En 1983, cuando TV3 sólo era una chispa en el plan de gobierno de la primera legislatura de CiU, el entonces director de RTVE José María Calviño insistía que la televisión pública catalana tenía que prescindir de telediario, de deportes, de series y de cine. De todo aquello, defendía Calviño, ya se encargarían las televisiones privadas españolas. El presidente Pujol recordaba la anécdota —el incidente— durante una entrevista con Ferran Monegal, donde añadía cuál fue la respuesta que dio a Calviño: "Ni hablar. Yo quiero una televisión donde salga el Gary Cooper hablando catalán. Yo quiero Solo ante el peligro en catalán". Pienso mucho, en aquella lapidaria, estos días que TV3 está pasando por chapa y pintura toda su parrilla, con un especial énfasis en el relanzamiento de su canal infantil y juvenil. También pienso si hay ningún responsable público capaz de entonar un discurso tan aterrizado y concreto como el del presidente Pujol. Si hay alguien en el Gobierno —o a la oposición— con un anhelo audiovisual casi egoísta que querría ver hecho realidad. Yo tengo uno: que los perritos de uniforme que salen a los yogures de fresa de mi hijo hablen la misma lengua que él. La misma que hablaba Gary Cooper, con voz de Joan Carles Gustems, a Sol davant el perill.
Cor petit
Yo deseo lo mejor a SX3, el nuevo Club Super3, porque deseo lo mejor para nuestros chiquillos. Yo deseo suertes y aciertos a SX3 porque lo encenderé cada mañana y, como cualquier catalán de clase trabajadora, le delegaré cuidados mientras preparo los desayunos y las mochilas, los baberos y los bocadillos. Yo les deseo mucha mierda, porque, mierda, los niños catalanes ya estaban tapizando a espuertas. La parrilla del Club Super3 era tan desalentadora, comparada con la oferta de que tiene a su alcance el público infantil castellanohablante, que realmente la militancia lingüística de los padres tenía que ser de piedra picada, para no cardar zapping. Las comparaciones con el otro siempre son odiosas, porque se fundamentan en la envidia; pero cuando no tienes un estado detrás, la envidia es, a veces, un recurso de autodefensa. El capricho de Pujol se fundamentaba precisamente en los celos: el presidente no quería ver High noon en catalán; quería ver Solo ante el peligro, que es el título con que High noon filtró en el imaginario de los espectadores españoles. Este antojo es, también, el mío. Parafraseando a la anarquista epicúrea Emma Goldman, si no podemos poner Steven Universe o El asombro mundo de Gumball a los niños del país, vuestra revolución no nos interesa.
Es vital que la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales se propague como una raya de pólvora quemando por Netflix, HBO y Prime Video
Si en 1983 era prioritario desembarcar al UHF, ahora mismo es vital que la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales, con la ayuda de la Dirección de Política Lingüística, se propague como una raya de pólvora quemando por Netflix, HBO y Prime Video. Las dificultades son numerosas; no me extenderé, porque ya lo hizo Mercè Terès en este reportaje sobre por qué los doblajes catalanes no llegan a las plataformas. Jugárnoslo todo a un canal de televisión y cuatro limosnas digitales es, hoy, como ir a la guerra con una pistola de agua. En el mejor de los casos, la única cosa que podrás hacer es esquivar tiros, cuando lo que yo y Gary Cooper queremos es apuntar a matar. La lengua es un arma y, cuando sacas un arma, es para disparar. ¿Sabéis por qué os molestó tanto que aquellos periodistas de Radio Nacional de España se burlasen que el eventual doblaje de la serie de moda se tradujera como El juego del calamar? Porque la risa ha cambiado de bando: hace 25 años, éramos nosotros quien rodábamos por el suelo cada vez que oíamos "onda vital" en vez de "kame hame ha" o "Piccolo" en vez de "Satanàs Cor Petit". Las dificultades son numerosas. Pero no sólo nos va la lengua: también nos va la oportunidad de revolvernos, cuando nos abofeteen.
Azar y deseo
"No puedo verdadero Goku en castellano, no me afila. Porque no dicen bobo, ni pringado... ¿El Duende Tortuga? Venda, tío, no me jodas". El remanso era de David Muñoz, recientemente galardonado con una Cruz de Sant Jordi junto con su hermano José; Estopa. Los hermanos Muñoz crecieron en Cornellà de Llobregat, donde sólo un 14% de la población tiene el catalán como lengua habitual y donde el share de TV3 bordea el 10%. Que un fenómeno en catalán permease el AMB como lo hizo Bola de dragón fue una anomalía donde la casualidad jugó un papel determinante. Oleguer Sarsanedas, director de programas de la cadena de 1990 en 1996, explicaba al canal de Albert Lloreta que inicialmente sólo habían comprado una veintena de capítulos de la serie japonesa y que fue una amonestación de su hijo, poniéndolo sobre aviso que el programa había quedado colgante en medio de un torneo de artes marciales, la razón que lo hizo espolear para conseguir la licencia de la serie entera. Otra vez, fue un afán personal aquello que empujó una decisión corporativa con unas implicaciones sociolingüísticas gigantescas. Azar y deseo, conjurados. Del primero se ocupa Dios. Del segundo, tendríamos que preguntarnos qué se ha hecho.
Fue un afán personal aquello que empujó una decisión corporativa con unas implicaciones sociolingüísticas gigantescas
Laia Servera, jefe del departamento de infantiles de TV3, declaró en una entrevista que se dejarían la piel, con SX3, pero que quizás no triunfan porque "el contexto y la realidad son muy hostiles ahora mismo", y que el ser objetivo es potenciar la lengua catalana, "no es buscar audiencia". Si eso no es dejar a la intemperie lingüística a los niños del país que suben en entornos no-catalanohablantes —David, José y yo mismo lo fuimos—, se parece bastante. Hace no mucho, esperando el ascensor en mi bloque de pisos —Gornal, l'Hospitalet de Llobregat, el Brooklyn de Barcelona, según la alcaldesa Núria Marín—, mi pareja y yo charlábamos de ahora no recuerdo muy-bien-qué. La puerta del ascensor se abrió y salió una familia con niños. En el vals de ellos saliendo y nosotros entrando en el ascensor, oí como uno de los pequeños decía: "¿Has visto, mama? Hablan en catalán". En lo que tardó en cerrarse la lleva|trae del ascensor, el niño añadió: "¡Como yo"!. No me acuerdo, de lo que me dijo la Andrea de la planta baja al sexto, pero me gustaría que hubiera sido: "Kane, sé sensato y lárgate de este pueblo". Y contestarle, con la voz de Joan Carles Gustems: "No puedo hacerlo". Y que ella me responda, con la voz de Sílvia Vilarrasa: "Ya lo sé".