El general Prim previó que la pérdida de las últimas colonias del Imperio español de ultramar era cuestión de pocos años. Y maniobró para sacar el máximo provecho posible de las mismas. Negoció la venta de la colonia de ultramar más importante que le quedaba a España, por un importe equivalente al déficit público acumulado del Estado: 40 millones de dólares. Pero el asesinato de Prim (1870) impidió culminar dicha operación. Veintiocho años más tarde, España perdía esa colonia en una cruenta guerra y tenía que pagar 40 millones de dólares a cambio de la paz.