El 13 de octubre de 1909, Francesc Ferrer i Guàrdia era ejecutado en el castillo de Montjuïc. Lo habían condenado a muerte como instigador de la Semana Trágica. Pero el juicio estuvo repleto de irregularidades y no se presentó ninguna prueba que demostrara su culpabilidad en el caso. En realidad, Ferrer fue fusilado por crear la Escuela Moderna, un sistema pedagógico que cuestionaba los modelos educativos aplicados hasta aquel momento y que postulaba el pensamiento crítico. Los sectores más reaccionarios del Estado español no se lo perdonaron. Ahora, hasta el 2 de septiembre, en el Castillo de Montjuïc se presenta una exposición sobre su tarea pedagógica: La revolución pedagógica de Ferrer i Guàrdia. Ha sido comisariada por Pere Solà (catedrático de Historia de la Educación en la Universitat Autònoma de Barcelona) y organizada por el Ayuntamiento de Barcelona, en el marco de La Primavera Republicana, con la colaboración de la Fundació Ferrer i Guàrdia.
La Escuela Moderna en su contexto
El gran valor de esta exposición es que pone en relación a un personaje bastante conocido con su obra, mucho menos conocida, que se situaba en la vanguardia de los movimientos de renovación pedagógica en unos momentos en que el analfabetismo se situaba, en el Estado español, por encima del 50%. Ferrer i Guàrdia, librepensador y masón, era amigo de pedagogos innovadores como Ovile Decroly, pero también de intelectuales radicales como Anselmo Lorenzo, Federico Urales y el mismo Kropotkin. Ferrer se encuadraba en todo un movimiento de cuestionamiento de los modelos educativos en qué se podrían incluir otros pedagogos catalanes como Pau Vila, Rosa Sensat o Joan Bardina (y en el que habían tenido un cierto papel las escuelas racionalistas de los sindicatos y los ateneos obreros).
Coeducación, naturaleza, pensamiento crítico...
La Escuela Moderna se definía como racional, científica y humanitaria, y quería construir una sociedad con personas libres, sin opresión de ningún tipo. Tenía unos principios educativos de gran modernidad. Pretendía que los niños aprendieran de la vida cotidiana, y denostaba la separación entre la escuela y la vida. Quería desarrollar el sentido crítico de los niños y rechazaba la enseñanza repetitiva. Y quería difundir entre los niños las ideas de justicia social. Defendía no sólo la coeducación entre niños y niñas, sino que apostaba por la coeducación entre clases sociales: creía que la educación entre miembros de una sola clases social era perniciosa. Ferrer, a més a més, quería que los alumnos tuvieran contacto con la naturaleza y que aprendieran mediante la experimentación.
Un hombre incomprendido
Herrero y Guàrdia despertó muchas animadversiones por sus intentos de modificar el sistema de enseñanza. Se acusaba a la Escuela Moderna de "lavar el cerebro de los niños". La renovación pedagógica se criminalizó. Los sectores más conservadores tuvieron a Ferrer siempre en su punto de mira. En 1906 fue detenido, acusado de colaborar con Mateo Morral en el atentado contra Alfonso XIII y Victòria Eugènia. El único indicio de la implicación de Ferrer era que Morral era bibliotecario de la Escuela Moderna, pero Ferrer fue condenado y más tarde indultado. Pero a pesar de todo, continuó bajo sospecha. Y tras la Semana Trágica fue detenido enseguida. No había ninguna prueba en su contra. Pero fue ejecutado, a pesar de las protestas internacionales. Pero Ferrer no tenía enemigos sólo en los sectores más radicales de derechas. Muchos intelectuales más moderados también combatían las teorías de Ferrer y lo consideraban un exaltado. El pedagogo de Alella también mantenía un fuerte enfrentamiento con el catalanismo. Ferrer, por su internacionalismo, creía que la enseñanza se tenía que dar en castellano o en esperanto, y rechazaba el uso del catalán.
La herencia de Ferrer
La ejecución de Ferrer i Guàrdia sacudió el mundo. Las Escuelas Modernas se difundieron por muchos puntos: Suiza, Portugal, Italia, Estados Unidos, México, Argentina, Brasil, Holanda... Todavía ahora, el pedagogo catalán tiene calles dedicadas en municipios de muchos países, desde Bayamón, en Puerto Rico, hasta Burdeos, pasando por Lisboa, Ciudad de México, Perpinyà, Málaga... Con el tiempo, las intuiciones pedagógicas de Ferrer acabarían imponiéndose. Algunas técnicas de Ferrer, como la coeducación o el valor del contacto con la naturaleza, se impusieron hace mucho tiempo. Ahora los pedagogos más modernos proponen un sistema alternativo de escuela que se parece mucho a lo que proponía la Escuela Moderna: la supresión de exámenes, la experimentación mediante proyectos, la difusión del pensamiento crítico... Cien años después, el modelo de Ferrer mantiene, en muchos aspectos, su validez.
La exposición en el lugar correspondiente
La revolución pedagógica de Ferrer i Guàrdia devuelve, con honores, a Ferrer i Guàrdia al lugar en que acabó sus días. Esta exposición de pequeño formato constituye un homenaje a un hombre a menudo poco comprendido, incluso por algunos de sus contemporáneos más adelantados. La exposición pone en contexto el personaje relacionándolo con la escuela de la época y con los intentos de renovación pedagógica de ese momento. Muestra todos los conflictos que Ferrer generó, y acaba con unas breves referencias a su muerte, de una gran contundencia. Una gran foto muestra un despliegue de soldados de caballería en torno al castillo el día de la ejecución, para evitar cualquier protesta. Otra refleja el momento en que dos hombres, solos, sin ningún acompañamiento, bajan su ataúd por el camino del castillo. Y el apartado se cierra con un fragmento de "La ciudad del perdón", el texto que el poeta Joan Maragall dedicó a Ferrer i Guàrdia a pocos días de su ejecución:
Como podéis estar así tranquilos en vuestra casa y en vuestros quehaceres sabiendo que un día al buen solecito de la mañana, allí encima de Montjuïc, sacarán del castillo a un hombre atado, y lo pasarán por delante del cielo y del mundo y del mar, y del puerto que trafica y de la ciudad que se levanta indiferente y poco a poco, muy poco a poco, para que no se tenga que esperar, lo llevarán a un rincón del foso, y allí cuando toque la hora, aquel hombre, aquella obra magna de Dios en cuerpo y alma, vivo, en todas sus potencias y sentidos, con este mismo afán de vida que tenéis vosotros, se arrodillará de cara a un muro, y le meterán cuatro balas en la cabeza, y él dará un salto y caerá muerte como un conejo... él, que era un hombre tan hombre como vosotros... ¡quizás más que vosotros!