El periodista Francesc Madrid bautizó las calles de lo que hoy se conoce como Raval y entonces Distrito V con el sobrenombre de Barrio Chino. Hay varias teorías sobre aquel nombre, que enseguida se asoció a la turbia mezcla del puerto, la prostitución, la marginalidad y el crimen. Los mismos reportajes de Madrid, Sangre en Atarazans ayudaron a construir el mito de un barrio que tuvo en locales como La Criolla, el centro de la vida más alocada y transgresora, con una fama que pronto dio el salto internacional.

Francisc Carco, Paul Morand, Henry de Montherland, Pierre Mac Orlan o André Pyerre de Mardiargues fueron algunos de los escritores que dieron categoría literaria al mito del Barrio Chino de Barcelona, mientras se creaba un turismo que en los años 30 buscaba experiencias fuertes en la zona portuaria de Barcelona. Una imagen de la ciudad que no gustaba ni a las autoridades republicanas ni a los jóvenes arquitectos reunidos en torno al Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATPAC), seguidores catalanes de la vanguardia que en aquellos momentos representaba, entre otros, Le Corbusier, el cual impulsaría la gran obra del grupo, el Plan Macià, bautizado en honor del presidente de la Generalitat.

Calle sin identificar. 13 d abril de 1934. AFB. Margaret Michaelis

Un encargo muy especial para Michaelis

Aquel proyecto pretendía repensar y reformular la ciudad de acuerdo con los principios funcionalistas –arquitectónicamente hablando– y progresistas, a nivel político, hecho que suponía diagnosticar los males de la ciudad vieja, con el fin de sanearla. Para llevar a cabo aquella profundización en las calles más degradadas y las viviendas más insalubres, el GATPAC contrató a la fotógrafa judía y anarquista exiliada en Barcelona Margaret Michaelis (Dzieditz, Polònia 1902 - Melbourne, Austràlia 1985), que durante 5 días del mes de abril de 1934 realizó unas imágenes que posteriormente estuvieron expuestas en julio de aquel mismo en el subsuelo de la Plaza Catalunya, en la muestra La Nova Barcelona. Ahora, el Archivo Fotográfico de Barcelona recupera aquellas imágenes a la exposición Margaret Michaelis. Cinco días por el Barrio Chino, que se puede ver hasta el 31 de octubre.

A pesar de que las fotografías que Michaelis captó con su Leica respondían al encargo profesional que le habían hecho los miembros del GATPAC, la fotógrafa utilizó una mirada propia y curiosa, con una profunda empatía hacia los vecinos del barrio, que le abrieron las puertas de casa suya, donde pudo reflejar la falta de ventilación, la suciedad de los patios interiores y el sobreaprovechamiento de los balcones, llenos de trastos y gallineros.

Calle de las Tapias, 19. 12 d abril de 1934. AFB. Margaret Michaelis

Una mirada empática y curiosa

La diferencia de miradas entre la fotógrafa y los arquitectos, mucho más preocupados por las cuestiones urbanísticas e higienísticas, se puede ver en la comparación entre las imágenes tomadas por Michaelis y las que hicieron algunos de los profesionales que lo acompañaban, como Josep Lluís Sert o Antoni Bonet Castellana. Además, la meticulosa fotógrafa anotó en el reverso de las imágenes captadas el día y lugar donde habían sido captadas, hecho que ha permitido situar las imágenes en un mapa, donde se puede ver las dos zonas donde concentró su trabajo: el núcleo del Distrito V, entre las calles de Sant Rafael, de la Cadena, Pasaje de Bernardí Martorell y Robadors, y la zona portuaria, en torno a la calle del Arco del Teatro.

El trabajo empezó, en este sentido, el día 9 de abril de 1934, donde capta la Rosita, a una prostituta en el portal de uno de los muchos meublés de la zona. Durante los cuatro días siguientes, alternó fotografías de los exteriores e interiores de las viviendas, con retales de la vida del barrio más popular de Barcelona.

Rosita,carrer de la Cadena, 1. 1934. AFB. M.Michaelis

Más allá del GATPAC

Incluso, uno de los días que salió a cumplir el encargo, Michaelis entró en Can Peret, un establecimiento de la calle de Robador, que también se conocía como La Taverna dels Tenors, donde aprovechó para capturar personal, camareros y clientes en escenas recreadas –un cocinero preparando mejillones y caracoles, un parroquiano tocando la guitarra, un ladrón llevándose el monedero de una mujer–, y que no entregó al GATPAC, pero que se pueden ver a la exposición del Archivo Fotográfico.

De las 148 que sí que entregó se expusieron una selección, con planos, fotomontajes y textos que afianzaban la necesidad de sanear e intervenir en el barrio, y que querían, al mismo tiempo, combatir el tipismo y el estereotipo folclórico sobre aquel barrio marginal. Las fotografías que se mostraron a La Nova Barcelona, sin embargo, no eran todas de Michaelis. Una parte era del arquitecto griego de origen sefardí Isaac Saporta, tal como se ha podido documentar.

Exposición La Nova Barcelona. Vista general, julio de 1934. AFB. Margaret Michaelis

Más allá de este encargo, la relación de Michaelis con el GATPAC se alargó. La fotógrafa, que había vivido con su marido en un edificio de la calle Rosellón diseñado por Sert, hizo varios reportajes para el grupo de arquitectos, como el del edificio Astòria, de Germán Rodríguez Arias, las escuelas Josep Folch i Torres de Palau-Solità y Plegamans, de Josep Lluís Sert y Josep Torres Clavé, o la Torre Eugènia, de Ricard Ribas Seva.

La relación se acabó con la Guerra Civil, que también pondría fin al proyecto de reforma de Barcelona –en el Raval quedaría el Dispensario Antituberculoso de Sert, Torres Clavé i Joan Baptista Subirana–, cuando Michaelis pasaría a trabajar por el Comisariado de Propaganda.

Margaret Michaelis autorretrato diciembre 1931/The National Gallery of Australia

Después de divorciarse, Margaret Michaelis se marxó de Barcelona. El final de la guerra y el inicio de la Segunda Guerra Mundial lo viviría desde Australia, donde montaría un nuevo estudio y se volvería a casar. Allí murió el año 1985. Antes, el año 1967 hizo un largo viaje que la llevó Europa, Israel y el Oriente Medio, la India y los Estados Unidos y Sudamérica. No sabemos, sin embargo, si volvió a Barcelona. Si volvió quizás vio que nada había cambiado mucho.