Barcelona, 24 de junio de 1114. Hace 910 años. Época del gobierno del conde independiente Ramón Berenguer III. La unión dinástica con Aragón no se negociaría y formalizaría hasta pasadas unas décadas (1137-1150). Y una escuadra, fondeada en el puerto de Barcelona y formada por cien naves, zarpaba en dirección a las Mallorcas, en aquel momento bajo dominación musulmana. Aquella expedición, pactada y reunida por los dominios cristianos independientes de Barcelona, Narbona, Nimes, Montpellier, Niza, Lucca, Pisa y Florencia-Livorno, se hacía a la mar con el objetivo de castigar la piratería musulmana que obstruía el pujante comercio naval cristiano —impulsado desde estos pequeños dominios— que surcaba las aguas del cuadrante nordoccidental del Mediterráneo.
La primera acción militar marítima de los catalanes
Aquella empresa, denominada Cruzada Pisana, nos dejaría el primer testimonio documental —al menos, del que tenemos constancia hasta hoy— del sustantivo Catalunya y del adjetivo catalanes. Sería, también, la primera acción militar de envergadura que los catalanes efectuarían sobre el mar Mediterráneo. Y sería la primera acción de una futura expansión marítima que convertiría el Casal de Barcelona en la primera potencia del Mediterráneo (siglos XIV y XV). Pero la cuestión es: ¿la expansión catalana en el Mediterráneo fue, estrictamente, el resultado de un juego de tensiones que benefició al Casal de Barcelona o detrás de esa iniciativa existía un proyecto estructurado que obedecía a una ideología de imperio?
La acción conjunta poder militar-poder económico
La expansión catalana en el Mediterráneo (siglos XII a XV) siempre estuvo presidida por el acuerdo entre el poder político y militar (el Casal de Barcelona) y el poder económico (las clases mercantiles de Barcelona y, posteriormente, de València y de Palma). La primera empresa expansiva (Mallorca y Eivissa, 1229-1235) ya se gestó con un gran pacto entre el rey (que coordinaba con nobles y eclesiásticos la aportación de los recursos militares) y los mercaderes (que aportaban los recursos económicos). Los tres nombres propios que sobresalen por encima de todos los demás son el del propio rey, el de Espárago de la Barca —arzobispo de Tarragona y máxima autoridad eclesiástica del país— y el de Pere Martell, un armador de Tarragona que era el hombre más rico de los dominios de Jaime I.
El triángulo imperial
El eje iniciático —poder político y militar-poder económico— rápidamente se transforma en un triángulo, cuyos vértices son: poder político y militar-poder religioso y cultural-poder económico y comercial. Este triángulo es el dibujo clásico que revela la existencia de una ideología de imperio en un proceso expansivo. Es el caso de Roma, en la antigüedad, o del imperio carolingio, al inicio de la edad media. Y fue el caso de la expansión catalana en el Mediterráneo durante la baja edad media, en las empresas de conquista de Mallorca, Eivissa, Malta, Sicilia, Yerba, Menorca, Cerdeña, Atenas, Neopatria, Córcega y Nápoles (siglos XIII a XV). Pero, ¿cuáles son los elementos tangibles que, en el caso catalán, integran el triángulo que prueba la existencia de una ideología de imperio?
Dominación, colonización, evangelización
La profesora Coral Cuadrada (de la URV), que es una de las grandes investigadoras de este periodo histórico, defiende la ideología imperial de la expansión catalana en el Mediterráneo y afirma que "la expansión catalana tenía tres clarísimos componentes, que serían la prueba más evidente de la existencia de una ideología imperial en la creación y el desarrollo de aquella empresa: un componente politicomilitar (de dominación), un componente cultural (de colonización comercial) y un componente religioso (de evangelización)". A partir de esta afirmación, presentaremos una serie de elementos que prueban la existencia de estos componentes: los almogávares, la estirpe real catalana, los Consulados de Mar, el Derecho Marítimo catalán y la koiné marítima catalana.
Los almogávares
Los almogávares eran una milicia creada por el rey Alfonso I de Aragón a principios del siglo XII (antes de la unión dinástica catalanoaragonesa) y formada por convictos que redimían el cumplimiento de su pena con un servicio militar. Pero no sería hasta un siglo más tarde, con las campañas militares del Mediterráneo —promovidas por los reyes catalanoaragoneses del Casal de Barcelona— cuando adquirirían un papel protagonista en el concierto internacional. Los almogávares serían la punta de lanza y el elemento decisivo que inclinaría la balanza a favor de los catalanes en las empresas conquistadoras de Malta, Sicilia y Yerba (1282-1305), de Atenas y Neopatria (1305-1311), de Cerdeña (1323-1326), de Córcega (1377) y de Nápoles (1435-1442).
Durante los siglos XIII a XV, los almogávares (por aquel entonces reclutados tanto en los presidios como en los entornos más desfavorecidos de todos los territorios de la Corona) se convertirían en una infantería rápida que maravillaría y aterrorizaría —a partes iguales— al mundo por su capacidad y efectividad y por su voracidad y brutalidad. Serían ese tipo de unidades militares de élite que han sostenido a todos los estados que, en el transcurso de la historia, se han proyectado con una ideología imperial (las falanges griegas o los palatini romanos). El protagonismo de los almogávares (sostenidos con generosas pagas en tiempo de paz y con formidables expectativas de botines en tiempo de guerra) confirma la existencia del componente politicomilitar de dominación —propio del triángulo imperial— en la ideología expansiva catalana.
La estirpe real
Jaime I, el rey de la primera expansión marítima (Mallorca y Eivissa), al morir (1276), dividió sus estados entre sus hijos Pedro (Catalunya, Aragón y València) y Jaime (Mallorca, Eivissa, Rosselló, Cerdanya y Aran). Y Pedro II, el hijo de Jaime I y el rey de la segunda expansión marítima (Malta, Sicilia y Yerba), al morir (1285), también dividió sus estados entre sus hijos Jaime (Catalunya, Aragón y València) y Federico (Malta, Sicilia y Yerba). Esta dinámica segregacionista puede llevar a la creencia de que los monarcas del Casal de Barcelona no tenían una ideología de unidad y de imperio, sino que decidían el destino de sus estados guiados, exclusivamente, por el concepto patrimonial que tenían del cargo y de los dominios que gobernaban.
Este concepto patrimonial del cargo y del gobierno es el que preside la ideología del poder del régimen feudal en toda Europa (siglos X a XV). Por lo tanto, no nos debe extrañar esta dinámica pendular (anexión-división) que encontramos a la muerte de los grandes reyes conquistadores catalanes (Jaime I y Pedro II). Pero eso no significa que sus cancillerías no trabajaran con una idea de imperio. Jaime I y Pedro II, al dividir su imperio, en realidad duplicaron y triplicaron la estirpe real. Y lo hicieron con un propósito claramente político: evitar el riesgo que suponía la concentración de todo el patrimonio del Casal de Barcelona en unas solas manos, o mejor dicho, en un solo trono.
La estirpe imperial Bellónida
Esta ideología imperial se revela cuando varios miembros de una misma estirpe Bellónida se sientan, simultáneamente, en los tronos de Barcelona, Palma y Palermo, las tres capitales que dibujan el eje de dominio del Mediterráneo occidental. Pero incluso en este paisaje de aparente fragmentación o de aparente dispersión, observamos la existencia de unos vínculos y de unas jerarquías (unas relaciones de vasallajes, en la terminología de la época), que proclamaban que el Bellónida que se sentaba en el trono de Barcelona era el que tenía reconocida la categoría de "hermano mayor" o de "primo mayor". Hasta que no transcurre un tiempo, con la aparición de los primeros reyes preabsolutistas, no se produce una reconcentración.
Pedro III reabsorbe el reino de Mallorca-Rosselló (1343), expulsando del trono de Palma a su primo tercero, el rey Jaime III. I Martín I reabsorbe el reino de Sicilia (1409), al asumir la herencia de su difunto hijo Martín el Joven, que había sido esposado con su prima segunda María de Sicilia. Pero esta estrategia, que obedecía a una nueva política preabsolutista, tampoco era contraria a la idea de imperio que había presidido la expansión catalana de los siglos anteriores. En la entrega de mañana, desgranaremos los demás elementos que, en palabras de la profesora Cuadrada, formarían parte de los tres componentes que explican la ideología del Imperio catalán del Mediterráneo: los Consulados de Mar, el Derecho Marítimo catalán y la koiné marítima catalana.