De forma completamente inesperada y después de una serie de carambolas, una joven abogada novata se ve defendiendo al principal sospechoso de un caso de asesinato. Convencida de la inocencia de su cliente, la protagonista irá dando pasos no muy seguros para asimilar la enorme responsabilidad que le ha caído en los hombros. Con esta premisa, la producción francesa First Case, Mención Especial del Jurado de la Crítica en el Atlàntida Mallorca Film Festival, empieza con espíritu de thriller, pero, enseguida, abandona el género, o como mínimo lo aparca, para hablar, en realidad, de un personaje con todo por aprender que encara su mayoría de edad profesional y, de alguna manera, también vital.
De golpe y a golpes
Los ojos de Noée Abita, la magnífica actriz que se pone en la piel de la Nora, una letrada recién licenciada, lo son todo. Su físico frágil, su ambición casi infantil y su mirada, entre atónita e ingenua, la convierten en una rara avis: su jefe le recuerda que es solo una asistente y que hay mucho papeleo retrasado como para ir perdiendo el tiempo en un caso que no dará mucho rédito económico al bufete. La policía la observa con suficiencia, y el comisario encargado de la investigación, todo un encantador de serpientes, trata de seducirla. Su cliente la valora por su amabilidad ("no lo soy, solo hago mi trabajo", responde ella), acostumbrado al menosprecio de vecinos y de todo aquel que se cruza con él. Y su madre la censura primero, y se avergüenza enseguida, por el hecho de que defienda a un posible criminal.
Los ojos de Noée Abita, la magnífica actriz que se pone en la piel de la Nuera, una letrada recién licenciada, lo son todo
Uno de los aspectos más interesantes de First Case es el dibujo que hace de la vida familiar de la protagonista: emigrados a Francia desde su Argelia natal, el padre era un periodista que ejercía en medio de una guerra civil; la madre era bióloga y perdió a la hermana, asesinada de forma impune, sin que se investigaran ni se juzgaran los hechos. Formaban parte de una clase alta intelectual y, al huir, una vez en Europa, tuvieron que empezar de cero, perdiendo todo privilegio. Nora ha crecido sobreprotegida y, ya adulta, a sus 26 años, continúa enganchada a la falda de una madre frustrada y castradora. Todo este contexto ayuda a dar forma al retrato de esta joven abogada obligada a abrir los ojos y crecer de golpe y a golpes.
Cerrando el círculo
El núcleo de la trama, sin embargo, lo encontramos en las contracciones profundas que vive la protagonista y, en la evolución, el proceso de autodescubrimiento que hace desde su candidez inicial, cuando empiece a gestionar las sacudidas emocionales de una profesión que pone constantemente la ética en una balanza, y cuando tenga que tomar decisiones que tienen aleccionadoras consecuencias. Y a entender que su trabajo implica abandonar cualquier juicio moral y todo sentido de la justicia, para centrarse en los procedimientos, las actas, los recursos, los indicios y las pruebas, las escenas del crimen y todos los detalles del sistema judicial. "A nadie le importa si crees que tu cliente es culpable o si crees que no lo es", le lanza el jefe del bufete de abogados para el cual trabaja.
First Case sabe esquivar la inverosimilitud de algunas situaciones argumentales con la fuerza de una puesta en escena opresiva y, fundamentalmente, con la omnipresencia de una actriz fenomenal que llena la pantalla
Sin abandonar nunca el tono y la atmósfera de thriller, siempre al servicio del estudio de personaje, la ópera prima de Victoria Musiedlak pone el foco en el retrato social y sus desigualdades (el sospechoso del asesinato forma parte de una familia desestructurada de clase baja, marcada por la violencia sexual, y todo choca frontalmente con el mundo burgués de la abogacía; la misma protagonista ha visto cómo su familia ha tenido que luchar por acercarse muy ligeramente a la posición que tenía antes de migrar), y apunta a la falta de recursos de la judicatura (problema endémico que también sufrimos en nuestro entorno). De esta forma, First Case sabe esquivar la inverosimilitud de algunas situaciones argumentales con la fuerza de una puesta en escena opresiva y, fundamentalmente, con la omnipresencia de una actriz fenomenal que llena la pantalla. Y yendo hacia un final impactante, brutal, de los que dejan boquiabierto, en el cual los ojos de Noée Abita lo son todo. La inocencia se ha marchado para no volver, el círculo se ha cerrado.