Si realizas una búsqueda en Google, al introducir las palabras "estación", "Rocafort", "metro", "Barcelona"; inmediatamente te aparece la palabra "fantasmas". Efectivamente, desde hace décadas corre la leyenda urbana que esta parada de la Línea 1 del suburbano barcelonés está maldita. Fábula terrorífica de la que parte el guion de Estación Rocafort, el nuevo largometraje de Luis Prieto, cineasta madrileño con una extensa trayectoria en Hollywood que ahora ha vuelto a rodar en nuestro país.
El filme, que hoy llega a las salas de cine, transporta al espectador hasta las entrañas del metro barcelonés, de la mano de Laura (Natalia Azahara), una joven inmigrante mexicana que hace poco ha empezado a trabajar allí y a quien le asignan, sin que pueda negarse, la vieja y aparentemente tranquila, estación de Rocafort. Sin embargo, pronto descubrirá que en ese espacio, a lo largo de los años, ha muerto mucha gente en extrañas circunstancias y que el lugar desprende una singular y muy siniestra energía. Altamente recomendable para los amantes del terror y el thriller psicológico, entrevistamos a su realizador.
Explicas que tras acabar el rodaje de Estación Rocafort cogiste miedo a ir en metro por la noche.
Era una broma... A medias (ríe). He pasado tanto tiempo investigando sobre la estación Rocafort, preparando la película, rodándola, montándola... que ahora, inevitablemente, cuando voy en metro, si el vagón está relativamente vacío, por culpa de la peli me sugestiono y entro en estado de alerta. Y creo que, hasta cierto punto, le pasará a algunos espectadores que después de salir de ver la película, cuando vayan al metro y se lo encuentren vacío o con poca gente, igual empiecen a acordarse de algunas escenas de la película. En 2017 rodé Secuestrada, una chase movie con Halle Berry de protagonista, con un montón de accidentes de coche. Aún hoy, cuando voy por la autopista y veo alguna cosa rara, se me mete el miedo en el cuerpo. Es lo que tienen los thrillers, que se te adhieren al cuerpo, se quedan contigo.
Hablando de thrillers, citas La semilla del diablo de Polanski, como referente cuando empezaste con este proyecto.
Son dos películas completamente diferentes. Tenemos pocas cosas en común, pero sí, fue mi referente cuando empecé con Estación Rocafort, especialmente en el aspecto psicológico del thriller. La semilla del diablo es una película que siempre me ha fascinado. He consumido mucho cine de terror e influencias como Viernes 13, siempre han estado ahí, pero también otras películas que no tienen nada que ver con el terror. Un género con el que, de adulto tomé cierta distancia, pero que devoré durante la adolescencia y que, de alguna manera, tengo dentro de mí. Porque lo que ves, lo que lees, lo que experimentas durante aquellos años, aunque sea inconscientemente, te acaba acompañando toda la vida. De hecho, haciendo Estación Rocafort me he dado cuenta de que era fan del género de terror sin saberlo.
Haciendo Estación Rocafort me he dado cuenta de que era fan del género de terror sin saberlo
Ha salido el Luis niño.
Muchos hemos entrado en el cine a través del slasher de los 80 y luego hemos ido ampliando miras. El cine de terror y el thriller, son géneros que, supongo que por sus características, te conmueven como espectador. Provocan suspense, ansiedad. Juegan con eso con lo que hemos crecido, que es el miedo a la oscuridad. Es algo ancestral para poder sobrevivir. Hoy en día, ese instinto ya no es necesario porque vivimos en lugares seguros. La sociedad ya está diseñada para proteger a las personas que son parte de ella. Pero no era así en la prehistoria. Allí estabas expuesto todo el tiempo a los peligros del entorno. Pero nos sigue gustando experimentar esa reacción tan humana que tenemos ante el peligro, ese subidón de adrenalina. Algo mucho más acentuado cuando eres adolescente. Cuando eres niño te gusta experimentar con estas cosas. Emociones que nos proporciona el cine de terror. Nos gusta asustarnos.
El germen de Estación Rocafort nació años atrás, cuando viviste en una temporada en Barcelona.
Fue la primera vez que supe de la leyenda urbana que persigue a esta estación. Una parada de metro supuestamente maldita, puesto que en su construcción ya murieron varios trabajadores. Posteriormente, fue refugio antiaéreo durante la Guerra Civil. En los ochenta hubo una serie de accidentes y, más tarde, en los 90, se convirtió en lugar preferido para suicidas. En todas las ciudades hay lugares públicos que, de repente, sin una explicación lógica, han atraído a las desgracias, las muertes.... Pero si soy sincero, no le di más vueltas a la historia, hasta que hace un par de años, los productores de la película, me contactaron y me ofrecieron hacer una película de terror inspirada en la leyenda urbana de la estación Rocafort.
Aunque solo un tercio de la película pasa dentro del metro, debió ser un rodaje intenso.
Mucho. El metro de Barcelona solo cierra entre semana de la una de la madrugada a las cinco de la mañana. Cuatro horas para una jornada de rodaje es poquísimo. Y aunque esté cerrado, a veces pasan trenes. Y las logísticas de bajar a las vías, eran muy complicadas. Pero esa veracidad de rodar en localizaciones reales ofrece un extra al espectador, descubriendo un mundo que no había visto hasta ahora.
Por curiosidad, en la película Rocafort aparece como una parada de la línea amarilla. Si eres de Barcelona sabes que es de la roja.
Empezamos a rodar la película en la estación de Rocafort, pero hubo un pequeño incidente un día que nos forzó a parar. Reflexioné sobre el tema y pensé que a lo mejor era buena idea evitar el gore.
Estación Rocafort es un viaje a veces visceral, a veces muy emocional
¿El gore?
Preferí ir a rodar a otra estación por respeto a las familias de las personas que se han quitado la vida en la estación de Rocafort. Al fin y al cabo, estamos haciendo una película de ficción. El exterior sí que es el de la estación de metro de Rocafort, pero pensamos que, con ese pasado tan oscuro, no era necesario tener que rodar en esas vías y que podíamos replicar el escenario en cualquier sitio. Y el hecho de que cambiáramos el color de la línea, acentuaba el hecho que la película no es más que una ficción.
Sin hacer espóiler, ¿habrá segunda parte?
Yo creo que sí. Es decir, la película termina en un sitio donde uno puede intuir que empieza otra historia. Estación Rocafort sigue un arco argumental que empieza en un sitio y termina en otro que está muy lejos de donde había comenzado. Pero en ese proceso, hay una llamada a nuestra propia historia, a lo arcaico, a lo místico y a lo religioso. Un viaje a veces visceral, a veces muy emocional. Y es cierto, donde termina la película podría comenzar otra. Y esto es parte de la gracia de hacer películas que terminan e invitan a los espectadores a que continúen la conversación fuera de la sala: "¿Y ahora qué sucede, qué va a pasar?".