¿Cuál es tu particular magdalena de Proust? Seguro que te lo han preguntado muchas veces. Ya me entiendes, me refiero a aquella explosión sensorial que inmediatamente te devuelve a un tiempo pasado, a menudo idealizado. Tengo un amigo que siempre dice que escuchar la banda sonora de Plats Bruts lo transporta a la juventud, por ejemplo. A mi madre, en cambio, le pasa con el gusto de la sopa de cebolla que cocinaba mi bisabuela. Para un servidor, lo confieso, el olor de hachís apaleao que ya nadie vende y que fumé de mala manera cuando tenía quince años es sinónimo de un viaje regresivo de primer orden. Para Gabriel Ferrater, su particular manera de conectar la conciencia con el pasado era sintiendo -en todos los atributos del verbo sentir- el vientecito primaveral. De eso habla Floral, principalmente, el poema del cual hoy hablaremos.
Para entrar en materia, primero hablaremos de una escena poco recordada de Pretty Woman en la que él, tímidamente, le confiesa a un amigo que últimamente se está viendo con una prostituta porque le hace sentir vivo. "Es como volver a ser joven", afirma. Sí, quizás es porque Gabriel Ferrater también tenía el pelo blanco e iba siempre vestido de manera impecable, como Richard Gere en la peli, pero la última vez que vi aquella escena pensé inevitablemente en Floral, el poema de Da nuces pueris donde Ferrater confiesa qué es para él la primavera: un estado de floración que le recuerda la juventud y aquel pasado floral, impotente y confuso, que ya sólo puede revivir gracias a los recuerdos mal apedazados.
Floral y Pretty Woman tienen más puntos en común, y no sólo porqueque el vestido de topos de Julia Roberts sea una metonimia universal de la primavera: en realidad, poema y película son obras que muestran una corteza heteropatriarcal difícil de digerir hoy en día, ya que tanto el protagonista de la peli como el protagonista del poema deshumanizan la figura femenina. Para Edward Lewis (Richard Gere), la magnífica Vivian no es nada más que un objeto de alquiler para satisfacer su soledad; para Ferrater, las chicas de su juventud que llevaban blusas blancas y rebecas verdes, ahora, casi diez años después de aquel mil novecientos cincuenta y dos, ya no son chicas, sino chicas flor que le verdean la memoria. Elementos de un paisaje que, recreado desde la nostalgia, florece como un jardín falseado.
Quien añora abrazar el capullo del pasado, jugando con la metáfora floral, corre el riesgo de estar haciendo un poco el capullo, nunca más bien dicho. Y más cuando|cuándo este capullo tiene forma de deseo sexual.
Por eso el recuerdo se le hace deseo: porque igual que nos pasa a nosotros cada primavera, interiormente Ferrater todavía se siente joven cuando llega el estallido de las flores a finales de abril, pero sabe que él ya no pasea por aquellas calles donde "sentíem el fresseig precipitat de flors i fulles" y que en los ojos de las chicas jóvenes parece más bien un viejo verde. Ahora tiene cuarenta años, transita por otros rodales donde el viento de entonces se convierte en ventet y las flores y las chicas se convierten en una sola cosa: extasiado por el recuerdo, nuestro poeta parece querer arrimarse a la floración de la primavera, pero no a la de su tiempo, sino a la del pasado. Y ya se sabe, quién añora abrazar el capullo del pasado, jugando con la metáfora floral, corre el riesgo de estar haciendo un poco el capullo, nunca más bien dicho. Y más cuando este capullo tiene forma de deseo sexual.
¿Era Gabriel Ferrater un capullo? Sería un gran título para alguna charla del Año Ferrater pensada para atraer a los jóvenes que tienen más adicción al Tik Tok que Ferrater a la ginebra, pero en realidad todo el mundo ha hecho el capullo alguna vez. Todos, en algún momento u otro, hemos enviado un whatsapp fuera de horas a alguien a quién amamos hace diez o veinte años y en quién hemos pensado una noche cuándo, de repente, en un concierto ha sonado la canción que tantas veces habíamos bailado juntos. Todos, en definitiva, somos poco o mucho yonquis de aquellas situaciones vitales que nos hacen sentir jóvenes de nuevo, por eso el protagonista de Pretty Woman siente el cosquilleo en el estómago de un primer amor adolescente cada vez que ve su chica flor mirando pelis en blanco y negro mientras se mea de la risa. No todo es de color de rosa, sin embargo, y principalmente de lo que habla Ferrater es de la imposibilidad de volver atrás y de la confusión de creer que el anzuelo de un recuerdo, en su caso el ventet, nos permite volver allí.
Está, además, el elemento floral de la flor de almendro como núcleo de todo, al igual que está la flor de azahar en La búscqueda del tiempo perdido de Proust o la flor de los lilas en La tierra baldía de T.S. Eliot, un poema que tradujo Joan Ferraté y que dice "Cruel arriba el mes d'abril, llevant/ lilàs en terres mortes, barrejant/ memòria i desig, estarrufant/ amb la pluja les arrels ertes". Es evidente, pues, que hay resonancias de Proust i d'Eliot en Floral, como también es evidente que el poema nos dice aquello que todos sabemos: amamos la primavera porque nos regala la floración de la vida, nos invita a hacer vermúes en la terraza, a estrenar vestiditos de flores que lo petan en Instagram y a disfrutar del vientecito que nos despeina en los atardeceres cálidos, pero sin embargo sabemos que año tras año nos miente, recordándonos que mientras ella florece un año más, nosotros nos marchitamos también un año más. Alertándonos cada abril, en definitiva, de que nunca seremos tan jóvenes como aquello que recordamos.