La Comissión de la Dignitat ha hecho donación al Arxiu Nacional de Catalunya una colección de 706 negativos de Francesc Boix y 663 de su padre, Bartomeu Boix. Las fotografías de Francesc Boix corresponden al periodo 1937-1938, en plena guerra civil, y se sitúan en el frente de Aragón y en el del Segre. Las fotografías de su padre son anteriores: documentan Barcelona y los pueblos y playas de sus alrededores, así como algunos hechos históricos de tiempos de la República.

Un fotógrafo-soldado

Francesc Boix (1920-1951) empezó a trabajar como fotoperiodista al estallar la guerra. Fue movilizado en 1937, con la quinta del biberón. Se incorporó a la columna Macià-Companys como soldado, pero siempre compaginó la lucha con su pasión: la fotografía.  Por su habilidad como fotógrafo fue fichado como reportero por un comisario político, y eso le permitió pasarse la guerra haciendo fotografías. Las fotografías de Boix tienen un gran valor porque permiten documentar la vida en el frente en aquellos momentos.

La hora del rancho. Fotografía: Francesc Boix.

La transferencia del fondo al Arxiu y a la web

La Asociación Fotoconnexió, dedicada a promover la investigación y la difusión de la fotografía se enteró de la existencia de este fondo cuando se estaba preparando su subasta, y lo notificaron a la Comisión por la Dignidad. Esta asociación pudo adquirir el Fondo Boix gracias al apoyo desinteresado de 47 personas anónimas, y con la colaboración de la revista Sàpiens y el editorial Ara Libros. Han sido los miembros de Fotoconnexió, asesorados por los técnicos del Arxiu Nacional de Catalunya, los que han hecho la tarea de documentación, clasificación y conservación de los negativos. Todos los materiales han sido digitalizados en alta resolución y en el futuro se podrán incorporar a la web del Arxiu.

Efectos del bombardeo de un avión italiano en Berbegal. Fotografía: Francesc Boix.

La epopeya de unas fotografías

Desde que se conoció el fondo se supuso que las imágenes habían sido tomadas por un combatiente que había luchado con el bando republicano y que había sido internado en el campo de Argelers de la Marenda, en el Rosselló. Algunos de los envoltorios de los negativos llevaban anotaciones y gracias a eso se pudo identificar los lugares y algunos de los individuos fotografiados. A través de la prensa se intentó contactar con gente que pudiera dar datos sobre los fotografiados y el fotógrafo (inicialmente se creía que eran todas obra de un mismo autor). Finalmente, el nieto de uno de los retratados aseguró que la imagen correspondía a su abuelo y que el que lo había fotografiado era Francesc Boix. A través de un examen caligráfico se verificó que las anotaciones del periodo de la guerra correspondían a Francesc Boix, pero que las anteriores eran de un autor diferente. Pronto se pudo comprobar que pertenecían a su padre, Bartomeu Boix, un sastre aficionado a la fotografía que tenía un laboratorio en la calle Margarit. Se supone que Francesc Boix se llevó en el exilio dos cajas de metal con las fotografías de su padre y una de madera con las suyas. Las perdió, todas, en Argelers.

Francesc Boix

Francesc Boix i Campo nació en el Poble Sec (Barcelona), en 1920. A los catorce años empezó a trabajar como aprendiz en una tienda de fotografía y al estallar la guerra se incorporó a la revista Julio, de las Juventudes Socialistas Unificadas de Catalunya. Se tuvo que exiliar a los 19 años, para escapar al avance franquista. Pasó por varios campos de concentración franceses, y cuando estalló la guerra mundial, fue encuadrado en una compañía de trabajadores extranjeros. Fue capturado en mayo de 1940 por los alemanes y, después de pasar por varios campos, en enero de 1941 llegó al campo de exterminio de Mauthausen. El fotógrafo del campo buscaba a un ayudante que conociera el oficio y Boix se incorporó al laboratorio. De esta forma, pudo garantizar su supervivencia, ya que disfrutaba del trato de favor de sus guardianes. Con la ayuda de una red de presos republicanos consiguió esconder unas 20.000 fotografías y negativos, que documentaban las trágicas condiciones de vida de los internos y los abusos de los nazis. Estas imágenes fueron decisivas para juzgar a los nazis por genocidio. Boix fue el único testigo catalán llamado a declarar en los juicios de Nuremberg y Dachau. Escribió un libro sobre los republicanos españoles en los campos de exterminio, pero no lo llegó a publicar y el manuscrito ha desaparecido. Boix murió en 1951, a los 31 años, de una tuberculosis que arrastraba de su estancia en los campos nazis.

 

Fotografía de portada: Soldados con una ametralladora Máxim en el valle de Meià. Fotografía: Francesc Boix.