Ya hace días que quiero escribir sobre Euphoria. Porque me ha gustado y no, pero me ha tenido embelesada delante de la pantalla del portátil. Porque medio me ha molestado, medio me ha fascinado. Y porque desde de Euphoria veo en las aulas unos eyeliners imposibles y preciosos que estiran la mirada hasta más allá de la propia cara. Euphoria habla de la adolescencia y de todo lo que conlleva. Que es todo y de manera intensa y violenta: el amor, el sexo, las drogas. La familia, las redes sociales. Jóvenes que lo tienen todo al alcance, pero que se ahogan en una infelicidad patológica. Retrata este momento de la vida que una vez pasada parece que no había para tanto (pero sí que había para tanto). Quiero decir que es cansada, difícil y larga, esta etapa. Son las primeras veces de todo e, inevitablemente, te haces daño. Porque no sabes descodificar las primeras veces y no sabes interpretar el dolor que hacen las cosas (visto con perspectiva, qué pereza, volver a los dieciséis años).
Euphoria habla de la adolescencia y de todo lo que conlleva. Que es todo y de manera intensa y violenta: el amor, el sexo, las drogas. La familia, las redes sociales
Seguramente uno de los éxitos de Euphoria es cómo explica eso: la frustración, la vulnerabilidad y la mala leche. El espacio entre lo que es real y lo que es imaginado, en el espacio entre extasiarte de felicidad y retroalimentarte en la desgracia. El vacío, siempre. Y los ojos repasados de purpurina. La generación que retrata la serie es quizás un poco como somos todos a esta edad, no sé si más egoístas o más insatisfechos. Mentirosos, por encima de todo. Y llevados al límite, que por eso es ficción. Caen mal y son, en general, un grupo de cabrones. Me ha gustado que la serie no se mire este momento con condescendencia. Me ha gustado que retratándolos tan obsesionados con ellos mismos, los veas perderse y romperse. Me han gustado los padres desesperados que les cuesta salir adelante más que a sus propios hijos. Y que con todo este panorama, siempre quepan cascadas de imágenes haciendo chiribitas lilas y música eléctrica que te emborracha hasta cansarte. Eso último no sé si me gusta o no. O si un poco vale pero quizás al final se pasa. La preocupación estética de la serie parece que a veces olvide el argumento. Pero reconozco que visualmente es apoteósica.
La generación que retrata la serie es quizás un poco como somos todos a esta edad, no sé si más egoístas o más insatisfechos. Mentirosos, por encima de todo. Y llevados al límite, que por eso es ficción
También es interesante que superen la exclusiva desnudez femenina que hemos visto desde que se ha visto desnudez en la pantalla. Que encuentro que nos cuesta, superarlo. Y que se explica desde la mirada patriarcal que ha dominado el mundo delante y detrás de las cámaras y demuestra cómo de acostumbrados estamos a la exposición del cuerpo de la mujer como un producto de consumo masivo. Me ha gustado que el personaje trans tenga una trama que va más allá del hecho de ser trans. Todo eso bien, pero también es verdad que sólo un personaje de la serie rompe el estándar de cuerpo normativísimo que hemos visto siempre y en todos lados. Hay más cosas que me han chirriado. Pero más después, cuando pensaba, que cuando me iba dejando arrastrar por Zendaya pasandpo el mono y corriendo por todo Los Ángeles. Justamente, me chirría el retrato sobre la drogadicción. Entiendo que está sobre-representada en mundo del cine. Ya hemos visto Réquiem for a Dream y hemos entendido el fondo del tocar fondo (o Let Me Fall, una joya islandesa sobre dos adolescentes politoxicómanas que todavía no me saco de encima: a quién le interesen dos horas de una crudeza que te va cortando con cutter que la busque a Filmin). En Euphoria no está romantizada, pero hay cierta ligereza entre el drogarse e ir tirando, rehabilitarse e ir tirando.
Euphoria vale mucho la pena. Pero yo a los dieciséis años no volvería. Ni loca
Supongo que la gracia es la imperfección de los personajes. Como la belleza y la sexualización representa un poder para unas chicas que sólo se construyen a través de eso. Es una herramienta para ascender socialmente y una obsesión para conseguir a quien creen que las hará felices para siempre. Es interesante, supongo, si se sabe ver la crítica. Y lo que me parece fuerte es lo que decía al principio, de lo que veo en las aulas. Y en los escaparates de Inditex con la ropa de Jules Vaughn. El circuito cultural: cómo una serie marca pautas y modos. Cómo las absorbemos. Qué poder tiene, la ficción, capaz de perfilar (más allá de los ojos) gustos y comportamientos. Euphoria vale mucho la pena. Pero yo a los dieciséis años no volvería. Ni loca.