Es todo un misterio cómo una canción diminuta, frágil, poco más que el peso de una lágrima, puede traspasar barreras idiomáticas, generaciones y hasta traspasar los corazones más acorazados. Cómo un texto escrito desde el recobeco de una habitación, de una cama, bajo pliegues y pliegues de sábanas, puede llegar hasta helar a miles de fans de medio mundo. Cortes que desde una estancia noruega acaban encontrando abrigo en, qué capricho, Barcelona.

Es la magia del pop. Es lo que mantiene viva la rueda de la música. La ilusión que el mago no puede revelar. Maria Ulven (1999), alias Girl in Red, hizo de su habitación –un escenario repleto de músicos; antes se bastaba con el Garageband–, una tecnología de composición mejor que el estudio, un aliado para mostrar a todos que los desajustes emocionales son universales. Y que entre todos es más sencillo derribar la puerta. Aunque ese todos no sean muchos. A veces se siente más un abrazo sincero que muchos falsos.

Girl in Red es un espejo

A Girl in Red se la englobó enseguida en el movimiento bedroom pop, de corte pretendidamente fresco, vivaracho, amateur. Hace más de un lustro que editó I Wanna Be Your Girlfriend, con la que cerró la contienda y se inmiscuyó entre el público, y que lanzó a SoundCloud con resultados insospechados. Pero lo suyo hoy día tenía poco de bedroom y mucho de pop. Incluso de indie. Indie viral, medios tiempos y guitarrazos, melodía y cortocircuito. We fell in love in october. Collage. Carne de reels.

Este lunes presentó por primera vez los cortes de sus dos primeros discos ante un público corto pero –me quedaría corto– enloquecido en el Sant Jordi Club de Barcelona. Medio aforo. Todo el mundo andaba fascinado por algo innegable: la tremenda fuerza que la noruega transmuta en directo.

Todo el mundo estaba fascinado por algo innegable: la tremenda fuerza que la noruega transmuta en directo

Girl in Red, magia pop e independencia esta noche en Barcelona

Se la ha relacionado, de manera vaga, cosas del periodismo musical, con algunas coetáneas. Se la ha relacionado, de forma vaga, cosas del periodismo musical, con algunas coetáneas. Seguimos cayendo en aquello de comparar –levanto el índice con bochorno– a chicas con chicas. Y de comparar a todo el mundo con Taylor Swift; el efecto-Taylor en este caso puede estar algo justificado. La cantante teloneó a la todopoderosa americana y desde entonces su nombre se asocia a ella. Nada más lejos de la realidad (en lo musical). No es tan grandilocuente, pero tampoco tan poppie y molona como Sabrina Carpenter. No tiene canciones tan redondas como las de Gracie Abrams. Qué importa. Girl in red es un espejo en cuestiones queer, una liberación. De hecho, esta noche en el Palau Sant Jordi no ha dudado a colgarse una estelada y sumarse desde Noruega a la causa independentista. El suyo es otro tipo de reinado, más parecido al de Billie Eilish. Descarada, rara, sin faltar; mucho más emo..

Girl in red es un espejo en cuestiones queer, una liberación. El suyo es otro tipo de reinado, más parecido al de Billie Eilish. Descarada, rara, sin faltar; mucho más emo

Entre el público, poco carnet de conducir y mucho gorro in red, mucha americana y un griterío digno de multitudes; sin tenerlas, eh. Se coreó todo, todito, desde bad idea!, sostenida por un bajo corpulento (la banda de apoyo, una gozada). Quién dijo que lo bedroom, lo íntimo, no casaba con el postpunk (o con el punk adolescente de Too much, también muy bien recibida). Sus fans lo celebran todo como un home run, patada adelante y puño en alto, corriendo hacia adelante y documentando el gesto a base de stories. Una rabia en la pose pegada a algo que ha dolido dentro antes: girls es un alegato de género brutal.

Girl in red y sus bolos. Girl in red y sus canciones. Un rodillo sobre las tablas, un espacio seguro de baile y una cosa extraña con los temas, aparentemente no pegadiza, pero que lo acaba resultando: su espontaneidad es un espacio de confesión. Tan bonitos, tan bonitos los tramos como I’m back. Decían las críticas que se había acomodado en “I’M DOING IT AGAIN BABY! (2024). Tal vez falten algunas canciones en el largo. El bolo se resiente algo en los parajes de más presencia del segundo disco. Tenía más chispa, la sorpresa lo es todo en el pop, en If i could make it go quiet (2021). Faltan algunas canciones de las descoloridas y poco producidas. Se mueve bien en ese desparpajo, el de la verdad sin arrugas.