Cuando se anunció que Estopa iban a tocar en el Estadi Olímpic de Barcelona, más de uno se llevó las manos a la cabeza. Esa (gran) plaza está reservada solo para algunos privilegiados, históricamente es para artistas internacionales (Estopa son los primeros catalanes y españoles en actuar ahí). De hecho, este verano, solo habrán tocado ahí Rammstein y las dos fechas de Bruce Springsteen. En cualquier caso, para los escépticos con la noticia (incluso ellos lo veían desmesurado cuando se lo propuso el promotor): las entradas volaron en pocas horas. Con lo cual, ¿quién puede dudar de la capacidad de convocatoria de los chicos de Cornellà? Y también de su vigencia como grupo en 2024 con un disco como Estopia, a pesar de que el tiempo pasa y el mundo evoluciona. Es verdad que, cuando empezaron, no se imaginaron estando 25 años más tarde en este lugar, trabajar en la fábrica o en el bar de sus padres era el camino más lógico.

El éxito masivo y llenar un Estadio Olímpico han llegado porque se lo han ganado currando y porque tienen muchas canciones muy bien paridas, que para eso también hay que valer  

Si hay una palabra que define a Estopa esa es calle, con todo lo que ello conlleva. Por tanto, en cualquier situación, nos imaginamos de risas con los hermanos Muñoz tomando unas cañas. Bien sea con el del medio de Los Chichos, o sacando una guitarra para echar unos cantes y tocar las palmas. En fin, con la idea de pasar un buen rato (y tan a gustito). Con esa cercanía tan cotidiana, y la sensación errónea de que la gran mayoría (la gente del pueblo, la del barrio) podría estar en su lugar. Sin embargo, aun contando con el factor suerte (y con mucho trabajo), los elegidos han sido ellos. Y por algo será. Es decir, que les veas como a tus primos con lo que jugabas de chico o como tus amigos gamberros del instituto, no le quita valor a lo que han hecho. Y eso, por desgracia, a veces lleva a la confusión: como son tan simpáticos y tan campechanos (uy, ¿se puede decir eso?), se les resta méritos. De todos modos, nunca han pedido más de lo que tienen: el éxito masivo y llenar un Estadio Olímpico han llegado porque se lo han ganado currando (desde aquella primera maqueta que ruló de coche en coche y la premura con Por la raja de tu falda) y porque tienen muchas canciones muy bien paridas, que para eso también hay que valer.   

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Estopa, héroes de la clase obrera a ritmo de rumba / Foto: Alejandro García / EFE

Con lo cual, el concierto de Estopa, al margen de las canciones que toquen, de cómo suenen en un espacio tan grande o de si llevan más o menos producción, está en la gente. En el ambiente, en el perfil de un público que no atiende a edad, género, clase social o estilo de música y, no nos olvidemos, en la voluntad única de pasarlo bien. Tal cual en las fiestas de pueblo de la España vacía en verano, las del barrio de tu ciudad, cuando algunos han hecho las maletas o lo que surge fruto de la improvisación tras unos chatos de vino, unos tacos de jamón y queso y, si procede, fumar unos canutos para sumar alegría y jolgorio. Pero claro, esto es el Estadi Olímpic (poca broma). El concierto, de alguna manera, ya empieza en una Ronda Litoral atascada dirección Llobregat y, afortunadamente, sin ningún Seat Panda. Después la subida a Montjuïc, desde la parada de metro en Plaça Espanya, el trayecto hasta la montaña por las escaleras mecánicas y ese río de gente entusiasmada, cada uno de su padre y de su madre. En ese tránsito, hay un estudio sociológico. Y muchos comentarios y actitudes que te hacen reír. Vale todo (o casi todo) en esa caravana humana a lo Walking Dead. Hay mucha gente joven (más de la que esperaba), cosa que habla muy bien de Estopa. Y entretanto, conversaciones de todo tipo, canticos en plan estadio de fútbol en Argentina, lateros (que hacen su julio en agosto) y algún que otro reventa intentando hacer negocio o engañar al típico despistado. A todo esto, se pasan más controles aquí que para entrar a Estados Unidos. Que no sea por falta de seguridad.

La hazaña definitiva de Estopa

Y luego, con estos antecedentes y como objetivo final, el concierto (empieza con 40 minutos de retraso). Ya sea con rumba o rock'&'roll callejero. O lo que quiera que ellos quieran tocar. Nunca se han puesto trabas. Obviamente, no van a hacer música de cámara, nadie a estas alturas les va a pedir eso. Y menos ahora que, visto lo visto, la fórmula les da para reunir en torno a 60.000 personas. Como previa, el pitido de una cementera que casi nadie entiende, una señal de stop en el escenario e imágenes, creemos que de Cornellà, en las pantallas (luego concretan que es la curva de la ronda de la 15 a la 14). Con la segunda canción, Cacho a cacho y su “acelera un poco más”, se han metido al público en el bolsillo. “Yo no sé si voy a poder acabar, ya estoy afónico a la segunda. Es un mal día para dejar de fumar, pero estamos en casa y no nos vale el empate, tenemos que ganar”, dice David Muñoz. O cuando oscurece y lucen ya las pulseras con lucecitas que nos han dado a la entrada suelta un, “la noche es oscura y alberga horrores". También dejan claro que el guion lo han hecho ellos, así que se van a tomar una birra. “Esto Bruce Springsteen no tiene huevos a hacerlo”, masculla David.

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Estopa, el primer grupo catalán que consigue llenar el Estadi Olímpic / Foto: Carlota Figueras 

Todo esto con una fogata que se han traído de Cornellà y ellos, sentados en un muro de grafitis con sus cervezas, instante que aprovechan para hacer Sola, una de las recién llegadas. O Ya no me acuerdo, un tema rescatado de 2004 que José hace solo. Hasta que aparece David con una máquina que dice que hace milagros. Por ejemplo, va a propiciar que los racistas se callen, que todas las guerras acaben, y si pulsa tal botón el Espanyol sube (que ya sucedió), y si toca aquel otro, el Barça gana la Champions del año que viene. "Os vamos a cantar unas rumbas". Y lógicamente, cae Por la raja de tu falda. David, al ver que entre el público podría haber alguien que se marea, pregunta: “¿Fumaste porros? Si es así, no pasa nada, nadie se ha muerto por eso”. O tratando de mitigar el sofocante calor, un guiño involuntario a Coque Malla, con un “no puedo vivir sin ti, no hay manguera”, dedicada a los bomberos de Barcelona. Y es que, así son los hermanos Muñoz. Le sacan punta a todo. Cualquier excusa es buena.

Estopa ha afrontado su reto más grande y han salido airosos (y victoriosos). Es otra hazaña, una más, de los hermanos Muñoz

Improvisan lo que vendría a ser una terraza de bar, con su mesa y sus sillas, un poco al estilo del Tiny Desk de C. Tangana, pero a su manera, menos cool y no tan pretencioso. En ese corrillo el recuerdo a Jero de Los Chichos y a la rumba autóctona con El pescailla, con la cantante Chonchi Heredia como apoyo. Entonces, vuelven a sacar su vena cómica a propósito del pebetero: “Pero quien es Rammstein, ¿el primo de Einstein?”. Y así, una tras otra, David que sale subido a una especie de patinete/farola, el Seat Panda rojo que plantan en medio del escenario y, bueno, aunque no lo parezca, suena música. De hecho, Partiendo la pana es un momentazo, o el flashback de Me falta el aliento que canta todo el público dejándose la garganta. Como no, hay una dedicatoria a la clase obrera, a los que se levantan a las 5 de la mañana. O esa premisa que llevan a rajatabla: “Si quieren vernos, no busquen una iglesia, busquen un bar”. Tras Fuente de energía (tremenda interpretación) y Paseo, el video nostálgico y conmemorativo de los 25 años de vida de Estopa. Vino tinto pone los puntos sobres las íes y, claro está, cita a Lamine Yamal y a su papá, ese "Lamine Yamal, cada día te quiero más", que se ha hecho viral en la Eurocopa de fútbol. Finalmente, una declaración de intenciones: “No nos movemos de aquí, aunque nos invadan los rusos”. Pero sí, tras dos horas y media de recital (con buen sonido), habrá que moverse, pero con Como Camarón, que es la canción con más escuchas suyas tiene en Spotify, nada menos que 149 millones de reproducciones. No sabemos que representaría eso en casetes de gasolinera, pero seguro que serían unos cuantos. En conclusión, Estopa ha afrontado su reto más grande y han salido airosos (y victoriosos). Es otra hazaña, una más, de los hermanos Muñoz.