10 de diciembre de 2020. En el Teatre Lliure se estrena Les tres germanes de Txèkhov. El espectáculo se tenía que haber estrenado en mayo del 2020, pero la pandemia lo impedirá. El director del espectáculo era Julio Manrique, que volvía a dirigir un espectáculo al Teatre Lliure. Esta vez en la Sala Fabià Puigserver, después de haber dirigido Ànec Salvatge de Ibsen. Al acabar el estreno, Juan Carlos Martel, director artístico del teatro, fue a saludar a la compañía a la sala común de los actores. Entró y les dejó ir un: "Habéis hecho un espectáculo burgués". Esta anécdota se extendió como la pólvora. En aquel momento, el flamante director artístico del Lliure, que tenía que revolucionar la casa, dejaba a todo el mundo boquiabierto. No será hasta al principio de 2023 que Martel no sería renovado por las administraciones. Una de las personas que insistió en no renovarlo fue Jordi Martí, actual mano derecha del ministro de Cultura. El 11 de octubre de 2023 el patronato del Teatre Lliure se reunía para decidir quién tenía que ocupar el cargo de la dirección artística. Finalmente, el escogido fue Julio Manrique, que se impuso a Borja Sitjà, el candidato de Xavier Marcè, concejal de cultura del Ayuntamiento de Barcelona. La votación se decidió por un voto. Como también pasó con la elección de Carme Portaceli en el TeatreNacional.
La gavina que podemos ver en el lliure tiene todos los elementos del teatro que Manrique ha exhibido desde hace años en la ciudad
El dietario secreto
El jueves pasado Manrique estrenaba La gavina, también de Txèkhov. También en la sala grande del teatro, en la Fabià. Era el pistoletazo de salida de su etapa como director artístico, que, si no hay ningún imprevisto, durará cinco años. Para inaugurarlo, ha escogido un texto que hacía años que quería dirigir y que incide en la necesidad de un nuevo teatro: de cambiar el estilo, el lenguaje y las formas. Lejos de eso, La gavina que podemos ver en el Lliure tiene todos los elementos del teatro que Manrique ha exhibido desde hace años en la ciudad. Conjuntamente con Cristina Genebat y Marc Artigau han reducido el texto a lo esencial con el fin de explicar la historia. Para esta obra, se han basado en traducciones indirectas, y este hecho levantó polémica, antes del verano. Sin embargo, el equipo artístico ha incidido en la importancia de la palabra a partir de consultar varias traducciones de varias lenguas. También se ha actualizado la obra con el vestuario, el vocabulario, los adaptadores han preferido que los actores lean Annie Ernaux, haya teléfonos móviles, citen Pier Paolo Pasolini... Sorprende el mal gusto musical, evidente en las piezas de canciones que suenan en los cambios de acto. No puedo dejar de pensar que el Vivaldi que suena en el videoclip es un gran homenaje a los seguidores de los Dietaris secrets que hace Manel Vidal en La Competencia. Los hay que sí saben atraer al público joven.
Actoralmente, la obra genera muchas dudas. Nil Cardoner es quien consigue. con diferencia, brindarnos una interpretación a la altura de un nuevo Teatre Lliure. El joven Konstantin puede tener muchos rasgos en común que hacen que no caiga nunca en el histrionismo. Aunque el director del espectáculo defiende que no podemos hacer espóiler, queridos lectores, el personaje acaba colgándose. Y casi que es mejor saberlo, porque el público disfrutará todavía más de un viaje emocional rico y fascinante. No puedo decir lo mismo de David Selvas y Cristina Genebat. Incomprensiblemente, en las primeras escenas se les vio descontrolados, histriónicos. Genebat tiene unas escenas curiosísimas cuando su hermano (el personaje que interpreta Selvas) está a punto de morir. Por no decir que friega el límite de la sobreactuación en las escenas con su hijo (Nil Cardoner) y con su pareja (David Verdaguer).
La adaptación se ha quedado con las ideas y las emociones más primarias
La adaptación se ha quedado con las ideas y las emociones más primarias: el texto favorece el viaje emocional de Konstantin. En cambio, desdibuja la complejidad de esta actriz, que muy rápidamente leemos su fracaso en cómo se expresa, en cómo ridiculiza el espectáculo de su hijo y en cómo amenaza la convivencia familiar, y cómo se desdice. Y podríamos seguir. Pero el caso es que La gavina tendrá una buena acogida por parte del público. Pero la sensación es que no hemos visto nada nueve, que no ha cambiado nada. Eso se hizo evidente en la sala, y posteriormente a las pocas críticas que han salido estos días. El nuevo director del lliure llegaba para cambiar la casa. Pero la historia del Lliure es cruel. La herencia de Lluís Pasqual, encarnada por el fantasma de Martel, deambulará estos cinco años por el teatro. Los próximos cinco años, el Lliure hará teatro burgués: ¿en el Lliure se programará teatro comercial?