El 1818 Mary Shelley publicaba Frankenstein o el Prometeo moderno. Ahora, Ahmed Saadawi publica Frankenstein en Bagdad (en castellano, en Los Libros del Asteroide, con traducción de Anna Gil, y en catalán en la editorial Amsterdam, con traducción de Àlex Queraltó). Se trata de un remake del clásico de Shelley, pero ambientado al Bagdad del siglo XXI, en plena lucha entre gobierno, yihadistas y varias facciones en lucha.
Cambio de debate
Shelley subtitulaba su libro El Prometeo moderno. Se refería al dios griego que, según algunas versiones del mito, creó al hombre a partir de barro. En realidad, su libro era sobre todo una reflexión sobre la creación y la destrucción de vida, y la relación del hombre con la divinidad. El científico Victor Frankenstein crea un monstruo al que poco después abandona, sin haber dado ni nombre. El monstruo, que se siente solo, intenta integrarse en la sociedad humana, pero no lo consigue y reacciona con gran violencia. La novela de Saadawi es bastante diferente. Su Frankenstein es creado por un trapero, Hadi, que no tiene ninguna voluntad especial de superar a los dioses. Este monstruo es construído a partir de los cadáveres que aparecen por todas partes en una ciudad donde, de forma continuada, hay explosiones de coches bombas, delincuencia común, asesinatos políticos y combates entre facciones rivales. Construido con fragmentos de muchas víctimas del conflicto, Comosellame (como el engendro de Frankenstein, tampoco tiene nombre), es la expresión del dolor colectivo producido por los enfrentamientos.
En clave social
El Frankenstein árabe del siglo XXI, a pesar de ser producido en tiempo de integrismos, no es una obra centrada en la relación entre el hombre y la divinidad, sino que es básicamente una reflexión cruda sobre la relación entre los hombres: sobre la guerra, sobre la intolerancia, sobre el poder, sobre la ambición, sobre la justicia, sobre la venganza... El monstruo de la Inglaterra del siglo XIX era un apestado para la población, el monstruo árabe contemporáneo, en cambio, es mucho más ambivalente, porque al fin, no es sino un reflejo de un entorno hostil, enfermo, deteriorado...
Sin ideales
El Bagdad de Saadawi es una ciudad no sólo afectada por la guerra, sino por toda una serie de maldades asociadas a esta: corrupción, miseria, arribismo, amiguismo, violencia familiar... Chiíes, sunitas e islamistas se enfrentan por las calles, pero eso no hace sino ocultar realidades mucho más cotidianas que también derivan en violencia: conflictos vecinales, celos, especulación inmobiliaria... Entre las bombas, los proyectiles, y la crisis, la ciudad se está deshaciendo, como se deshace la moral de sus habitantes. Los ideales se han volatilizado por completo y los iraquíes se dejan llevar sólo por el egoismo más feroz. Bajo la cobertura de los discursos políticos, sólo está la más feroz lucha por la supervivencia, y por privilegio. La presencia americana, en lugar de contribuir a la pacificación de la situación, no hace sino incrementar las tensiones.
Con ojos de periodista
El protagonista real de la novela de Saadawi no es tanto Comosellama, como Mahmud, un periodista iraquí que va recibiendo noticias del monstruo y que a través de su profesión se relaciona con la élite y con los bajos fondos de Bagdad. Mahmud refleja, también, la putrefacción de la sociedad iraquí ante un conflicto que se eterniza, porque acaba coincidiendo con las cloacas del muy putrefacto estado iraquí. No es el único interesado en el monstruo: paralelamente la policía iraquí también sigue la pista de Comosellama. Pero no lo hace con corrección detectivesca, sino con la brutalidad más absoluta, con amenazas, chantajes y torturas. Y, en realidad, el libro está lleno de personajes secundarios, porque la voluntad indudable de Saadawi es pintar un mosaico social de la sociedad iraquí y hablar, también, de la vida de los habitantes de la ciudad más allá de la guerra.
Pequeña esperanza en una gran tragedia
Frankenstein en Bagdad combina un relato con elementos absolutamente fantásticos, con una descripción minuciosa de una realidad cotidiana: las vivencias de los habitantes de Bagdad. Saadawi es tremendamente lúcido en su análisis del Iraq en guerra. No parece dispuesto a dejarse llevarse ni por la fe en un futuro mejor ni por la conveniencia de hacer una historia feliz que sea más comercial. En realidad, parece que todos los personajes de la obra sólo tengan dos salidas: o enriquecerse de forma inmoral gracias a la rapiña facilitada por la situación de caos, o la marcha al exilio. Los iraquíes, y especialmente los de las minorías, como los cristianos, abandonan en masa Bagdad, o el país, como única vía para librarse de la guerra. Para mucho, abandonar Bagdad es lo que mejor los puede pasar.
¿Un nuevo Frankenstein?
Es difícil leer Frankenstein en Bagdad como si fuera una reedición del libro de Shelley o una novela gótica. Saadawi recupera el motivo central de la novela fantástica, la del monstruo creado por el hombre que cobra vida, pero lo mueve con unos parámetros completamente diferentes a la escritora inglesa. Por otra parte, es completamente normal: el monstruo de Shelley era una anomalía que rompía el orden de la sociedad; pero, obviamente, en el caótico Bagdad en guerra, el orden no existe como tal. El monstruo iraquí actúa en una sociedad marcada por el crimen y por la violencia. Ni siquiera es tan fácil identificar sus crímenes en medio de un mar de cadáveres que aparecen cada mañana por las calles de la ciudad. Cuando la normalidad es la guerra, ¿qué es la monstruosidad?
Bien atado
Frankenstein en Bagdad partía de un planteamiento original pero arriesgado: compartir la herencia clásica con una realidad desgarradora y de plena actualidad. Era fácil caer en la frivolidad o en el patetismo, pero Saadawi es capaz de evitarlo y de llevar con habilidad la trama. Es capaz de mantener el ritmo de la obra y, al mismo tiempo, de evitar caer en una espiral de dramatismo. Frankenstein en Bagdad es, al fin, un libro brillante, que nos traslada al corazón del horror con inteligencia y savoir faire literario. No es extraño que haya acumulado premios.