The Boys se ha convertido en una de las grandes series en emisión gracias a su mala sombra a la hora de abordar un género que necesitaba una sacudida. Y quizás pasará a la posteridad por sus momentos más pasados de vueltas (que son impagables, por cierto), pero lo que la sitúa muy por encima de la media es su sangrante critica a la tendencia colectiva a creerse todo lo que nos viene masticado desde las grandes corporaciones. Sirve tanto como denuncia de las tiranías culturales de Disney como metáfora de los delirios de grandeza de cualquier megalomaníaco que dirige una red social. Todo eso sin olvidar que tiene al frente a uno de los mejores personajes de la televisión moderna, Homelander.

Un spin-off, por lo tanto, no solo lo podía fiar todo a reproducir los estallidos de violencia y el humor roto: tenía que preservar su capacidad de hablar sin pelos en la lengua de las trampas del mainstream y el seguidismo de la sociedad de consumo. A Gen V le pasa una cosa curiosa; es una buena serie, y de hecho tiene gracia como importa ideas de la serie madre a su manera de mostrar el melodrama universitario, pero es justamente la comparación con The Boys la que lo acaba perjudicando. Es decir, que funciona muy bien si la miras como sátira feroz de Gossip Girl y similares pero pierde interés como bofetada a las historias de superhéroes, porque en el fondo se parece más al canon (y a X-Men en particular) de lo que seguramente pretendía.

La trama empieza, como no podía ser de otra manera, con una escena de impacto, el momento exacto que a la protagonista (una gran Jaz Sinclair) se le revelan sus poderes. A partir de aquí, después de situarnos en el universo de The Boys de forma muy efectiva, la historia se ambienta en una universidad para futuros superhéroes en que, a raíz de la muerte de uno de los alumnos, un grupo de compañeros investigan las verdaderas intenciones de los responsables del centro. Sobre el papel, como se puede ver, Gen V es una serie un poco más convencional que su referente: al final no deja de ser una trama detectivesca en que sus protagonistas se van definiendo en función de tensiones amorosas y conflictos familiares. Lo que la distingue de otros productos es, pues, que aborda los tópicos del género con alma subversiva y, a veces, con una encomiable incorrección política.

Gustará a los incondicionales, dejará con ganas de más a los exigentes y provocará indiferencia a todo el resto

Lo hace, por ejemplo, con el sexo, con el papel de los medios de comunicación y también cuando se dedica a torpedear el perfil clásico de los roles de la comedia juvenil. El problema es que cuando se aleja de eso y se centra en la trama exclusivamente fantástica, es correcta y ya, y a veces incluso denota una cierta falta de tensión. Quizás porque en el fondo no explica nada que no hayamos visto antes, pero sobre todo porque acabas echando demasiado de menos el subtexto más político y la desarmante presencia de Homelander, Butcher y compañía. Gustará a los incondicionales, dejará con ganas de más en los exigentes y provocará indiferencia a todo el resto. Este es el hito de The Boys que no acaba de alcanzar Gen V: llegar a aquellas y aquellos que no quieren ver ni en viñeta a los superhéroes.