Utrecht (Países Bajos independientes), 11 de julio de 1713. Hace 311 años. Los representantes diplomáticos de Felipe V de España —el primer Borbón de Madrid— y de Ana I de Inglaterra y de Escocia firmaban un tratado de paz que tenía que poner fin al conflicto sucesorio hispánico (1701-1715). Utrecht sería la culminación de unas negociaciones —iniciadas, secretamente, dos años antes (1711)— en las que se acordaba que los británicos renunciaban a cumplir los pactos firmados con sus aliados, abandonaban el conflicto y reconocían al Borbón como nuevo rey de España, y, a cambio, los españoles les entregaban el dominio de varios territorios y la explotación de varios monopolios comerciales. No se entiende la instauración de la estirpe borbónica española y su reconocimiento internacional sin las concesiones hispánicas en Utrecht.

Planol del puerto y de la fortaleza de Gibraltar después de la conquista austriacista (1704). Fuente Cartoteca de Catalunya
Plano del puerto y de la fortaleza de Gibraltar después de la conquista austracista (1704) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

Gibraltar

Al inicio del conflicto (1704), un combinado militar austracista formado por ingleses, neerlandeses y catalanes había desembarcado en Gibraltar y había expulsado a la guarnición militar hispánica (leal al régimen borbónico) y a la población civil (que se reubicaría formando el nuevo núcleo de San Roque). Inicialmente, el peñón quedó como una plaza austracista de la Corona castellanoleonesa. Pero el fracaso de las operaciones militares de Minas, Galway y Peterborough (1706) para consolidar el dominio austracista sobre Madrid y sobre el conjunto de la Corona castellanoleonesa empujaría a los ingleses a asumir la administración del peñón en solitario. En Utrecht (1713), los españoles no solo reconocían esa situación, sino que le daban carta de naturaleza. Felipe V, rey de España, renunciaba a la posesión presente y futura sobre Gibraltar.

¿Por qué los británicos insistieron en Gibraltar?

Gibraltar era la llave del Mediterráneo. Y las clases mercantiles inglesas tenían intereses económicos importantes en el Mediterráneo, forjados a principios del siglo XVI, durante la época de creación de la "marina Tudor". Las primeras compañías de comercio inglesas se habían desarrollado sobre una gran ruta que partía de Londres, surcaba las aguas de los mares del Norte y Báltico, se adentraba por los ríos navegables de Rusia hasta el Mar Negro, y cruzaba todo el Mediterráneo hasta el Atlántico y hasta Inglaterra, nuevamente. Aparte del negocio colonial americano, que había adquirido mucha importancia durante el siglo XVII, la fuerza del sector mercantil inglés de 1713 tenía mucha relación con el tráfico naval mediterráneo: la importación de lanas y sedas del Imperio otomano y de cítricos de Nápoles, y la exportación de manufacturas textiles por todo el Mediterráneo.

Tratado de Utrecht. Fuente Enciclopedia Catalana
Tratado de Utrecht / Fuente: Enciclopèdia Catalana

Los intentos españoles de conquista de Gibraltar

Superado el conflicto sucesorio y confirmados los Borbones en el trono de Madrid (1715), la cancillería española impulsó varias operaciones militares de conquista del peñón, que implicaban la violación del tratado firmado en Utrecht. Estos intentos se produjeron en 1727, 1779, 1781 y 1782, siempre —reveladoramente— coincidiendo con grandes crisis económicas, y que se saldaron con una serie de fracasos y con un formidable despilfarro de recursos públicos. Transcurridos dos siglos, durante el régimen dictatorial franquista, la cancillería española, consciente de la superioridad bélica británica, optaría por una estrategia que pasaba por asfixiar Gibraltar (el cierre de la verja y la proclama de Franco "Gibraltar caerá como una fruta madura").

Gibraltar no es español

La soberanía británica sobre el peñón se fundamenta sobre un tratado que, aunque fue firmado hace más de tres siglos, es plenamente válido. Y lo es porque los actuales edificios políticos británico y español son una continuidad de los sujetos políticos firmantes del Tratado de Utrecht. Y mientras existan España y Gran Bretaña, la soberanía británica sobre Gibraltar es incuestionable. Otra cosa sería que, en Utrecht, Gibraltar hubiera pasado, por ejemplo, a soberanía de la República de Venecia. En ese hipotético caso, la actual soberanía italiana sobre el peñón sería, como mínimo, objeto de debate, ya que la actual República de Italia ni es la continuadora de la República veneciana, ni el Reino de Italia —promotor de la unificación italiana (1861-1869)— se subrogó a pactos o tratados de los países que se incorporaban al nuevo Estado italiano.

Felipe V y Luis XIV. Fuente Museo del Louvre
Felipe V y Luis XIV / Fuente: Museo del Louvre

Gibraltar no será nunca español

La única posibilidad de reabrir el Tratado de Utrecht sería en el hipotético caso de la desaparición de uno de los sujetos políticos firmantes del pacto. Cuando se protocolizó esa paz (1713), hacía escasamente seis años que se había firmado la Union Act (1707), la unión de Inglaterra y Escocia, que daría como resultado la aparición de un nuevo sujeto político: Gran Bretaña. Quien firmó el Tratado de Utrecht (a pesar de lo que dice la cubierta de la edición española de dicho acuerdo) fueron la reina y el gobierno británico. Ahora bien, si en un futuro se produjera la independencia de Escocia, de Gales y la reunificación de Irlanda, entonces sería posible reabrir el tratado. No obstante, el derecho internacional actual debería contemplar la opinión de los gibraltareños, y en este punto, es muy probable que Gibraltar se transformara en territorio inglés o, directamente, en un país independiente.

Gibraltar no será nunca español, porque el poder español no lo quiere

Para el poder español, Gibraltar solo es una reivindicación recurrente en tiempo de crisis. E incluso en un hipotético escenario en el que Gran Bretaña —como sujeto político— hubiera desaparecido, no se produciría ningún cambio. Porque Inglaterra (y no Gran Bretaña) podría hacer valer el Pacto de Génova (1705) para impedir la cesión del peñón. El Pacto de Génova, firmado entre la reina y el gobierno de Inglaterra y el partido austracista catalán —que ocuparía el poder del país poco después y hasta el final de la guerra (1705-1714)— en Utrecht se convertiría en papel mojado (el famoso "Caso de los Catalanes"). Pero en Génova, Inglaterra, Austria, los Países Bajos, Portugal y Saboya reconocieron a Catalunya la categoría de sujeto político con capacidad para decidir su futuro. Entonces, la pregunta es: ¿alguien cree que los españoles aceptarían poner Catalunya y los Borbones en el centro de un debate internacional sobre la soberanía de Gibraltar?

Anna I y Robert Harley, lord Tresorer. Fuente National Portrait Gallery
Anna I y Robert Harley, lord tesorero / Fuente: National Portrait Gallery