A mí también me ha pasado y más de una vez. No recuerdo el rastro del pasamontañas ni las farolas parpadeando en callejones vacíos porque no han existido. No. Pero si los cachetes en la discoteca, los dedos estrechando con fuerza el final de la espalda, el aliento coercitivo sobre mis mejillas sudorosas hasta llegar a una cama que no era la mía. También los WhatsApp exitosos del día después a las colegas para mitificar una noche de mierda y olvidar la culpa, que todavía pesa un poco. Seguramente ellos ni se imaginan que son ellos porque nunca se lo he dicho, porque saber que te han forzado da vergüenza, porque siempre sientes que eres tú quién podría haberlo hecho diferente.
El que no es diu es la conversación que todos y todas deberíamos tener alguna vez, por cura, por redención, por dignidad, qué sé yo. Dos personas, agresor y víctima, que hablan de aquello que pasó cuando eran adolescentes mientras hacen recreaciones dramáticas de otros personajes que reproducen sistemáticamente el latido de la cultura de la violación. "Una violació és qualsevol acte de violència sexual on no hi hagi ni consentiment ni desig", dice Marilia Samper, directora de la obra. Interpretada por Muguet Franc y Xavi Sáez ,el texto está inspirado en un caso real. Se puede ver en la Sala Beckett hasta el 6 de junio y debería ser una parada obligatoria para hombres y mujeres. Sobre todo para ellos, aunque miro a mi alrededor y más del 50% del público es femenino. Se ve que algunos se enfadan y salen diciendo que no todos son iguales. "La mayoría de veces los agresores ni se enteran de lo que han hecho porque las conductas machistas están tan arraigadas que cuesta mucho identificarlas y cambiarlas".
La víctima
¿Te acuerdo de aquello? Cuando no llamas a las cosas por su nombre es porque te da pánico recordar. Con temblor en las manos, la mirada perdida y los dedos de los pies alterados tras las zapatillas deportivas verdosas por fin habla de lo que me hiciste, que me violaste. Le ha costado 20 años entender que fue una violación. El mecanismo del subconsciente es intentar justificar y minimizar el porqué: que si la tele nos ha enseñado que el amor es violento, que si alomejor me gustó y no me acuerdo, que si, que si, y si, y si. No es responsabilidad de la víctima, nunca lo fue y nunca lo será, aunque él te guste, aunque fueras con muchos gin-tonics de más. No es culpa tuya. La re apropiación de una misma pasa por decir en voz alta que alguien que supuestamente te quería te violó, y no dejar que nadie te niegue la verdad que has vivido, ni siquiera tú.
El agresor
Durante más de cinco minutos hace un monólogo lleno de responsabilidad no compartida. El desconcierto cuando escucha la palabra violación es brutal porque él no es un violador, es un buen tío, y la figura del agresor que tenemos en el imaginario colectivo se desmonta de golpe. ¿No son conscientes de lo que han hecho o se olvidan por vergüenza? ¿Sienten placer sobre un cuerpo inerte? ¿Piensan en eso? "No nos encontramos agresores que reconozcan la agresión ante la víctima", explica Marilia. Cuando la fiera se siente atacada se defiende con el argumento preferido: no dijiste que no. Primero, reducir el consentimiento a un eslogan es un debate terrorista que ya deberíamos haber superado y segundo, el ejercicio de humildad es obligatorio para acabar con la lacra de la violencia sexual. Deconstruirse para reconocer, reconocer para comprender y comprender para no hacerlo nunca (más).
La madre de ella y el padre de él
¿Por qué el patrón de las mujeres es callar y normalizar las agresiones sexuales? Eso nos ha pasado a todas, le lanza a la madre a la protagonista cuando esta le dice que cree que ha sido violada. El porrazo mental es terrible porque también cuesta asimilar que hemos sido (y somos) colaboradoras pasivas de la propagación de esta plaga, bien cuando hemos callado, bien cuando nosotras mismas hemos sentenciado condenas del tipo es que lo iba buscando, es que mira con quien se junta; la re victimización del entorno es el principal aliado de la violencia patriarcal - lo hemos visto en muchos juicios mediáticos sobre violaciones – y alimenta la autoinculpación que nunca acaba. El padre patriarca y violento como referente masculino duro, hombre de la casa, autoridad de poder que denigra a la madre porque es tonta. tonta. "Uno hace lo que aprende", critica Marilia. Y lo comparto, pero lanzo una pregunta retórica al aire: ¿"disculpa" eso la mala praxis de los hijos?
El amigo y la amiga
Cuando tienes 15 años lo que dicen los amigos va a misa. El sentimiento de pertenencia a esta edad es demasiado fuerte como para dejarlo de lado pero entonces aún no sabes que la presión de tu alrededor te acompañará toda la vida. Necesitar la validación ajena no sólo influye en nuestros actos, sino que borra los espacios de reflexión necesarios para que no seamos aliados y aliadas de este horror. ¿Cuántas veces os han dicho estrecha por no iros con un chico? ¿Cuántas que eres un mierda si no te la haces la primera noche?
No os imaginéis una representación encarnizada. La obra de Samper es minimalista y cruda, un un cubo de agua fría que no necesita atrezzo ni luces especiales. Refuerza ver que la ficción deja de tirar de la violación tópica para enseñar la cara más real de las agresiones sexuales, las que sufrimos de personas conocidas, amigos o parejas, pero tenemos que trasladarlo a la calle y a las casas. Cuando salgo de la sala, me encuentro cara a cara con un cartell que es imposible no ver: el número de teléfono de atención contra la violencia machista. Silencio y rabia, impotencia y sororidad. Es excesivamente duro porque te pone frente al espejo de una realidad que nadie quiere escuchar: la de saberte agredida, la de reconocerte como agresor y la de preguntarte cíclicamente cuántas personas amadas han actuado así. Muchas más de las que creemos. Demasiadas.