"Está siendo todo muy loco", nos dice un agotado Gerard Oms todavía en plena campaña promocional de su primera película como director, Muy lejos. En realidad, esta conversación tiene lugar hace unas semanas, justo antes de vivir una experiencia que define como "intensa y muy bonita" en el Festival de Málaga. Y hace un par de días volvimos a hablar con él, para captar sus emociones ahora que su ópera prima está a punto de llegar a las salas. Y es que las emociones son fundamentales a la hora de hablar de Muy lejos, pero también de la importancia que rodar esta película ha tenido en la vida del hasta ahora reputadísimo coach de actores (es el hombre de confianza de Mario Casas desde No matarás, por la que el actor ganó el Goya, y también fue corresponsable de convertir en intérpretes a los fontaneros de Sis dies corrents, de Neus Ballús), y desde ya cineasta con mayúsculas. En un mundo como el del cine, con mensajes siempre calculados, a menudo diseñados desde los departamentos de marketing, sorprende encontrarse con alguien que se abre sin miedos, y que es capaz de confesar que inicia este trayecto sintiéndose vulnerable y frágil.

Gerard Oms ha debutado como director con Muy lejos / Foto: Montse Giralt

En realidad, esta ha sido su apuesta desde el principio, escribiendo un guión con el que, precisamente, se rebela contra los miedos ficcionando su propia experiencia: “Yo hago mucha bandera de ello, he hecho esta película para reconciliarme conmigo mismo. Siempre digo que Muy lejos es un late coming of age, que habla de alguien que comienza a mirar desde un lugar nuevo, que se atreve a hacer cosas nuevas, y todo eso a una edad avanzada. Lo que normalmente te ocurre en la adolescencia, que es el lugar lógico donde se debe empezar a amar sin coartarse y sin miedos, donde se debe descubrir... El protagonista no se lo permite, y lo hace con 35 años. De alguna manera, esta es mi historia. Yo no salí del armario hasta los 24 o 25 años, cuando me fui a Holanda”, cuenta. La trama de Muy lejos nos presenta a Sergio (Mario Casas), un hombre en plena crisis identitaria, alguien que lleva fingiendo ser quien no es durante toda su vida. Aprovechando un viaje a Utrecht como seguidor del Espanyol (el film se sitúa en 2008, cuando la crisis económica lo hizo explotar todo), decide quedarse después del partido, rompiendo con su realidad, incapaz de explicarse qué le está ocurriendo. Deberá entonces buscarse la vida sin dinero, sin casa y sin hablar el idioma.

Cuando viviste tu propio proceso de autoconocimiento eras algo más joven que el personaje de la película.
Sí, pero me interesaba forzar la edad, porque él está en una suerte de prórroga, para seguir con el inicio de la película y la terminología futbolística. Vive un ahora o nunca. Hay muchísima gente que llega a ciertos momentos de la vida en los que se casan, tienen hijos, y, hostia, la represión que sufren se queda ahí para siempre. Quizás, por suerte, hoy ocurre menos, porque ya se han generado muchos referentes. Pero antes había muchísima gente que nunca salía del armario. Te haré una confesión íntima: cuando tenía 17 o 18 años, yo sabía, evidentemente, que era homosexual, y pensaba que iba a llegar a los 40 casado, con hijos y con una vida paralela, teniendo escarceos a escondidas. Era un pensamiento que tenía fortísimamente arraigado. Entonces, ¿la peli va sobre mí? Sí, me fui a Holanda a salir del armario. No me fui por un partido de fútbol, ​​y sí desde un arrebato más inconsciente, desde un lugar muy interno.

Entrevista a Gerard Oms / Foto: Montse Giralt

¿La peli va sobre mí? Sí, me fui a Holanda a salir del armario. No me fui por un partido de fútbol, ​​y sí desde un arrebato más inconsciente, desde un lugar muy interno

Has rodado en algunos espacios que tú mismo pisaste. Mario limpia platos en la misma cocina del restaurante donde tú trabajaste.
¡Sí, la misma! También rodamos en el mismo albergue donde dormí, y en las mismas calles... ¡Quién iba a decirme entonces que me dedicaría al cine y que conocería a Mario Casas! Cuando pienso en la necesidad de contar esta historia y en por qué no podía salir del armario, a pesar de tener un contexto más o menos progre en casa, con los años me he dado cuenta de que tenía una enorme necesidad de pertenencia al grupo, algo muy humano. Y cuando detectas que eres diferente, te da mucho miedo que te haga salir del grupo, porque tú lo que quieres es que te quieran. Por un lado esto: yo no quería decepcionar, yo no quería molestar a nadie.

¿Y por el otro?
La España de principios de los 90. Piensa que cuando yo tenía 10 o 11 años, lo que veías era a Tom Hanks muriendo de sida en Philadelphia, o Millán Salcedo cantando el Maricón de España en TVE... El drama o la burla. Siempre recuerdo al peluquero del barrio, que me cortaba el pelo, y que era homosexual. Y, hostia, cada vez que iba me lo encontraba con un ojo morado, o le había pasado algo. Murió de sida en el 93. ¿A qué referente podía cogerme? Yo no quería pasarlo mal. No hace mucho hice el ejercicio mirar qué referentes de pelis queer había en España: desde finales de los 80, con Almodóvar, y hasta Todo sobre mi madre, casi no hay nada. Y si hay algo, siempre es desde un lugar de sufrimiento. O de burla, el maricón y tal. Y yo no quería que nadie se riera de mí.

Mario Casas te dio el empuje necesario para atreverte a escribir y dirigir, comprometiéndose a protagonizar la película si la hacías.
Él siempre dice que tengo mucha pasión por las cosas, y rodando No matarás me animó, me decía que creía que había una voz en mí, algo que decir. Pero no me lo acababa de creer. Piensa que yo he sufrido siempre el síndrome de impostor. Toda la vida. Una persona que hasta los 24 años no se valida emocionalmente... cree que no vale. A mí me ha movido el miedo toda la vida. Mi motor en la vida ha sido el miedo, y para contrarrestarlo, para vivir, el amor. Y de ahí esa pasión. A partir de ahí han sido también importantísimos el productor Carles Torres y también Marçal Cebrián, gran confidente y gran maestro, y ahora gran amigo, que me ayudó a dar forma de guión a la historia que tenía en mente, a poner orden a todas estas emociones y ese universo. Siempre lo diré: Marçal me ha enseñado a escribir cine.

Y el miedo... ¿ha ido desapareciendo?
Se va curando, sí. Y hay algo importante: haber visto la peli como espejo ha ayudado a curarlo. Cuando veo Muy lejos, me toca en un lugar muy íntimo. Tiene que ver con alguien que realiza un viaje hacia la ternura. Es la historia de alguien que está equivocado y necesita espacio, tiempo y distancia. Aquí no puede hacer la metamorfosis que necesita. Es a partir de perder el privilegio, y la identidad, nunca mejor dicho, que puede empezar a ver el mundo desde otra forma. Es alguien que ha crecido en un ambiente asfixiante. Por eso ambienté la historia en el mundo del fútbol, ​​que es muy heteronormativo. La peli comienza con una apertura casi operística, como de la fiesta de la heteronormatividad que es el fútbol. Y cuando él se queda en los Países Bajos, descubre a otros grupos, otras minorías. Y también lo rechazan. Incluso la gente del colectivo LGTBI... Es que al principio, el protagonista es el prototipo de persona algo racista, algo clasista, algo machista, algo homófoba. Y llega a un país donde la gente que le ayuda es justamente... Por eso creo que la peli tiene mucho de política.

Entrevista a Gerard Oms / Foto: Montse Giralt

Mi motor en la vida ha sido el miedo, y para contrarrestarlo, el amorr

Es un personaje con matices...
Es que la vida son muchas cosas, creo. Muchas. Y por suerte, cuando pienso o cuando reflexiono, siempre tiro hacia los grises. Aunque se trate de un tema superpolarizado, donde de repente es evidente que todo el mundo señala hacia un lado u otro. El protagonista no es alguien ejemplar, da pasos adelante y atrás, se equivoca y rectifica. Se siente culpable. Y tiene dudas. No pasa nada por dudar. Aplicándolo a dirigir una película... eso lo dice mucho Carla Simón: “es que yo dudo mucho en el set”. ¡Gracias! Porque, hostia, venimos de épocas en las que no se ha permitido fallar, no se ha permitido dudar, debías tenerlo todo muy claro. Y esto, al final, creo que nos ha llevado a cierto maltrato a las personas. Porque cuando a uno no se le permite dudar o equivocarse, los motores de acción son muy duros, porque no quieres fisuras ni que te lleven la contraria. Y esto puede derivar en malas praxis. Pero ha llegado una nueva generación que dice que no pasa nada por dudar, abrimos el debate y aquí todos nos cuidaremos más y mejor. Porque, al final, va de eso, de cuidar a la gente.

Esto puede tener que ver con que cada vez haya más mujeres en posiciones de poder dentro del cine...
Con la energía femenina, sí. Tiene que ver con los cuidados, con cuidarse. No existe posicionamiento político más poderoso que el amor. ¡Punto! Si tú cuidas al otro y te mueves desde el amor... Es lo que mueve al mundo: el miedo o el amor. Si no, nos habríamos extinguido como especie. Existe una especie de miedo hacia el amor. ¿Por qué? ¿Por qué se ve como una debilidad? Pienso que es la gran fuerza, lo que está ahí detrás. Y tiene mucho que ver con esa cosa tan dura del patriarcado, de competir y de ganar, esa cosa tan heteronormativa. Hay mucha gente en el mundo que venía de aquí y ahora está en crisis. Yo tengo muchas ganas de seguir haciendo películas queer, de seguir hablando sobre las minorías. Arrojar luz a cosas que han estado demasiado tiempo en las sombras. Y si le molesta a alguien... que se aguante. ¡Que se revise, y si no quiere hacerlo, que se aguante!

En la película unes dos actores tan distintos como Mario Casas y David Verdaguer.
Me generaba mucha curiosidad unirlos, hacer realidad esta especie de oxímoron, porque al final el personaje de David representa a alguien de quien nunca te harías amigo en otro contexto. Pero que estar lejos de casa hace que te acerques a él. Es esa relación de raíces que unen. Y sin embargo, entre ellos, hay mucho prejuicio. Esto me llevó también a trabajar el tema de las lenguas, el catalán y el castellano. De cómo conviven de forma fluida en la película. Porque yo soy charnego, hijo de una familia donde el catalán y el castellano se mezclan en la mesa cada domingo cuando comemos. Por tanto, para mí era importante que esto estuviera en la película.

Entrevista a Gerard Oms / Foto: Montse Giralt

Tengo muchas ganas de seguir haciendo películas queer, de seguir hablando sobre las minorías. Arrojar luz a cosas que han estado demasiado tiempo en las sombras

¿Y el tema del Espanyol?
Mi padre es del Espanyol, y me pareció que, como la película va sobre las minorías, por eso también era importante hablar de una minoría en el fútbol, ​​como es el Espanyol respecto al Barça. Y también quería romper el prejuicio que existe hacia el Espanyol, concebido como un equipo de España y de habla castellana. Y no, también se habla catalán. Todo el tema de la lengua, con el fútbol, ​​con David y Mario, me interesó mucho para reflejar mi propio bilingüismo, que es una realidad que está muy extendida en Cataluña. Y sucede algo bonito en la película, y también es un posicionamiento político: el catalán se impone al castellano. Me apetecía también que la lengua catalana tuviera su sitio y que pasara a la inversa de lo que siempre pasa, que la lengua más mayoritaria se instala. Por eso es una película absolutamente bilingüe.

Tiene mucho valor esta decisión viniendo de alguien que vive en el bilingüismo y se define como charnego.
No hay ninguna mirada elevada ni aleccionadora en ello. Pero yo quería hacer la película en catalán. Y con Mario nos apetecía también hacer una película en catalán. Él vivió muchos años aquí y es hijo de la inmersión lingüística, y habla maravillosamente bien el catalán. Conoce la lengua perfectamente, la quiere muchísimo y la habla muy bien. Al final, la historia nos permitía jugar con las lenguas, no solo el catalán y el castellano: también el inglés, el neerlandés, el árabe y el rumano. Creo que esa riqueza es muy bonita.

Termino: ¿seguirás haciendo de coach?
Con Mario siempre seguiré trabajando... de una u otra manera. Y creo que a Neus Ballús nunca le podré decir que no. Porque, además, de Neus aprendo muchísimo. Es maestra, es amiga, es una persona importante para mí. Ni puedo ni quiero decirle que no.