Hace 8 años, cuando Noah Hawley apostó para adaptar a la televisión la obra maestra que era Fargo de los hermanos Coen, el reto parecía grandioso, fascinante e, incluso, absurdo. Tres adjetivos, de hecho, que definen a la perfección lo que acabó siendo la serie, conservando la esencia del filme para explorar nuevas historias en un mundo tan extremadamente real que acaba siendo surrealista. "Basada en una historia real", bromeaban los Coen al inicio de la cinta, lo cual vemos repetido en cada una de las cuatro temporadas de la serie, introduciéndonos en cuatro pueblos cotidianos diferentes donde la sangre y la tragedia romperán la tranquilidad de su rutina.
La idea inicial era que Fargo fuera una miniserie, pero el gran recibimiento por parte de audiencia y crítica - ganó el Emmy a mejor miniserie - propiciaron el estreno de nuevas temporadas que mantuvieron el mismo elevado nivel, aunque la cuarta, ya postpandémica, quizás lo bajó un poco. En todo caso, el formato antológico nos ha regalado cuatro historias de violencia, gángsteres y accidentes desafortunados que brillan por sus giros de guion y la construcción de sus personajes. Unos personajes elevados también por las impecables interpretaciones que hemos visto a lo largo de la serie, con Martin Freeman y Billy Bob Thornton en la primera temporada, Kirsten Dunst y Jesse Plemons en la segunda, Ewan McGregor y Carrie Coon en la tercera y Chris Rock y Jessie Buckley en la cuarta, entre muchos otros. Y aunque los actores y personajes hayan ido cambiando, hay ciertos elementos que se han mantenido intocables, formando lo que podríamos denominar el "sello Fargo".
El sello Fargo
La principal característica de este sello es su tono. La serie, igual que lo hacía la película, presenta situaciones extremadamente trágicas y extrae un humor negro hilarante. No se trata nunca de una comedia fácil de chistes o slapstick, sino que parte del comportamiento ridículo de unos personajes que se toman muy seriamente aspectos irrelevantes, o de forma muy ligera momentos claramente dramáticos. Porque, en la mayoría de los casos, los protagonistas de Fargo son individuos sencillos y humildes que en ningún caso están preparados para las situaciones de vida o muerte en las que se encuentran, y eso los hace entrañables. Y los pocos que sí que lo están, los personajes que encarnan la maldad como Lorne Malvo o V. M. Varga, resultan ser unos antagonistas fascinantes porque el formato seriado deja espacio para desarrollarlos.
También es una garantía del "sello Fargo" que nada nunca salga como estaba planeado. Ya sea una estrategia para capturar a un criminal o un plan de este para cometer un asesinato, el fracaso está asegurado. Y es que la serie sigue a rajatabla al anunciado de la ley de Murphy: "Si alguna cosa puede salir mal, saldrá mal". Y eso también da mucha comedia, porque esta se alimenta de personajes perdedores, a la vez que hace más interesante la trama, que se complica en cada nueva situación inesperada, aumentando exponencialmente la tensión hasta acabar explotando. Todo asegura que el espectador no se pueda desenganchar de la pantalla en ningún momento y quiera mirar cada una de las temporadas que arrancaban en abril del 2014. Porque aunque la última entrega ya no haya despertado el mismo interés que las anteriores, Fargo sigue siendo una serie referente en cómo convertir una obra maestra en una adaptación excelente, disponible en Movistar+, HBO Max y Amazon Prime.