Frank Moulaert, profesor emérito de la universidad de Lovaina, es especialista en planificación y en desarrollo. Desde hace años está muy preocupado por las desigualdades sociales y cree que las iniciativas a nivel local, y especialmente en espacios urbanos, pueden servir para reducir los problemas en este ámbito. Ha venido a Barcelona con el fin de participar, con Marisol García, en el debate Innovación social y urbana para combatir la desigualdad, que se ha celebrado en el Palau Macaya, impulsado por la Fundació Catalunya-Europa y la Obra Social "la Caixa" con la colaboración de la Oficina del Club de Roma en Barcelona y el Departamento de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Catalunya.
¿Qué pretende explicar en el debate de hoy?
Marisol García y yo hablaremos del pasado, del futuro y de la innovación social, de los orígenes históricos y contemporáneos de la innovación social. Lo focalizaremos sobre la innovación social en el contexto territorial, en un barrio, en un territorio urbano... Y hablaremos también de la gobernanza, construida desde abajo. Hablaremos de la relación entre las organizaciones locales y el gobierno local, en los dos sentidos. Una relación bilateral que puede ser enriquecedora para los dos.
Usted se refiere a menudo al término "innovación social". ¿A qué se refiere?
En términos contemporáneos, y a nivel territorial, hablamos de un cambio en tres dimensiones, ligadas entre sí. La primera es la satisfacción de las necesidades de ciudadanos (quién sea, inmigrantes, marginados, pobres), como pueden ser la educación, la sanidad, los espacios públicos... Son bienes que resultan amenazados cuando entras en la pobreza o cuando el sistema no libera bastantes recursos como para satisfacer estas necesidades. La segunda dimensión es la mejora de las relaciones sociales, lo que implica construir nuevas relaciones de solidaridad, de reciprocidad, de codecisiones, que pueden ser informales o institucionalizadas (por ejemplo, en un consejo de barrio, o en un proyecto de barrio). La tercera dimensión es que todo este movimiento de innovación social contribuye a una transformación socio-política, que puede ser muy modesta, pero que también puede ser muy revolucionaria. Todo eso, integrado, constituye el proceso de innovación social.
¿Ha habido experiencias modélicas de innovación social?
Sí, hay experiencias con resultados muy buenos, en diferentes países. Nosotros hemos trabajado sobre este tema, a nivel local, desde finales de los años 1980, cuando la Unión Europea y muchos países europeos descubrieron el problema de los barrios y municipios que tenían que hacer frente a la reconversión industrial (como Barakaldo). Yo estuve implicado en el proyecto integral del barrio Nordeste, en Amberes, en Bélgica, en que los vecinos tuvieron un fuerte protagonismo. A nivel de municipio había una gran flexibilidad para crear programas de desarrollo de barrio, en que había integrados representantes de las instituciones, de la sociedad civil y del sector privado. Funcionaron bastante bien durante 15 años, pero con el aumento del neoliberalismo las instituciones han ido absorbiendo estas iniciativas.
Hace falta un sistema fiscal unificado para Europa. Hace falta que Europa establezca normas impositivas firmes
Usted apuesta por reducir las desigualdades, pero desde la última crisis no paran de crecer...
Sí, pero se tiene que revertir este proceso. Hace falta un sistema fiscal unificado para Europa. Hace falta que Europa establezca normas impositivas firmes. Hay que cerrar todas las rutas de escape de los capitales hacia paraísos fiscales. Hay que tasar los ingresos de todo tipo, capital y trabajo, de la misma forma... Eso es una necesidad.
Usted también ha estudiado la innovación científica, y la ha criticado, apuntando que tendría que contemplar más el bienestar social de lo que lo hace actualmente.
La innovación científica está demasiado centrada en la innovación tecnológica y en la organización empresarial, pero no hay interés en la organización social. Falta investigación para la innovación social en varios campos. Es muy importante, sobre todo a medio y largo plazo, la investigación sobre los tipos de gobierno, tanto a nivel de Estado, de gobierno regional, de gobierno local... Hay que liberar presupuestos para hacer investigación sobre cómo hacer el Estado más democrático, sobre cómo puede ser más sensible a las necesidades de todo el mundo. Para mí, la innovación social también afecta a las relaciones entre los individuos, a las relaciones interpersonales. Y a menudo hay problemas entre la gente porque hay desconfianza.
¿Y qué se puede hacer para resolver el problema de las relaciones interpersonales?
Hay que desarrollar nuevos sistemas de formación, que ayuden a superar los prejuicios y las actitudes de desconfianza hacia los otros. Hay que aprender de nuevo a tener confianza el uno en el otro, a cooperar entre nosotros. Hace falta más investigación en psicología, pero también en educación. El sistema de educación es demasiado competitivo, hay que transformarlo. Una parte del déficit de la democracia se debe al individualismo de la gente, que es alimentado por una ideología y una filosofía de competitividad, de apropiación. Hay que superar todo eso.
Para que una ciudad sobreviva a largo término, hace falta una política de control de precios de la vivienda
Es difícil construir redes vecinales cuando el aumento continuo de los precios de los alquileres obliga a la gente a cambiar a menudo de casa.
El mercado inmobiliario es extremadamente importante. Para que una ciudad sobreviva a largo término, hace falta una política de control de precios de la vivienda. Eso ha existido en Bélgica durante mucho tiempo, y eso garantizó que el alquiler fuera accesible para todos los niveles de la población. Y si entramos en una dinámica de mercado, hay que asegurar que las instituciones garanticen una oferta de alquiler social que equilibre el mercado, pero eso exige un presupuesto, inevitablemente.
¿Hacen falta más impuestos, pues?
Para que funcione un buen plan de barrios hace falta transferencia de recursos, del sector privado al público. Tienen que crecer los impuestos de las clases superiores y que disminuyan o desaparezcan los de las clases más bajas. Hace falta una redistribución mayor, que dignifique al Estado.
Incluso el mundo más conservador empieza a comprender que las dinámicas del mercado y de la acumulación han ido demasiado lejos
¿Cree que está la oleada de reacción conservadora a nivel mundial puede paralizar los proyectos de innovación social en marcha?
No creo. Incluso el mundo más conservador empieza a comprender que las dinámicas del mercado y de la acumulación han ido demasiado lejos. Ha entendido que para el equilibrio socio-económico de la sociedad, habrá que dar pasos atrás. Habrá que regular los mercados, detener la fuga fiscal... Y harán falta más recursos para garantizar el bienestar de la sociedad. Poco a poco la clase poseedora va siendo consciente de que para evitar una revolución violenta, habrá que dar pasos atrás en esta dinámica de egoísmo. Hace falta que todo el mundo tenga un acceso decente a la educación, a la sanidad, al espacio público, a la naturaleza... Pero para eso se necesitarán recursos. Habrá que movilizar dinero para reforzar la solidaridad social.
Yo no creo en la violencia, porque transforma las cosas a corto plazo, pero a medio y largo plazo todo vuelve al mismo punto. Creo mucho más en la educación y en la mediación
¿Qué se puede hacer para cambiar el mundo?
Yo no creo en la violencia, porque transforma las cosas a corto plazo, pero a medio y largo plazo todo vuelve al mismo punto. Yo creo mucho más en la educación y en la mediación, que pueden transformar al individuo. El proyecto de transformación social que queremos aplicar a la sociedad a nivel macro, lo tenemos que empezar a aplicar a los individuos, de forma particular. Eso ya lo estamos haciendo nosotros, en las escuelas que participan en nuestros proyectos.