritor las ha inventado, el escritor las tiene que poder explicar tal como si las hubiera visto. Eso pasa con Neva, la sirena, pero con respecto a la dimensión física de los lugares y al resto de personajes, a veces el texto cojea. En segundo lugar, el lenguaje tiene un deje artificioso –fino, fino, pero perceptible– en el que la elección de determinadas palabras otorga al texto un tono que quizás es un punto rígido y performativo: como si la autora escribiera como querría escribir y no como escribe cuando está sola: no la tiene que leer nadie y pica letras porque no puede hacer otra cosa. Excepto los adjetivos anteriores a los sustantivos y algún castellanismo que se le ha escapado al editor, cada palabra está en su lugar, pero el texto no tiene la vida que rezuma la historia que quiere explicar. Quizás es por esta rendija, este decalaje entre palabra e imagen, tono e historia, por donde, a pesar de la paradoja, filtra, la credibilidad de su fantasía.

Quizás es por esta rendija, este decalaje entre palabra e imagen, tono e historia, por donde, a pesar de la paradoja, filtra, la credibilidad de su fantasía

Si sabessis el mar com és bonic es el primer libro de Gemma Calduch. En términos literarios comparados quizás no es perfecto, pero tiene la potencia y la materia prima necesarias para poder seguir escribiendo y, sobre todo, para poder encontrar una voz capaz de explicar con sencillez y naturalidad todas las historias que no podrán existir nunca fuera de nuestras cabezas. A menudo escribir bien quiere decir explicar las ideas tal como las has imaginado y, al mismo tiempo, confiar en que la idea será lo bastante robusta para no tener que rellenarla con guarniciones. En estos términos, cuando se produce un desequilibrio entre cabeza y palabra, entre idea y tono, el texto puede acabar rezumando pretensión y la pretensión impedirá una relación de confianza del lector con el texto. Conseguir esta uniformidad es, en el fondo, conseguir que un libro se haga ligero y absorba. Y está donde llegará la autora de Si sabessis el mar com és bonic si sigue estirando el hilo porque nos escapamos con ella.