El final del verano, y la vuelta a la rutina, siempre trae una sensación similar a la de año nuevo. ¿Y por qué no celebrarlo de la misma manera y sumergirse en una gran fiesta? Desde que el Cara B se convirtió en el Fstvl B, se ha ido consolidando, poco a poco, como una de las fechas más esperadas de los festivales de otoño. La cita era clara: todo el mundo convocado al Fòrum de Barcelona para disfrutar de dos jornadas de reencuentros y un cartel que no solo aseguraba los éxitos de la temporada, sino también la posibilidad de descubrir tu música preferida del futuro.

Llegada la fecha, el éxito estaba prácticamente asegurado, con todos los abonos vendidos y las entradas de día del sábado agotadas. A pesar de haber generado una fórmula, replicada durante todas las ediciones anteriores, en que se repartían los días bajo temáticas —el viernes guitarras indie, y el sábado, digamos, sonidos más urbanos—, este año las fronteras y etiquetas se difuminaron más que nunca. Si es cierto que muchos de los artistas que veríamos sobre el escenario ya habían pasado por el festival, las nuevas combinaciones trajeron una energía completamente nueva, a pesar de no arriesgar tanto como pudrían.

Foto: Álvaro Escudero

En una ciudad donde prima la energía tourist go home, era refrescante ver cómo el público estaba integrado casi exclusivamente por locales. El primero en sentir el calor del público, y encargado de abrir el festival, fue Rodrigo Cuevas. El asturiano demostró ser un artista total. Coreografías, escenografía y una música que encara la tradición hacia el futuro fueron la clave para dejar al público boquiabierto, como cada vez que pisa las tablas. Además, fue de los poco artistas que se hizo eco de la huelga general de aquella misma tarde en apoyo a Palestina, recordando el privilegio que tenemos, tanto asistentes como artistas, de poder estar celebrando un festival en un momento en que se masacran vidas sin miramientos.

Uno de los otros grandes actos del día corrió a cargo de Cupido, banda que ha estado siempre presente en el festival con cada uno de sus trabajos. Junto con Sen Senra, fueron quien más gente congregaron con un repertorio que iba desde sus ya clásicos U Know, Autoestima, La Pared o No Sabes Mentir. Tenían al público en el bolsillo y decidieron sorprender con una kiss cam que iba enfocando a los asistentes para repartir este amor que solo Cupido puede repartir. Si las guitarras tuvieron aquí un gran momento, se elevaron con la llegada de El Mató a un Policía Motorizado. Los argentinos demostraron que su pop-rock está más vivo que nunca, congregando al público más adulto de la jornada.

Las nuevas combinaciones trajeron una energía completamente nueva, a pesar de no arriesgar tanto como pudrían

Y el momento más esperado llegó. Rusowsky hizo vibrar el Parc del Fòrum de una manera electrizante. Con su repertorio de música que suena a futuro se podría haber quedado tranquilo desde hace cinco años, pero decidió ir más allá. Haciendo bandera de su colectivo Rusia-idk, subió en tres ocasiones a Ralphie Choo sobre el escenario, haciendo enloquecer al público después de haber alcanzado un nuevo nivel como artista tras publicar su primer tema con Rosalía, Omega. La noche cerró por las nubes con uno de los infalibles conciertos de La Élite. Un clásico de la casa, que esta vez se acompañó de Nerve Agent —que también habían tocado en el festival— y Los Pintaos.

La euforia Mushka y Julieta

Todavía con buen sabor de boca, tocaba espabilarse para continuar una segunda jornada que tenía un público mucho más homogéneo en edad y estética verdunch, donde destacaban los seguidores de Cruz Cafuné, quien daría el concierto más multitudinario y esperado de la noche. La encargada de dar el pistoletazo de salida era la esperada Metrika, o madre fundadora para sus jóvenes fans y devotas. La más descarada de las duras firmó temas como Al gimnasio en tacones con una rabiosa energía que podría asustar al más valiente de aquellos chavales que te la intentan colar. Presentando su debut Madre Fundadora, con un hard-style inimaginable a las seis de la tarde, demostró porque es una de las artistas más interesante del panorama.

Foto: Clara Orozco

La segunda cita estuvo dominada por artistas solistas. Y si todos confiábamos en el siempre impactante paso por el festival de la Zowi, la euforia por el debut de Mushka y Julieta en el recinto se podía palpar en el ambiente. Cuando se empezaba a hacer oscuro, Julieta subió al escenario como solo una gran estrella del pop puede hacerlo. Bailarines, tarima y banda. Su amor de una noche de ciudad se tradujo en una noche de solo hits. Y como quien pasa el testigo, Irma Farelo salió al concierto de Julieta, y viceversa. El show de la maresmense, que iba a continuación, fue una fiesta de aquellas de poner el culo en la nuca. Aparte, de su colaboradora de no m'estima +, en el escenario aparecieron sus compañeros —con excepción de Cruz Cafuné, que era el siguiente en actuar— de Rifle Taliban. Dos conciertos que fueron una muestra de la buena salud que se respira al panorama catalán.

Julieta y Mushka demostraron la buena salud que se respira al panorama catalán

Con un Cruz Cafuné exitoso, el siguiente paso era ir al escenario pequeño. Después de su aparición la noche anterior con Rusowsky, la gente tenía más ganas que nunca de volver a ver a Ralphie Choo. Con un chubasco inesperado, el nuevo chico de moda subió a un escenario demasiado justo para su fandom. Nunca el escenario pequeño del Fstvl B se vio tan desbordado como con el de Rusia-idk. A pesar de atrasar la salida debido a problemas técnicos causados por la lluvia, en la pista no cabía ni un alma. Presentando su debut Supernova y su último tema con la Rosalía, por primera vez en directo, el festival tuvo tanta conciencia de estar haciendo historia como aquella noche. Después de poco más de una hora de hits, se pudo afirmar que fue el concierto más eufórico, emocional y entregado de la jornada.

Y después de dicho hito, todavía había tiempo para más. Una vez disfrutada la propuesta más interesante y potente del festival pasada por agua, de la mano de ABHIR, con la presentación de su segundo álbum BROWN BOY y sus últimos sencillos, la noche cerró con el ya conocido show de Soto Asa. Con su ambiente festivo, donde se difumina la línea entre el jolgorio en la pista y el escenario, los últimos asistentes que quedaban lo vieron cerrar a la altura de las expectativas. Un año más, el Fstvl B demostró la potencia de hacer un festival que pone el ojo de mira en el talento estatal.

Foto: Álvaro Escudero