Francesc Soler publicó tan solo empezar el año El somriure dels dofins, una novela que es protagonizada por un chico que nace a finales de los 70 en un pueblo pequeño del interior, donde rige la 'dictadura del todo el mundo' y la poca tolerancia. El mismo protagonista se llama Francesc Soler y cuando lo leyó su madre, lo primero que le dijo fue que todo el mundo buscaría su nombre en internet para ver qué era verdad y qué era mentira de su vida. Y, evidentemente, quiere ser un juego; el Francesc Soler del libro piensa lo mismo que piensa el autor sobre la vida o sobre la homosexualidad, pero le pasan cosas muy graves que al escritor no le han pasado. El autor nos explica la reivindicación de hacer novelas de temática gay que acaben bien, que hagan ver que puedes tener una pareja del mismo sexo y tener un final feliz. El autor ha publicado dos libros periodísticos de entrevistas (Homonots: converses amb deu gais que han obert camí y Un perfil propi: converses amb Santi Vila) y debutó hace dos años con una novela satírica sobre el turismo (Barcelona demà o aquesta tarda).

¿Cómo te presentas?
En primer lugar, soy periodista, sobre todo radiofónico. Cuando era pequeño quería escribir, pero no fui lo bastante valiente para decir que me quería dedicar a la literatura. Llegué al periodismo a través de la literatura; creo que son vasos comunicantes, la herramienta es la misma: la palabra y también nos dedicamos a explicar historias. Para mí ha sido un proceso de cada vez sentirme más fuerte y seguro como escritor e ir abandonando estos anclajes que son el periodismo.

¿Cómo pasas del reportaje a la ficción?
Para mí la ficción acaba siendo un vehículo para explicar muchas verdades sin tener que estar encorsetado por unos hechos o centrarme en una historia, es una manera muy diferente de trabajar. Sí que me gusta que los hechos históricos o referencias que aparecen estén muy bien fundamentadas. Por lo tanto, aquí detrás hay un trabajo de escritor y de periodista, también.

Francesc Soler, el autor de El somriure dels dofins / Foto: Miquel Muñoz

¿Cuándo empezaste a escribir, cuál ha sido el proceso?
Es una historia que hace mucho tiempo que tenía en mente, y seguramente no lo he hecho antes porque no sabía si sabría o si tendría el tiempo. La pandemia me ofreció muchas horas y quizás un contexto determinado para hacer la revisita e introspección de mi infancia y adolescencia. Programarla para este enero me permitió dejarla en pausa y entonces poder leerla poniéndome en los ojos del lector y hacerla evolucionar. Como periodista, acostumbrado a los tiempos muy cortos, es un superlujo coger perspectiva también de lo que estás escribiendo.

El protagonista de la obra se llama Francesc Soler. ¿Hasta qué punto es autobiográfico? Es un gran reto y atrevido poner tu nombre.
Sí, es evidente y quiere ser un poco un juego. Este Francesc Soler de El somriure dels dofins piensa lo mismo que pienso yo sobre el pasado, sobre la vida, sobre la homosexualidad, sobre la literatura, pero pasan cosas muy graves que a mí no me han pasado. Me ha ido muy bien utilizar mi nombre para ponerme en la piel de alguien que le han pasado estas cosas, como juego de creación.

¿Qué querías transmitir con tu obra?
A mí me gusta pensar que es una novela de segundas oportunidades y de reivindicar que, por mucho que hayas tenido una infancia difícil, un desengaño amoroso o que hayas acabado injustamente en prisión, tienes derecho a aspirar a una vida feliz. Yo quería que fuera un libro que acabara bien.

A mí me gusta pensar que es una novela de segundas oportunidades y de reivindicar que, por mucho que hayas tenido una infancia difícil, un desengaño amoroso o que hayas acabado injustamente en prisión, tienes derecho a aspirar a una vida feliz

¿De dónde viene el título?
La sonrisa de los delfines quiere ser, en primer lugar, una metáfora de este mundo infantil supuestamente feliz e inocente. Creo que se ha creado una especie de arcadia feliz de la infancia y hay niños que son muy infelices, que tienen unos problemas de aceptación, de gestión de las emociones o de relación con los otros muy graves. Entonces, cuando eso todavía no lo ha matizado la educación o lo políticamente correcto, aparece toda la furia. Y por eso en las aulas o en los patios de escuela se dan situaciones que, por ejemplo, en un entorno laboral acabarían en el juzgado: pegar al débil, al diferente, hacer la vida imposible o el vacío. Y eso pasa con unos niños que tienen muy pocas herramientas por defenderse. Con los delfines pasa un poco lo mismo. Cuando éramos pequeños íbamos al delfinarium del zoo y decíamos: "qué simpáticos los delfines" y no lo son, están cerrados aquí y esta cara la tienen porque la comisura de los labios les acaba arriba, es una falsa sonrisa. Los delfines, igual que los niños y que los homosexuales, llega a un momento en que saben darle la vuelta y aprovecharse. La otra parte del porqué del título es la parte más antropológica e histórica y es que el delfín siempre ha sido un símbolo de renacimiento, ambivalente, un mamífero que está en el agua, asociado al sol y también a la luna, a las segundas oportunidades. Y por eso Francesc Soler cuando sale de prisión se tatúa un delfín en la piel.

Cuando éramos pequeños íbamos al delfinarium del zoo y decíamos: "qué simpáticos los delfines" y no lo son, están cerrados aquí y esta cara la tienen porque la comisura de los labios les acaba arriba, es una falsa sonrisa

¿Qué papel tiene Laura Soler?
Le sirve al protagonista de la novela para respirar, sentir y vivir en libertad. Hay toda una parte de la música o los chicos que le gustan que lo tiene que reprimir y se inventa un personaje de ficción, el diario de Laura. Esta parte de su personalidad que en la escuela le dicen "eso es de niña", pues se inventa una niña que es la que lo vive y así puede vivir tranquilamente sin sentirse culpable, es una válvula de escape.

Es interesante el retrato que haces del pueblo y de la 'dictadura del todo el mundo'. ¿Se puede ver algún punto autobiográfico?
Evidentemente, en este pueblo que aparece en El somriure dels dofins hay mucho de mi pueblo, Roda de Ter. Quería que fuera un ejemplo de un pueblo poco diverso, donde hubiera poca tolerancia a la diversidad o se viviera puertas adentro. Ahora es diferente, estamos en un momento de diversidad también en los pueblos, se vive de una manera más desacomplejada. En el caso de los homosexuales, durante muchos años y todavía ahora, muchos han tenido que dejar sus pueblos o sus ciudades pequeñas e ir a la ciudad para ser quien realmente son y para tener un proyecto de vida viable. La gente del Midwest americano hacia Nueva York o San Francisco, la gente de pueblos pequeños de Catalunya hacia Barcelona, etc. Todavía hoy hay parejas de chicos que cuando van al pueblo no se dan la mano por la calle y en Barcelona sí que lo hacen. Hay un libro de Rubén Serrano que se llama: No estamos tan bien, y también es eso.

En el caso de los homosexuales, durante muchos años y todavía ahora, muchos han tenido que dejar sus pueblos o sus ciudades pequeñas e ir a la ciudad para ser quien realmente son y para tener un proyecto de vida viable

Francesc Soler / Foto: Miquel Muñoz

Es también contradictorio el hecho de que haya un tipo de aceptación y al mismo tiempo un aumento de violencias.
Sí, yo creo que ahora estamos en este momento que tú describes. Creo que hemos pasado unos años donde ser homófobo, racista o machista daba vergüenza, y por lo tanto, la gente que lo era no lo decía, o no lo decía fuera de casa. Creo que ahora hay un desacomplejamiento de esta gente; no es que sean más, sino que ven que están perdiendo el dominio de la sociedad y cada vez están más rabiosos y peligrosos. Son gente que cuando ven una serie donde hay una pareja gay o de lesbianas, dicen: "incluso a las series tienen que estar". El más peligroso de todo sería que, como hoy en día lo que es oficial y políticamente correcto es el feminismo y el respeto a las diversidades, en las escuelas, los adolescentes que se quieren rebelarse contra eso reivindicaran el machismo o la LGTBIQ+ fòbia.

¿Qué referentes de literatura gay catalanes tienes?
Para mí Terrenci Moix es el escritor de referencia. Sus autobiografías de El Peso de la Paja para mí son maravillosas y el retrato de una época, una manera también de entender la sexualidad y que con algunas cosas también me puedo sentir muy identificado, como un chico de una familia modesta o humilde que no tiene ninguna relación con el mundo literario o de la alta cultura y que desde muy pequeño se le despierta estas ganas no solo de escribir, sino también de conocer todos estos mundos maravillosos.

¿Consideras que estás llenando un vacío?
No sé si llenando un vacío, sí que tengo la sensación de pisar un terreno muy virgen todavía. Sí que hay autores catalanes, pero pocos. Sobre todo en el caso de las traducciones; la mayoría de libros de literatura gay que tengo en casa son en castellano porque no existen en catalán y, alguna traducción que hay en catalán es antigua y con un lenguaje un poco viejuno. Una escritora y buena amiga me decía: "¿en el libro aparece muchas veces la palabra polla, por qué sale esta y no cigala?" Pues porque en la calle nadie te dirá cigala y para mí era muy importante que el lenguaje se pareciera mucho, y que cuando se habla de sexo, que la gente lo pudiera ver como una cosa natural, no como una cosa viejuna o de juego floralista. Por lo tanto, en este aspecto, yo creo que sí que quizás estoy llenando un vacío, o vaya, si humildemente contribuyo a hacerlo, pues estoy contento.

Para mí era muy importante que el lenguaje se pareciera mucho, y que cuando se habla de sexo, que la gente lo pudiera ver como una cosa natural, no como una cosa viejuna o de juego floralista

¿Y referentes internacionales de literatura gay?
En el libro cito 10, he intentado que sean representativos de todo el mundo. Para mí, Oscar Wilde creo que es básico para cualquier autor y más cualquier autor gay que se quiera poner a escribir. De los americanos; David Levitt y el Edmond White. Andrew Halleran, que lo he descubierto haciendo este libro, habla de Nueva York antes del VIH, que es este momento de explosión sexual, etcétera. Mishima es un autor importantísimo, sobre todo porque nos viene de la parte de Oriente y rompe la visión eurocentrista que a veces tenemos. Y por supuesto E. M. Forster, autor de Maurice, que yo creo que es uno de los grandes clásicos de la literatura gay, y es importante también porque acaba bien, que es una reivindicación. Durante muchos años en la ficción, los personajes homosexuales que aparecían se acababan suicidando y eran unas personas con muchos conflictos o morían de sida. El primer gran personaje gay que yo veo en el cine es Tom Hanks en la película Filadelfia y termina mal, muerto de sida. Está muy bien reflejar esta realidad, pero a un adolescente gay de los años 90 en el fondo le estás diciendo: ve con cuidado porque tienes muchos números de acabar así.

Retratas una realidad de los años 80 y 90. ¿Crees que hay cosas que siguen pasando hoy en día?
Yo creo que el gran cambio es la presencia de referentes. Es decir, que en una plataforma dirigida al gran público haya una serie como Smiley, es muy importante. Sobre todo porque la generación anterior es aquella que antes de ir a comprar un libro de temática gay seguramente pasaba media hora delante de la librería sin atreverse a entrar y cuando entraba cogía el libro y lo ponía dentro de un sobre. Yo creo que ahora hay una forma más desacomplejada y un chaval ahora adolescente, que tiene cualquier serie de estas al alcance, puede ver que puedes ser homosexual y puedes vivir tu vida. Y es más, que hay una ficción donde el tema central ni es la salida del armario, ni es afrontar la pandemia del VIH, ni es la homofobia.

Foto: Miquel Muñoz

También hay más acceso a la información.
Sí, y el hecho de poder encontrarse, yo creo que eso también es uno de los beneficios de internet y de las redes sociales, que siempre es un arma de doble filo. Si tú eres un chico homosexual de un pueblo de doscientos habitantes, a través de la red puedes conectar con muchos otros chicos, y no solo para ligar, sino para compartir inquietudes y socializar. Creo que eso es importante y es un cambio respecto hace 20 o 30 años.

¿Entonces dentro de la lucha de derechos del colectivo este libro es como tu herramienta?
Sí, yo siempre me he sentido mucho comprometido con el colectivo. A veces digo que ser homosexual es como un doble de nacionalidad, es decir, yo soy catalán y también soy homosexual. Y eso, yo creo que también me ata a otras personas, a una historia en común, a unos referentes y a una lucha. Y para mí es muy importante, me siento orgulloso y lo acepto. No es gratuito que la abogada que saca de prisión a Francesc Soler del libro sea una mujer trans, ya que muchas veces han sido las que han liderado las luchas por los derechos y han sido las más expuestas. En Stonewall, quien hay delante de todo cogiendo la pancarta o liderando la masa para enfrentarse a la policía son transexuales.

¿Tienes algún proyecto en mente? ¿Crees que quieres seguir por el camino de la literatura gay?
Todo lo que yo escribo en el fondo parte de mí, siempre habrá, directa o indirectamente, algún personaje o alguna trama que tenga que ver. Me siento muy orgulloso si me consideran a un autor gay o de la literatura gay, pero también es verdad que yo cuando escribo, escribo para todo el mundo. Del mismo modo que Boulder, que es un libro maravilloso, es un libro 100% lésbico y donde yo me he sentido muy implicado en la historia, me he emocionado, he sufrido y he reído; entiendo que cualquier lector puede leer El somriure dels dofins y sentirse también implicado, no quizás identificado. Creo que es una de las grandes maravillas de la literatura: poder vivir vidas que no son la tuya. Respondiendo tu pregunta, no lo sé ahora mismo, tengo un par de historias en mente, pero he decidido que hasta después del verano no decidiré hacia dónde tiro.

Me siento muy orgulloso si me consideran a un autor gay o de la literatura gay, pero también es verdad que yo cuando escribo, escribo para todo el mundo

También es lo que decíamos al principio, que estas cosas tienen sus tiempos.
Sí, y la literatura que yo hago parte mucho de hacerse preguntas y hay un hilo conductor. También está la idea de herencia; cuando yo nazco en Roda de Ter, el año 78, en la escuela nadie me habló de Stonewall, de la lucha de los derechos LGTBIQ+, de diversidades sexuales ni de lo que quería decir tener una relación de larga duración entre dos hombres. Creo que cuando eres heterosexual heredas y partes de un modelo de sexualidad, de relación y entonces tú decides si lo aceptas o no. Yo soy un autor de literatura gay, el libro quiere ser un homenaje a los autores gays que nos han precedido y dicho: "no estás solo", porque a veces, desde el que podríamos decir sexualidades minoritarias, corres el peligro de decir: "eso solo me ha pasado a mí" y, cuando lees Oscar Wilde, ves que a él ya le pasó hace más de cien años. Somos menos originales de lo que querríamos, por suerte.

El libro quiere ser un homenaje a los autores gays que nos han precedido y dicho: "no estás solo"

Es importante visibilizar estas personas y referentes también.
Una de las cosas que a mí me hace más ilusión de El somriure dels dofins es que hay lectores que me dicen que a partir de este libro han leído muchos otros libros que salen citados. Si el libro también sirve por eso, yo creo que también está bien.