Una protagonista que sufre en carne propia todo tipo de humillaciones y brutalidades pero que lucha con un tipo de bastante interior inagotable para escaparse de una sociedad regida por normas rígidas e implacables donde Dios y la nación a menudo son indisociables y los ejecutores de la legalidad disfrutan sádicamente aplicándolas y disponiendo de la vida y la muerte de los que osan contradecirla, mientras intenta rehacer los vínculos perdidos entre madre e hija... Dicho así parecerá que estamos hablando de El cuento de la criada, la adaptación televisiva de la novela de Margaret Atwood que está a punto de concluir su cuarta temporada. Pero no, este resumen es el de otra adaptación literaria de una altísima calidad. Estamos hablando de El ferrocarril subterráneo, del director Barry Jenkins, basada en la novela de Colson Whitehead.
Whitehead ganó con El ferrocarril subterráneo el premio Pullitzer el año 2017 y tres años después volvió a repetir un honor sólo reservado a grandes nombres de la literatura americana como Faulkner, con Los chicos de la Nickel. Las dos obras, editadas en catalán por Periscopi, ponen el dedo en la herida de la gran herida americana: la esclavitud y el racismo contra los negros. Una herida mal cerrada y a menudo inflamada e infectada, nunca del todo curada.
Una serie de actualidad
Sólo hay que recordar que si bien la esclavitud fue abolida después de una guerra civil entre los estados del Norte y los del Sur, que veían en este crimen una identidad consustancial a su manera de vivir, este dejó un largo poso de racismo hacia los afroamericanos, en buena medida descendientes de aquellos africanos embarcados contra su voluntad en barcos europeos y vendidos como esclavos al Nuevo Continente.
Con un pasado marcado por masacres como la de Tulsa, de la cual se acaba de celebrar el centenario, donde murieron más de 300 personas afroamericanas y años de discriminaciones amparadas en las leyes Jim Crew, la violencia policial, con casos como el de George Floyd, y la pervivencia de un racismo sistémico –amparado y enaltecido por el antiguo ocupante de la Casa Blanca– hicieron estallar la oleada de indignación del Black Lives Matter hace tan solo un año. Ahora que hay sobre la mesa del despacho de Joe Biden hay la petición de un programa compensatorio a los descendientes de esclavos, no está de más recordar que la grandeza norteamericana se fundó sobre la mano de obra de unos hombres y mujeres en la cual se consideraba una propiedad a más de los terratenientes de los estados del Sur y que no estamos hablando de narrativa o ficción histórica. O no sólo.
El ferrocarril subterráneo, un 'tren' real
La serie invita a recordar este pasado, introduciendo algunos elementos distópicos que lo aparejarían en una especie de realismo mágico. Aunque ni la esclavitud ni el racismo son por desgracia elementos fantásticos, el ferrocarril subterráneo del título, que hacía referencia en la red de evasión y refugio de los esclavos negros hacia los estados del Norte o al Canadá donde la esclavitud era ilegal con estaciones donde recibían apoyo de abolicionistas, tanto a la novela como a su adaptación es un elemento real y tangible, un tren secreto que recorre los Estados Unidos. Así se lo imaginaron Whitehouse y Jenkins en su mente infantil y así lo conocerá Cora –interpretada brillantemente por Thuso Mbedu– una chica que ha crecido en una plantación de Georgia abandonada por su madre.
Ella será una de las viajeras de este peligroso tren hacia la libertad, en un periplo donde descubrirá la verdadera cara de América y que le permitirá descubrir todos los tipos de racismo que existen, incluso allí donde la esclavitud no está permitida. Y en este sentido, una de las más terribles será la parada en una sociedad modélica y futurista, basada en la educación y la ciencia, donde los negros son libres y visten ropas elegantes... a cambio de someterse al control social de los blancos. De hecho, a pesar del apoyo y sacrificio de abolicionistas blancos comprometidos, la historia de Cora y el ferrocarril bajo tierra también es la epopeya de la lucha de los negros por su propia supervivencia y dignidad, con enemigos marcados por su pasado, como el cazador de esclavos Ridgeway, a quien da vida a Joel Edgerton, obsesionado con otra escapa que nunca consiguió encontrar.
Sin duda, El ferrocarril subterráneo es una de las grandes series del año –al lado de Mare of Eastown– pero quizás el hecho de ser estrenada a Amazon Prime y no en ninguna de sus competidoras con más suscriptores, hasta ahora ha pasado discretamente. Ahora que a menudo las plataformas audiovisuales han grandes contenedores de contenidos listos para ser consumidos rápidamente y de manera bulímica, quizás El ferrocarril subterráneo es una manera de reconciliarse con el formato gracias a una serie magnífica con las grandes tramas, las magníficas interpretaciones, la mezcla de literatura e historia y un mensaje político claro y preciso como ingredientes imprescindibles que sabrán apreciar a los espectadores más gourmets.