El 18 de febrero de 1974 salía a la venta Kiss, álbum de debut homónimo de la por entonces una banda desconocida que en nada cambiaría para siempre la historia del rock. No tanto en el aspecto musical, que también, sino en su concepción del espectáculo. La propuesta del cuarteto de Nueva York se situaba en algún punto entre el hard rock de Alice Cooper y el glam rock de David Bowie, llevandoal límite su visión estética: Gene Simmons (bajo y voz), Paul Stanley (guitarra rítmica y voz), Ace Frehley (guitarra principal y voz) y Peter Criss (batería y voz) no solo abordaban su misión como músicos, sino que con Kiss adoptaban nuevas personalidades: Demon (Simmons), Starchild (Stanley), Space Ace (Frehley) y Catman (Criss), modeladas a partir de una imaginería propia de los cómics de superhéroes. Las caras pintadas de los miembros de Kiss y una indumentaria próxima a la factoría Marvel se acabarían convirtiéndose en una de las iconografías más icónicas de la historia del rock.

Las caras pintadas de los miembros de Kiss y una indumentaria próxima a la factoría Marvel se acabarían convirtiéndose en una de las iconografías más icónicas de la historia del rock

Medio siglo después, una colección de hits imbatibles, millones de discos vendidos y un catálogo de merchandising más extenso que el muestrario de Mattel, más que una banda de rock, Kiss son una multinacional que cada año factura centenares de millones de dólares sin la necesidad de tener que salir de gira ni publicar discos nuevos. Con todo, de vez en cuando, a su frontman Gene Simmons (liderazgo bicéfalo que comparte con Stanley), le pica el gusanillo de los decibelios y, siempre que sus otros negocios se lo permiten: Simmons tiene varios restaurantes, una productora cinematográfica y una marca de vodka, vuelve a la carretera con la Gene Simmons Band, formación con la que ayer recaló en el Festival Porta Ferrada de Sant Feliu de Guíxols.

Kiss el año 1975, superhéroes del rock

Cosas que nunca habríais soñado

A punto de cumplir 75 años y consagrado como una leyenda de la música, sería lógico que Simmons bajara el ritmo, pero el artista nacido en Haifa (Israel) no quiere saber nada del tema. "¿Cuando corres una carrera y ves que se acerca la meta, corres más deprisa o más poco a poco? Corres más rápido, y eso es lo que estoy haciendo", fanfarronea el artista en una entrevista concedida a la agencia EFE. Sin embargo, no olvida su faceta como componente de Kiss, por lo cual después de cerrar un acuerdo con Pophouse a principios de año para la venta de los derechos de todo su catálogo por unos 300 millones de dólares, Simmons está trabajando en herramientas de inteligencia artificial que llevarán a Kiss "a lugares que nunca soñamos". "De aquí nada juraréis haberme visto con 20 años sobrevolando el escenario y escupiendo fuego por encima de vuestras cabezas", pronostica un entusiasmado Simmons, que añade: "una oruga muere y se mete en un capullo, pero lo que sale es una bella mariposa que puede volar. Así que, para Kiss el final es solo el principio, y se verá dentro de uno o dos años". Al respecto, el bajista niega que sean conciertos, sino que serán "experiencias, una cosa nunca antes vista", conseguida mediante realidad virtual.

Gene Simmons con su banda ayer en el Porta Ferrada de Sant Feliu de Guíxols / Foto: Marina López / ACN

De aquí nada juraréis haberme visto con 20 años sobrevolando el escenario y escupiendo fuego por encima de vuestras cabezas

Sobre su relación con los miembros originales de Kiss, Simmons aclara que es buena, "aunque no como al principio", ya que de los únicos miembros originales que aún militan en el grupo son él y el guitarrista Paul Stanley. "Es muy triste que Ace (Frehley) y Peter (Criss) decidieran dejar la banda tres veces diferentes porque podrían haber disfrutado de todo, pero es su decisión", lamenta el músico, a lo cual apostilla que tanto él como Stanley preguntaron al guitarrista y al batería "si querían venir a hacer los bises en los últimos conciertos", y respondieron que no. Con el futuro de Kiss entre interrogantes, siempre nos quedará la esperanza de que Simmons todavía no llegue a la meta y se lo quiera volver a pasar bien una noche de verano en Sant Feliu de Guíxols.