Eva Baltasar (Barcelona, 1978) se explica, como sus personajes, con una honestidad y una contundencia poco usuales. Después del éxito incontestable de sus dos primeras novelas, Permagel y Boulder, ahora es el turno de Mamut (Club Editor), que llega a las librerías esta semana cerrando la trilogía. Siguiendo el rastro de sus predecesores, Mamut es la historia de una mujer que no respeta tabúes ni convenciones, enfrentada a la vida estable de ciudad y a sus malestares: una voz narrativa llena de potencia que no rehúye las partes más oscuras de sí misma y del mundo que lo rodea.
En el libro, la soledad es el camino de la protagonista para encontrar una vida en que se sienta mejor.
Es uno de los rasgos característicos no solo de la protagonista de Mamut sino también de las de Permagel y Boulder. Son estas mujeres que transitan por los límites y buscan esta soledad porque viven con incomodidad en la sociedad donde están. Esta soledad es apartarse y buscar un espacio donde se sienten cómodas, protegidas y desvinculadas.
¿Qué les incomoda del mundo donde viven?
En el caso de Mamut, la protagonista siente que en la ciudad donde vive hay una falta de autenticidad y una suciedad, un ambiente muy embrutecido a todos los niveles, no solo como una cuestión física. Y tiene la necesidad de marcharse de allí para reencontrarse con otro tipo de mierda, la más orgánica y salvaje. En este libro, hay una pincelada biográfica porque yo he hecho el mismo movimiento que ella de estar trabajando y viviendo en una ciudad y marcharse buscando la ruralidad en la Catalunya interior. Sin embargo, a la protagonista la habría podido poner aislada en un monasterio o en un barco en medio del mar, es decir, cualquier lugar no colonizado por la gente y por el capitalismo extremo. Ella tiene la sensación que en la ciudad se aprovechan de ella, que la están explotando, y busca un poco la autosuficiencia, poder funcionar sola. Se da cuenta de que no necesitamos tanto para vivir y eso la realiza mucho, más que tener una carrera y trabajar en una mierda de trabajo en la universidad.
La protagonista de Mamut se da cuenta de que no necesitamos tanto para vivir y eso la realiza mucho, más que tener una carrera y trabajar en una mierda de trabajo en la universidad
"Trabajando entregaba a otro lo más valioso de mí, la dignidad," dice la protagonista. ¿El trabajo también es parte de esta suciedad?
¡Biológicamente, no estamos hechos para estar trabajando ocho horas y la mayoría de la gente trabaja más! Es completamente antinatural y, además, con toda una serie de necesidades creadas que con los sueldos que pagan siempre estás atrapado, nunca llegas donde tienes que llegar. Parece que nos lo hemos creído, que eso funciona así y ya está bien, pero en realidad es muy loco. Y genera muchas patologías.
¿Es una mujer arcaica atrapada en la vida moderna?
La protagonista hace caso a su instinto, lo deja prevalecer, y eso es como abrir la puerta de una jaula y ver dónde te lleva. Yo creo que todos tenemos esta especie de instinto salvaje, ancestral; este 'mamut' todos llevamos dentro. Todo es dar el paso de abrir la jaula o sentirte tanto atrapado que dices "o abro y salgo o todo eso me aplastará".
A partir de la pandemia parece que haya ha vuelto el neo-ruralismo, esta voluntad de volver a los pueblos y al campo. ¿Teniendo en cuenta eso, no es más moderna ella en realidad?
Yo no tengo intención de hacer una novela muy contemporánea, que encaje con el momento. Es verdad que ahora hay tendencias como esta y que hemos ido todos de repente hacia la ruralidad, pero yo este movimiento lo hice hace 20 años y fue muy natural. De hecho, incluso fue una huida, porque yo huí de Barcelona. Puede ser que vengamos de un siglo en que se ha ido urbanizando todo mucho, en que nos hemos ido forzando y yendo hacia el extremo, porque estamos todos al límite de nuestra resistencia muchas veces durante el día a día. Estamos fatal. El ser humano busca salidas hacia donde sea y esta a veces es una.
No tengo intención de hacer una novela muy contemporánea, que encaje con el momento
¿Qué es lo que encontramos fuera de la ciudad y sus límites?
Cuando dejas de estar atrapado y bajas un poco de la rueda, te encuentras a ti mismo: tienes la posibilidad de conectar contigo. Pero también nos encontramos sorpresas. Tú te marchas con una idea y la realidad acaba siendo otra de diferente. La protagonista cuando se marcha no sabe lo que busca, solo quiere una salida y se va encontrando con que quizás ha llegado a vivir un poco como en el siglo XV. Yo a veces cuando estaba allí eso lo pensaba: ¡'estoy en el siglo XV'!
Recuerda a la novela de Jon Kracauer Hacia rutas salvajes, en que el protagonista decide marcharse a vivir en Alaska en plena naturaleza y acaba muriendo de forma trágica.
Quizás tiene más sentido morir a los treinta en la naturaleza que vivir toda una vida de 'machaca' en una fábrica o en una oficina y acabar muriendo a los 80 después de una jubilación de mierda y sufriendo. Al final todos tenemos que morir y yo vivir así también lo encuentro muy trágico.
El rol del individuo que se fabrica su vida con independencia de todo ha sido un ideal tradicionalmente masculino. Pero en la novela, quien hace eso es una mujer.
Como ideal quizás sí, pero ha habido tantas mujeres que han tenido que hacer eso, por ejemplo en épocas de guerra, cuando las bajas eran masculinas en el frente. Muchas mujeres han tenido que hacerse a sí mismas y además cargando criaturas. Se ve diferente, pero es lo mismo: intentar sobrevivir lo mejor que puedas en la situación en que estás, que es muy complicada.
Más allá, las mujeres de tus novelas asumen actitudes tradicionalmente masculinas, como por ejemplo cuando hablan de su propio deseo.
Eso en el caso de Mamut está y en Boulder es mucho más evidente. Yo en ningún momento he hecho tres novelas sobre tres mujeres perfectas y feministas. Con Boulder, algunas de las críticas que había tenido decían que la protagonista tenía pinceladas machistas, porque se miraba a las mujeres como si fueran objetos. Pues sí, y es que hay mujeres que hacen eso, yo estoy mostrando a una mujer real. Mis personajes también me incomodan, pero es que si no me incomodaran ni como lectora ni como escritora no me interesarían. Creo que hay un gran trasvase y todos tenemos de las dos energías y las dos maneras de expresarnos. ¿Por qué determinada cosa tiene que ser masculina y por qué otra femenina? Intento hacer este cruce entre las dos.
La maternidad es muy poliédrica. Yo tengo dos hijas y sé lo que es hacerlas subir y entregarlas a los lobos con las mejores armas posibles
También hay en el libro una maternidad muy particular.
Sí, yo no creo que el personaje tenga un interés en vivir una maternidad y construirse como madre, pero sí que siente la necesidad de quedarse embarazada, de crear, de sentir la vida pasar cuerpo a través. Pero no tiene nada de interés en crear una familia y menos con un hombre. El deseo es un poco como el de las bestias, como las ovejas que tiene ella. Es una cuestión muy biológica, muy instintiva y que tiene que hacerlo en un entorno seguro para ella que no es la ciudad, sino fuera.
Tus novelas abren el lector a una perspectiva de la maternidad que dista mucho de la hegemónica, la de la madre entregada, amorosa, etc.
La maternidad es muy poliédrica. Yo tengo dos hijas y sé lo que es hacerlas subir y entregarlas a los lobos con las mejores armas posibles (risas). Pero parece que haya una construcción social muy reducida sobre lo que tiene que ser la maternidad y todo lo que no encaja allí no es válido. ¿Yo fui una madre gestante muy feliz, pero al mismo tiempo me miraba a mí misma y me juzgaba con los ojos del personaje de la Boulder preguntándome "¿Dónde estás tú? ¿Dónde está tu identidad"?. Tú puedes tener hijos y querelos muchísimo y a la vez pensar que te gustaría haber vivido una vida sin hijos. Y eso lo piensan muchísimas madres. Yo me he encontrado lectoras que me lo dicen: me encanta ser madre pero a veces pienso que preferiría no tener mis hijos. Forma parte de nosotros. Sí que he querido mostrar estas partes oscuras del ser humano con relación a la maternidad.
Las mujeres de los tres libros no conviven bien con los tabúes.
El tabú es una barrera que pones para no entrar en las zonas oscuras que tenemos todos a dentro. Y cuanto más las quieras cerrar peor, porque saldrán con mucha más fuerza. Lo que intentamos siempre es mantener todos estos temas tabú al margen y potenciar y dar sentido solo en la parte de nuestras vidas que es agradable o más aceptable socialmente. Y dentro de esta parte funcionamos todos e intentamos no conectamos con la otra, que al final se manifiesta sea como sea. ¿Cuántas familias funcionan aparentemente muy bien y por detrás se comen los cuernos? Para mis protagonistas esta barrera es muy permeable y lo que hacen es entrar y salir. Y parte de su discurso y de sus actos entroncan con eso y yo creo que las hace más humanas y menos hipócritas.
El tabú es una barrera que pones para no entrar en las zonas oscuras que tenemos todos a dentro
Esta actitud también forma parte de tu identidad como escritora.
Yo digo lo que quiero a través de los libros, me guardo poca cosa. Aprovecho su voz para mostrar incomodidades que yo siento y que he sufrido. La forma de sentir y ver la vida de las protagonistas de mis novelas coincide mucho con la mía. Y por eso es un ejercicio fácil escribir para mí. A veces vas hacia puntos que son más radicales, pero quizás simplemente son lugares donde a mí me gustaría ir y no me he atrevido y a través de la narrativa es más fácil.
Con Mamut pones fin a la trilogía iniciada con Permagel y Boulder. ¿Cuál es el sentimiento que te queda?
De paz y tranquilidad (risas). Tanto Club Editor como Maria Bohigas me han permitido escribir las novelas que quería y hay un trabajo de edición muy bonito que es repensar la novela y escribir realmente el libro que quería escribir. Permagel y Boulder tuvieron una respuesta muy positiva y con Mamut espero que sea lo mismo, pero tengo la tranquilidad de haber dicho lo que tenía que decir.