La madrugada del 16 de diciembre de 2005 Rosario Endrinal fue asesinada. Persona sin hogar, fue quemada viva en un cajero automático de una entidad bancaria del barrio de Sant Gervasi de Barcelona. Pocas horas antes que se cometiera el crimen, el escritor Ferran Grau (Lleida, 1982) pasó por delante de aquella misma oficina de la calle Guillem Tell. "Muchas veces, con el tiempo, he pensado que quizás aquella noche ella ya estaba allí durmiendo y que nadie, incluido yo, le hizo caso. Pocos días después, aquella brutalidad cometida por tres adolescentes se hizo pública y se me heló la sangre. No daba crédito". El periodista y escritor ha cargado con aquella sensación que tuvo en aquellas postrimerías del 2005 hasta día de hoy. Huella emocional que ha acabado exorcitando en Hiperràbia (Angle Editorial, 2023), uno de los relatos más notables, en su continente y su contenido, publicados estos últimos meses en nuestro país

Fascinante experimento literario; Ferran Grau toma como espejo La naranja mecánica de Anthony Burgess para novelar lo que se dio a conocer como el Crimen del cajero automático. Así, si en la historia del escritor británico Àlex y sus drugos practican la ultraviolencia de forma gratuita y sin sentido contra todo y todo el mundo; en la obra de Grau, Ludo y sus manelics dan vía libre a sus peores instintos a través de la hiperrabia. Si los primeros hablan el argot nadsat; Grau ha hecho charlar el xeno a sus personajes, particular habla conformada por más de 200 vocablos (todos ellos creación de Grau) que se cuelan entre medio de una prosa ágil y contagiosa, visceral y lacerante, barnizadacon constantes referencias a nuestro imaginario cultural popular. Una novela que va mucho más allá del simple ejercicio de ficcionar un crimen brutal, para reflexionar sobre la libertad individual de poder escoger entre el bien y el mal.

Foto: Roser Gamonal

¿La primera idea era hacer un libro de no ficción o siempre tuviste claro que lo tenías que ficcionar?
Nunca sé que haré de aquello que me llama poderosamente la atención: ficción, ensayo, no ficción o lo que sea. Lo descubro cuando me pongo seriamente. Lo único que tenía claro es que, como me ha pasado en mis anteriores novelas, tenía que escribir o inspirarme en este caso.

A pesar de ser una novela, la realidad de los hechos que describes, no solo del mismo crimen, es casi absoluta.
Me gusta mucho más definir Hiperràbia como una verdad literaria y no como una realidad absoluta. Es una novela, con sus respectivos códigos literarios, pero argumentalmente es el reflejo de un hecho real.

Me gusta definir Hiperràbia como una verdad literaria y no como una realidad absoluta

Toda esta fidelidad a los hechos es, en buena parte, gracias a la relación que estableciste con uno de los responsables del crimen.
Sí. Gracias al testimonio de uno de los tres implicados y las conversaciones que hemos mantenido durante años, he guipado la intención de que tenían como grupo aquella fatídica noche –y también, los días y semanas anteriores- donde la escalada de violencia fue en aumento gradualmente. No eran conscientes, o muy poco conscientes, de todo y la sensación de impunidad que se transmitían entre ellos los llevó a deshumanizar y matar cruelmente a una mujer sin hogar.

¿Cómo nació esta relación? De hecho, dices que es amigo tuyo.
Fue gracias a un colega de La Vanguardia que lo entrevistó. Le pedí que me pusiera en contacto y a partir de aquí empezamos a quedar para hablar. Eso, ya hace exactamente siete u ocho años. Evidentemente me repugna y condeno aquello que hizo, pero lo mejor del caso es que él también lo hace. Ha pagado íntegramente su pena y se ha intentado reinsertar en sociedad de nuevo, esta vez como un adulto mucho más formado tanto académica como psicológicamente. Es plenamente consciente de que para siempre llevará la etiqueta de asesino –para la mayoría social-, pero rechaza aquel quien fue. Eso es una de las lecciones que él me ha enseñado: sacudirme de encima los prejuicios más complicados de sacudir. Y sí, puedo decir que es amigo mío.

Es plenamente consciente de que para siempre llevará la etiqueta de asesino –para la mayoría social-, pero rechaza aquel quien fue

¿En qué momento le explicaste que harías del crimen que cometió una novela?
Le dije desde el primer momento en que nos encontramos en una cafetería de Esplugues. Le expliqué que no buscaba una exclusiva sino más bien todo el contrario: buscaba una novela. Él siempre ha entendido que con Hiperràbia no he hecho de periodista –o de un tipo de periodista que tendría que desaparecer si todavía queremos conservar la poca democracia que nos queda-.

¿Con los otros dos encausados, qué relación has tenido, si es que has tenido alguna?
Nada. Pero no me hacía falta. No buscaba contrastar nada porque no hacía, insisto, de periodista. Es una novela de ficción. Una parte me la ha dado él. La otra, naturalmente, es fruto de mi imaginación.

¿En qué momento Hiperràbia se convierte en tu particular homenaje a La naranja mecánica?
Me di cuenta cuando uno de aquellos implicados en el crimen me explicaba los hechos de aquella noche, hacía muchas referencias a alguna cosa que me resonaba. Poco después fui consciente de que aquel eco era paralelo a aquello que había escrito Anthony Burgess y que después rodó Stanley Kubrick.

Explicas que cuando la edición catalana de la novela te cae en las manos, te sorprenden dos cosas. Una es el autor del prólogo.
¡Sí! La sorpresa fue mayúscula y grata a la vez. El prólogo de principios de los 80 lo firma ni más ni menos que Quim Monzó. Estamos hablando del Monzó que en aquella época ya había escrito Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury y que a buen seguro estaba escribiendo L'illa de Maians. Y que además hacía El lloro, el moro, el mico i el senyor de Puerto Rico a Catalunya Radio. En una palabra: alucinante.

¿La otra, la extraordinaria tarea del traductor, Jordi Arbonès?
Jordi Arbonès, a mi entender, hizo una traducción al catalán impecable.

Quería hacer un homenaje muy nítido en La naranja mecánica e incluso, el primer título del primer borrador era Una naranja de relojería porque es como se tendría que haber traducido literalmente A Clockwork Orange

Si no me equivoco empezaste a escribir la novela en nadsat, el argot creado por Burgess para los protagonistas de su novela.
Sí, exacto. Quería hacer un homenaje muy nítido en La naranja mecánica e incluso, el primer título del primer borrador era Una naranja de relojería porque es como se tendría que haber traducido literalmente A Clockwork Orange. Después, con el tiempo necesario que hace falta que reponga el texto y gracias a las reflexiones sabias de mi editora, Rosa Rey, convine llevar el texto hacia un terreno más personal, ya que aquellos adolescentes que retrataba eran de mi generación y no del Reino Unido de los años 60.

¿Lo publicarás alguna vez, este primer mecanuscrito?
No lo creo. Lo que sí que puedo asegurar es que este mecanuscrito duerme en un cajón de casa tranquilamente.

¿En qué momento decides crear tu argot particular, el xeno?
Justamente cuando en la editorial me abren los ojos y de alguna manera me "retan" o me "desafían" a hacer un texto mucho más personal –sin dejar de lado, claro está- la influencia directa o directísima de Burgess-.

¿Cómo lo creaste, el xeno? ¿Qué referentes usaste?
Que quería hacer un argot propio lo tenía claro. Entonces pensé: utiliza raíces latinas, raíces rumanas y una tercera cosa importantísima: utiliza la imaginación y haz lo que te rote, tal como le decía Salvador Dalí a Antoni Pitxot. Así nació el xeno. También hay un diálogo puntual que está escrito en lo que podríamos denominar "argot trap catalán". De hecho, confieso que es una influencia de Borja Bagunyà y de Max Besora y su fantástico Trapologia.

Otro de los atractivos de la novela, vinculado al uso del xeno, es el constante uso de referentes culturales catalanes, del folclore popular al Club Súper 3.
Si creaba un argot propio tenía que ser un argot vivo, que viniera de algún sitio y no solamente una mera traducción de palabras. Por eso hay todo aquello que creó muy acertadamente el Club Super 3 en los 90, toda una serie de refranes y villancicos y también ciertos pellizcos de las letras en catalán que interpretaba Núria Feliu.

Foto: Roser Gamonal

¿No te hacía dudar de que el uso del xeno fuera una experiencia algo extenuante para los lectores y que estos acabaran abandonando la lectura de la novela?
Sí, ha sido una elección peligrosa porque era consciente que el libro no habría podido tener una buena aceptación precisamente para crear un argot nuevo. Fue un riesgo que acepté desde el principio. Soy consciente de ello. Sin embargo, por las reacciones que estoy recibiendo de lectoras y lectores, el xeno está siendo muy y muy aceptado.

En este juego de analogías con La naranja mecánica, el nombre de Ludo del protagonista de Hiperràbia tampoco es gratuito.
Exacto. La técnica de reinserción que se usa en la obra original es "la técnica Ludovic". Mi protagonista lleva, precisamente este nombre.

Tuve una intuición: en mi novela el compositor de Jesucristo Superstar tenía que ser la analogía de Beethoven en La naranja mecánica

Y si Àlex de La naranja mecánica estaba obsesionado con Beethoven, Ludo lo está con Andrew Lloyd Webber.
No he escuchado mucho la música de Lloyd Webber. Digamos que soy más de otro "estilo". Pero tuve una intuición: en mi novela el compositor del Jesucristo Superstar tenía que ser la analogía de Beethoven en La naranja mecánica.

¿Qué música escuchabas mientras escribías Hiperràbia?
La misma música que escucho siempre. Especialmente los Beatles y la música anglosajona en general. Aunque cuando escribo escucho lo mismo que cuando vivo. Por ejemplo, el disco que escucho ahora en bucle es el último de Borja Penalba que, por otra parte, creo que se tendría que premiar fuerte o estudiarse en los institutos. Ahora bien, si me tengo que quedar con un solo tema. Pues sin duda Hiperràbia suena a The Universal de los Blur.

Hay que profundizar porque si no entendemos y analizamos estos mecanismos que hace que un humano se comporte como un ser mecánico (o "de relojería") nunca seremos capaces de acabar o disminuir la violencia que nos rodea

¿Es imposible empatizar con los protagonistas de Hiperràbia, pero has llegado a entender por qué practicaban esta ultraviolencia?
Empatizo con ellos pero no con lo que hicieron. Y precisamente empatizo porque quiero entender por qué motivo hicieron lo que hicieron. Tengo la teoría que hace falta, casi es una necesidad o una urgencia, entender este tipo de actos aparentemente inexplicables. Pero este nivel de violencia y de tortura no son nuevos, ni mucho menos. Solo hace falta que miremos que pasó a la primera mitad del siglo XX, para decir una época histórica cualquiera, y que hicimos como individuos y como sociedad. En todo caso, hay que entender, hay que profundizar porque si no entendemos y analizamos estos mecanismos que hace que un humano se comporte como un ser mecánico (o "de relojería") nunca seremos capaces de acabar o disminuir la violencia que nos rodea y que hace sufrir a tanta gente.

Foto: Roser Gamonal

Encuentro que uno de los elementos más perversos del relato es que, y me gustaría que se me entendiera bien, en el fondo estaban haciendo una gamberrada, la manera que encontraron tres adolescentes de rebelarse contra una sociedad que creían que los había fallado.
Y así también lo entiendo yo. Aquella noche no salieron de casa pensando: "hoy mataremos a una persona". Fue un acto vil, mezquino, deshonesto, sórdido, repulsivo, nauseabundo y todo lo que queramos, y todavía nos quedaríamos cortos, pero a pesar de que ya eran simpatizantes de la gamberrada nocturna, no tenían instinto asesino. Simplemente, el sentido de impunidad en grupo hizo que el aumento y la intensidad de la violencia fuera a más y a más, hasta que ya fue demasiado tarde.

El corazón de la novela es el libre albedrío.
Sí, la libertad individual de poder escoger, tanto el bien como el mal. Pero también hablo de la reinserción social y de la violencia que nos rodea como sociedad. La violencia personal, pero también la institucional.

Algunas voces –las menos, todo sea dicho- a veces piensan que estoy quitando importancia a lo que hicieron los tres asesinos. Pero no es así. De hecho, es todo el contrario

Anthony Burgess acabó renegando de su novela, especialmente a partir de la película. ¿Como él, temes que se malinterprete el mensaje de Hiperràbia?
Miedo no tengo, pero sí que algunas voces –las menos, todo sea dicho- a veces piensan que estoy quitando importancia a lo que hicieron los tres asesinos. Pero no es así. De hecho, es todo el contrario

¿Por cierto, tienes ninguna propuesta para hacer de Hiperràbia una película?
No, pero estaría encantado.

Tengo la impresión que escribir esta novela debe haber sido una obsesión.
Sí. Pero no solamente este libro responde a una debilidad. Toda novela creo que es fruto de una obsesión e incluso de una confesión. Cuando puse el punto y final sentí o pensé lo que pienso siempre: "Esta ya la he acabado, ahora hace falta que me vuelva a arremangar y me ponga manos a la obra con la siguiente novela". Y toda esta baveca.