"En el mundo real no existe el trap". Las palabras para Clarín son de Anton Álvarez, Pucho, conocido –ahora ya en el mundo entero– como C. Tangana. "Sólo es música que va evolucionando y que en tres años sonará diferente", remataba. Era marzo de 2019. El madrileño, de denominación –no había creado la voz artística de El Madrileño-, se disponía a debutar en Lollapalooza (Argentina). La pandemia no existía y el trap como género uniforme, tampoco. Pero la tendencia a la disolución del estilo, dos años después, es una exageración de rápida.
La desdefinición del trap ha corrido a más velocidad que el feed de Instagram. El mismo C. Tangana ha sacado un disco, El Madrileño, top de atención mediática después de su Tiny Desk, que no tiene bases sincopadas y que canta al amor en forma de bolero. Y sin el egotrip habitual del hip hop, ni los beefs (disputas entre artistas) de los primeros temas trap.
Un género desvirtuado
La tendencia ha transcurrido en paralelo en nuestra casa. Hace dos años, Lildami también pensaba de la misma manera: las canciones más escuchadas de su álbum debut, Flors mentre visqui publicado por Halley Records, una compañía que también edita artistas pop como Suu, eran colaboraciones con bandas como Oques Grasses.
¿Se ha desvirtuado el género? ¿O ya llegó desvirtuado?
Cuando el trap se etiquetó como trap por la prensa, la mayor parte de lo que se hacía aquí ya no era trap. Porque el trap, como subgénero del hip hop nacido en Atlanta, es y era pequeñísimo. Poca gente en los EE.UU. sigue haciendo trap, salvo artistas como Waka Flocka Flame. El resto ha empezado un mestizaje que las redes sociales han evolucionado a golpe de storie. Incluso los más notorios, y de marcado ademán gansta, como Gucci Mane, han colaborado con artistas pop. Ahora las bases con hit hats y bombos profundos, el fraseo heredero del hip hop, se lleva en todos los estilos. En los EE.UU., en Latinoamérica, en España. Y en Catalunya.
Baile, baile y más baile
Cuando Yung Beef no sabía liarse porros, el EDM lo arrasó todo. Escuchar los discos de Rihanna o Madonna en el momento del boom-EDM era escuchar una discoteca de envoltorio pop. ¿Qué queda, de aquello? Nada. No hace tantos años. ¿Y ahora? Lo mismo: el pop, con vocación mainstream fagocita los sonidos nuevos salidos del underground, el urban o el trap... Bien, los hit hats, bombos grandes y profundos y sonidos sincopados.
Porto Bello hace un tiempo era un grupo que sonaba a La Pegatina; desde el momento en que Oques Grasses añadieron electrónica EDM a sus temas, Porto Bello también lo hizo. Es decir, cuando hay una novedad en los géneros mainstream, los cambios se extienden deprisa. En el trap esta tendencia ha sido brutal por todas partes: el trap metal, por ejemplo de Ghostemane, empezó con bases densas y, poco después, ya suena a Marilyn Manson. Puro mainstream.
Una distancia abismal
Claro y catalán: en sólo seis años, la distancia que hay entre un tema trap de Lildami y el primer tema que hicieron P.A.W.N Gang es abismal. La escena trap en Catalunya, entendida como una estética muy determinada al principio de la década pasada por Pxxr Gvng o Damm Squad, los sonidos agresivos y las historias de barrio, ha sido muy pequeña. Han seguido a su manera los designios del trap, del trap americano, a pesar de haber reformulado sonidos y haberse alejado de los orígenes del género siempre que han querido. Pero son los hijos de aquella generación los que ahora lo rompen: canciones con producción urban, pero vocación –reconocida y normalizada– pop.
Tauro, Flashy Ice Cream, Slim Samurai, 31 Fam, The Tyets... Cualquiera de estos artistas está más cerca de colaborar con Buhos –si no lo han hecho ya– que con el Yung Rajola de "Gossos", un tema que no es para todos los públicos. La escena catalana no se ha fijado en el trap de los EE.UU. sino en el hip hop comercial de los Estados Unidos. Travis Scott, por ejemplo. Y allí también se ha producido esta mezcla: los sad boys de los que tanto ha bebido Lildami, como Lil Peep o XXXTentation venían de escuchar Fall Out Boy. Emo-rock. ¿Los tatuajes hacen el trap? No todo el mundo que lleva un polo a Fred Pery es skinhead.
La victoria de las fiestas populares
Ahora mismo es mucho más fácil que Lildami acabe colaborando con Zahara o Miss Caffeina que con Goa o Ummo. Y no tiene nada malo, son otros mundos", dice Joan S. Luna, redactor jefe de la revista MondoSonoro y que ha seguido el movimiento urbano desde su inicio. El trap catalán no está intentando hacerse un lugar en la minoritaria escena americana, ni siquiera en la pequeña escena nacida en España a principios de 2010. El trap catalán, como han hecho los más grandes artistas de urban ya citados, como Travis Scott y C. Tangana, quiere las plazas más notorias. En la escena catalana, la victoria es TV3, fiestas populares y Canet Rock.
"El drill es el que se está moviendo de forma underground ahora a Inglaterra. En España empieza. Estos artistas ingleses no se pelearán para colaborar con bandas de pop electrónico como Disclosure. Pero las siguientes generaciones, sí que lo harán. Y quién descubra el drill a raíz de estas colaboraciones, todavía mezclará más el género", dice Joan S. Luna. "Eso ha pasado toda la vida. ¡El primer ejemplo que viví fue Kiss haciendo "I was made for loving you" (1979), un grupo de rock haciendo disco! La música disco mandaba en las listas".
Tras aquel tema había Vini Poncia y Desmond Child, compositores con un montón de hits pop en las espaldas. Cracks a sueldo. No necesitaron maquillarse para ser un Kiss más. Sólo compartían objetivo con la banda: la colabo servía para llegar a un público lo más mayoritario posible.