Escasas semanas antes que el coronavirus apareciera en nuestras vidas con la fuerza de una ola, Gaspar Hernàndez (La Vall d'en Bas, 1971) publicó La llibertat interior (Columna, 2020), un libro a medio camino entre el ensayo y el dietario en el cual el escritor y periodista reflexiona sobre la necesidad de abordar el autoconocimiento personal con el fin de ser más libres, es decir, más felices. Ganador del Premio Josep Pla el año 2009 con El silenci y autor de varias novelas, el presentador de L'ofici de viure ha visto como durante el confinamiento su programa en TV3 sobre autoconocimiento y espiritualidad alcanzaba cuotas de audiencia nunca vistas, talmente como si la pandemia nos hubiera permitido la posibilidad de abandonar el mundo exterior y reencontrarnos a nosotros mismos. Persona afable y próxima, hablar con Gaspar Hernàndez implica abrazar una especie de paz agradable y cordial, sea cuál sea el tema de conversación, por eso después del coloquio que compartió con los suscriptores de ElNacional.cat el pasado jueves, hemos conversado con él sobre cómo alcanzar esta libertad interior tan preciada en estos días que corren.
Publicaste La llibertat interior pocas semanas antes de la llegada de la Covid-19. ¿Crees que la pandemia ha sido un desafío, también, para nuestra salud emocional?
Sin duda. Un desafío, pero también una oportunidad para redescubrirnos mejor. Nunca me habría imaginado que mi libro sería útil a la gente durante el confinamiento. De hecho, mucha gente me ha escrito diciéndome que se habían sentido como en una prisión, y que gracias al libro se han sentido libres.
¿El libro, explicas, nace a raíz de un documental tuyo sobre los presos políticos, no?
Sí, Un procés dinsdel procés, de TV3, sobre el proceso psicológico y emocional de las familias de presos y presas. La hermana de Jordi Cuixart, Esther, nos dijo: "Jordi, en la prisión, es más libre que libre". Se estaba refiriendo a la libertad interior. Y Vicenç Alujas, psicólogo y funcionario de prisiones desde hace treinta años, me dijo: "en la prisión he conocido personas más libres que muchas de las que están fuera".
¿De qué libertad hablamos, pues, con esta libertad interior?
De la auténtica libertad, de la que nadie nos puede arrebatar de las manos. Se han referido a ella muchos sabios a lo largo de la historia. El testigo que más me marcó fue el de Victor Frankl: un psiquiatra judío que, a pesar de estar tomado en dos campos de concentración nazis, afirmaba haberse sentido libre incluso dentro de aquel infierno a la Tierra.
Es tanto sorprendente como esperpéntico, sobre todo teniendo en cuenta que a la puerta de los campos decía aquello de "El trabajo os hará libres".
El testimonio de Frankl es increíble. Me hice la siguiente pregunta: ¿si él fue libre en un campo de concentración, lo podremos conseguir nosotros en nuestro día a día aparentemente lleno de libertades?
¿Cómo conseguirlo, pues?
A partir de un trabajo de autoconocimiento. La herramienta principal somos nosotros mismos, pero sólo si nos atrevemos a sacarnos de encima las capas de lo que nosotros hemos creído que éramos. Las referencias sociales, religiosas o culturales con las cuales hemos crecido en Occidente nos impiden muchas veces descubrirnos con autenticidad. Vivimos en una sociedad donde la mente racional tiene mucho prestigio, y no hay nada más nocivo para nuestro bienestar que pensar demasiado.
¿Nuestros pensamientos son nuestro gran enemigo?
El 80% de ellos, sí. Me gustaría dejar claro, sin embargo, que la mente racional es un tesoro. La joya de la corona de nuestra especie. Pero no nos es útil para conseguir la felicidad. El cerebro está preparado para sobrevivir, no para ser feliz. Cada día tenemos entre 40.000 y 60.000 pensamientos, y la inmensa mayoría de ellos son repetitivos y negativos.
¿La mente de mono de la cual hablas, verdad?
La mente de mono de la cual hay que distanciarse, ya que nos encarcela. ¿De qué sirve encontrarnos delante de un paisaje maravilloso si, en el momento de estar frente a él, lo que nos está ocupando la mente es una preocupación derivada del trabajo, de la pareja o de alguna cosa que nada tiene que ver con aquel paisaje? La mayoría de pensamientos que nos asedian tienen que ver con el miedo, con algún temor sobre el futuro o sobre alguna cosa que hemos hecho en el pasado, y es este miedo permanente el que impide disfrutar de libertad interior.
El miedo tiene cosas buenas, sin embargo, dices en el libro.
El miedo es positivo en su medida correcta. Gracias al miedo no hemos colapsado los servicios de Urgencias durante la crisis del coronavirus y gracias al miedo hacemos caso en los semáforos. Existe una responsabilidad individual y colectiva que se equilibra gracias al miedo. El miedo, por lo tanto, nos permite sobrevivir, pero también es el miedo el que, en exceso, nos inmoviliza.
¿La opinión que los otros tengan de nosotros es uno de los grandes miedos del día a día?
Es una esclavitud absoluta, una mochila pesadísima que cargamos y de la cual nos tenemos que librar si queremos ser libres.
¿Este trabajo constante para alcanzar la libertad interior supone muchas renuncias?
Es un trabajo diario idéntico al trabajo de un deportista que quiere mantenerse en forma. El gran pilar de este trabajo es, día tras día, a pesar de todos los quebraderos de cabeza posibles habidos y por haber, encontrar instantes en los cuales conectar con el momento presente. El psicólogo Antoni Blay, uno de los maestros sin el cual no hubiera podido escribir nunca este libro, afirmaba que nada del exterior nos podrá hacer nunca felices, ya que todo es evanescente. Lo que hoy está, mañana quizás no estará.
¿La forma de aprender a descubrir nuestra libertad interior es desaprendiendo aspectos que hemos recibido en nuestra educación?
La libertad interior empieza con la libertad de pensamiento, es decir, distanciándonos de él. Si ahora te digo: "no pienses en un elefante rosa", tú lo primero que harás será pensar en un elefante rosa. Los pensamientos no los escogemos, son intrusivos y nos controlan. En la escuela, de pequeños, no nos enseñaron una cosa tan elemental como que no somos los pensamientos que tenemos. ¿Verdad que no somos los ruidos de nuestro estómago?
Creemos que somos aquello que pensamos.
El primer paso para conseguir "La libertad interior" consiste en darnos cuenta de los mecanismos del pensamiento, y procurar distanciarnos. En el libro expongo algunas técnicas para conseguirlo, como la meditación, el yoga, el tai-chi, el mind-fulness o sencillamente paseando por la naturaleza o haciendo deporte.
De pequeño, en mi escuela, dedicábamos dos horas semanales en ejercicios de meditación e introspección.
Por suerte, cada vez hay más escuelas y más maestros que dedican tiempo a la educación emocional. Para mi gusto todavía somos demasiado poco atrevidos en este aspecto, y la educación de los chiquillos actuales tendría que contar con todavía más ratos dedicados a la introspección y el autoconocimiento. Aunque, como decíamos antes, una criatura de seis, nueve o doce años puede estar autoconociéndose mientras hace deporte, ya que mientras juega a baloncesto o mientras hace patinaje está conectando con el presente.
El viejo mantra de dejar la mente en blanco para no pensar, vaya.
Eso es un tópico falso, ya que la mente nunca se detiene. Lo que sí que se puede conseguir es no hacerle caso, hacer como si sintiéramos llover. Ignorar, en definitiva, la voz de aquel locutor de radio que tenemos las 24 horas del día mareando la perdiz y dándonos la tabarra dentro de nuestra cabeza.
¿En este mundo donde cada día sopesamos más información y estamos evocados a más impulsos, como carajo se puede ignorar este locutor de radio interno?
Intentando no reaccionar delante de aquello que nos dice. El ser humano somos reactivos por naturaleza, pero la libertad interior se encuentra siempre entre el estímulo y la respuesta, como dijo el psiquiatra Frankl. Si nos dicen "guapo" nos sentimos bien, y en cambio si nos dicen "feo" nos enfadamos, ya que el sistema estímulo-reacción funciona así, pero subyugarse a este sistema y caer a gatas es nuestra condena. Tenemos que ser libres para decidir cómo reaccionamos a cada estímulo, es decir, para decidir incluso si queremos reaccionar.
"Los perros ladran, la caravana avanza" como decía aquel proverbio popularizado por Lorca.
La libertad interior se basa en valorar la luz, no reforzar la oscuridad. Eso implica pasar por alto el griterío que nos llega desde la negatividad. Desde el odio o la rabia es imposible construir nada en positivo.
¿Como desde la libertad interior podemos hacer a una sociedad mejor?
Cambiando nuestra relación con la mente. Quizás la historia es cíclica porque hace miles de años que reaccionamos igual ante las cosas, sin ser amos y señores de nuestras emociones. La rabia es un estímulo en el cual reaccionamos con odio, y el odio es un estímulo en el cual reaccionamos con violencia, y la violencia es un estímulo en el cual reaccionamos con rabia, y así sucesivamente mientras que la bola se va haciendo eternamente grande.
Una última pregunta: ¿por qué cada día hay más gente que confiesa haber sido en paz con ella misma durante el confinamiento? ¿Quedarnos cerrados en casa sin estímulos de consumo nos ha acercado a la libertad interior?
El confinamiento ha permitido entender que hay otra manera de vivir, más sencilla, y menos artificial. Los programas de "El oficio de vivir" de Tv3 que se han emitido durante la pandemia han tenido una audiencia récord, de entre doscientos y trescientos mil espectadores a cada programa. Hablábamos de los temas que hemos tocado en esta entrevista. Eso quiere decir que ahora mismo hay una demanda de la sociedad. Hay mucha gente que quiere explorar otras formas de vivir.
¿Hacía falta que todo se detuviera para darnos cuenta de que los primeros que teníamos que pararnos éramos nosotros?
Sólo hay que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que alguna cosa está cambiando. En esta etapa postcoronavirus que ahora empezamos nos hay que reformular nuestra mirada sobre el mundo, y en este sentido veo la botella medio llena, y pienso que poco a poco se está hundiendo un mundo anclado a una serie de valores poco propicios al autoconocimiento, y que hay un nuevo paradigma latente en el cual cada día hay más gente con ganas de descubrir el poder de la educación emocional desde el rigor y el conocimiento. Gente con ganas de alcanzar su libertad interior, que es la libertad que yo reivindico.