Hacer una serie a partir de Fargo y no morir en el intento ya era todo un mérito, porque la película de los hermanos Coen se erigió rápidamente en uno de aquellos tótems que parecen inexpugnables. Pero Noah Hawley, su creador, ha conseguido ir incluso más allá y ha alcanzado el hito que cada entrega de esta antología tenga su propia identidad y se espere con un creciente entusiasmo. La cuarta, recién estrenada en Movistar, se ha hecho esperar más que las anteriores y también es la que más incógnitas generaba. Cambia de escenario (ahora, Kansas City), de época (los años 50) y, aparentemente, de tono. Pero ni las variantes ni las apariencias han podido dinamitar la fortaleza de esta marca televisiva. Fargo sigue siendo Fargo sin ser la Fargo que era; es más, se puede llegar a afirmar que Hawley, consciente de que su propio universo ya no entiende de acotaciones, nos regala aquí la temporada más arriesgada y personal de una serie que, aparte de sus relatos sobre perdedores y catarsis sangrantes, establece diagnosis muy precisas sobre la América actual.
La cuarta temporada de 'Fargo' se acaba de estrenar en Movistar / Movistar
Los cimientos de un país
De eso va la cuarta temporada de Fargo, de analizar los cimientos modernos de un país y la manera que trata los conflictos derivados de la diversidad racial y migratoria. El punto de partida es, en esencia, una ancestral confrontación de bandas, que en los años 50 se dirime entre la mafia italiana y la afroamericana. Para llegar a una tregua, se abonan a uno