Era el mes de mayo de 1816. Mary Wollstonecraft Shelley y su marido, el poeta romántico y filósofo Percy Bysshe Shelley, habían viajado a Ginebra para veranear cerca del lago Léman. No fueron solos. Les acompañaban el famoso y polémico poeta Lord Byron; la hermanastra de Shelley, la también poeta, Claire Clairmont, entonces embarazada el Byron; y su médico, John William Polidori. No fue más que un juego. Una de aquellas tardes de esparcimiento y desconexión, el joven grupo literatos decidieron montar una competición de historias fantasmagóricas. Empezó Polidori con la historia de un vampiro, relato que más tarde se convertiría en una influencia fundamental para Bram Stoker y su novela Drácula.

Cuando llegó el turno de Shelley, la escritora recordó una pesadilla en la cual había visto "un pálido estudiante de malas artes arrodillado delante del ser que acababa de crear". Recién explicada la historia, decidió que tenía que llevar al papel aquel cuento medio romántico, medio gótico, protoexperimento de literatura de ciencia ficción. La primera idea fue redactar un relato corto. Acabó siendo una de las obras más importantes de la literatura universal, mito de la cultura popular. Shelley recordaría para siempre aquel verano en Suiza en qué escribió Frankenstein, o el moderno Prometeo (1818), como el momento "en el que salí de la infancia a la vida". Un clásico en constante revisión que ahora recupera la editorial Viena en su colección Club Victoria con traducción al catalán de Xavier Zambrano.

Un estandarte del romanticismo

Rescatado en un lugar remoto del Ártico, el doctor Victor Frankenstein nos relata su tragedia: cuando era estudiante de filosofía en Ginebra se obsesionó con conseguir encontrar una fórmula para dar vida a la materia inanimada. Simultáneamente, se dedicó a reunir partes de cuerpos humanos para construir una criatura de apariencia humana, a la cual consiguió dar vida con una descarga eléctrica. Pero la criatura, dotada de una altura y una fuerza física descomunales, tenía un aspecto tan espantoso que inspiraba terror a todo el mundo que la veía. Considerada el estandarte del romanticismo y del terror gótico, Frankenstein o El Prometeo moderno nos recuerda que los humanos, desconfiados por naturaleza, suelen carecer del más mínimo sentido de la compasión. Aunque la criatura se acerque a los otros con respeto y sinceridad, confiando en que se regirán por los principios de la religión y la piedad, los humanos la rechazan una vez y otra, porque son incapaces de ver más allá de su apariencia monstruosa.

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Cubierta de la nueva edición catalana de Frankenstein de Mary Shelley

Considerada el estandarte del romanticismo y del terror gótico, Frankenstein o El Prometeo moderno nos recuerda que los humanos, desconfiados por naturaleza, suelen carecer del más mínimo sentido de la compasión

Aunque clásico universal, en su momento, ninguna editorial quiso publicar un libro de terror escrito por una mujer. Tanto es así que la primera edición salió de manera anónima. Fue todo un éxito instantáneo. La segunda edición ya salió con su nombre, para no perder todas ganancias derivadas de los derechos de autor, aunque mucha gente creía que era obra del poeta Percy: no creían que una mujer hubiera sido capaz de escribir un libro que ya forma parte de la iconografía de la cultura popular. Un incunable que ahora podemos volver a leer en catalán gracias a la edición que acaba de publicar la editorial Viena con traducción de un Xavier Zambrano que explica que buena parte del trabajo lo ha hecho "con papel y lápiz por una lesión en el hombro. Las cavidades del cuerpo, juicio, imaginación o sentimiento —¿de qué estofa estamos hechos?—, las inteligencias artificiales, la técnica desatada. Al fin y al cabo escrito por una chica de 18 años rodeada de pretendidos genios". Si queréis saber más, hoy a partir de las 19h presentan esta nueva edición en la librería Ona en un acto de que participarán el mismo Zambrano y las "damas fundadoras del Club Victoria", Isabel Monsó y Blanca Pujals.