"Qué carallo están haciendo con el barco, ¿pasearlo por toda la costa para que manche lo máximo posible?". Me lo dijo Gonzo como si en ese mismo momento estuviera viendo al Prestige dar tumbos sin rumbo por el Atlántico, pero esos días posteriores al 13 de noviembre del 2002 lo pensó la mayoría de la sociedad gallega. Marineros, percebeiros y redeiras entendieron antes que nadie que algo gordo estaba pasando, pero nadie les preguntó. Lo único que pudieron hacer fue rezar y esperar estar equivocados. Cuando llegaron las primeras manchas viscosas supieron que debían separar las manos y ensuciárselas, pero no se imaginaron que los voluntarios se multiplicarían como panes. La marea blanca difuminó un poco la marea negra hasta ya no concebirse una cosa sin la otra. Los datos oficiales apuntan que las 63.000 toneladas vertidas de fuel produjeron 170.700 toneladas de desechos, que 3.000 kilómetros de costa acabaron enfangados de petróleo y que el chapapote se enganchó en la superficie de más de 1.000 playas. 20 años después todavía es fácil tropezar con alguna piedra ennegrecida.

🟠 Salvados busca a Apostolos Mangouras en Grecia
 

Fernando González 'Gonzo' (Vigo, 1976) estaba trabajando en Radio Nacional Española cuando se enteró que había un barco con problemas frente a la costa de Fisterra. Tenía 26 años y el idealismo a flor de piel. Lo primero que contó sobre el accidente en antena ya le costó una llamada, y ahí se convenció de que en su profesión no todo sería del color esperanza. Que vendrían días difíciles. El desastre del Prestige lo cambió todo: cambió la confianza ciudadana en la política y en los medios de comunicación, cambió la conciencia ecologista y cambió la autoestima de los gallegos, que sintieron el arrope del Nunca máis como un salvavidas con el que mantenerse a flote de los golpes del Gobierno. Los días se convirtieron en meses, los meses en años, y dos décadas después el aire ya no está podrido, pero el ambiente sigue oliendo raro. Por eso Gonzo ha dirigido el doble Salvados Prestige —que este domingo emite su segundo capítulo— y por eso 12 periodistas gallegos —entre los que él se encuentra— también han participado en el libro Chapapote (Libros del K.O.), coordinado por Xosé Manuel Pereiro: para que se sepa la verdad de una tragedia cuyos hilitos de plastilina jamás han dejado de expandirse.

En el libro Chapapote (Libros del K.O) han participado 12 periodistas gallegos. / Libros del K.O.

Más allá de la efeméride, ¿por qué es interesante hablar del Prestige ahora?
Porque la gestión del Prestige, tanto la gestión de la catástrofe como la gestión mediática que hubo a posteriori, marcó el inicio de un nuevo tiempo en la relación política-ciudadanía, y también en la relación medios de comunicación-ciudadanía. En aquel momento sorprendió mucho el descaro con el que se mentía desde el gobierno y el descaro con el que se utilizaron los medios públicos para sostener esa mentira. Hoy en día eso no nos parece tan novedoso.

Hoy en día es una estrategia súper normalizada.
Sí, y de hecho, la gestión que hizo el gobierno de Aznar de la catástrofe del Prestige se repitió en la cuestión del accidente del Yak-42, en la gestión de la Guerra de Irak y en la de los atentados del 11M. Se instauró una forma de hacer que, aunque fue muy crítica y recibió muchos ataques, al gobierno y al poder —yo creo— le vino bien porque empezó a generar un distanciamiento y una falta de credibilidad por parte de la ciudadanía hacia el trabajo periodístico. Es decir, que un marinero de Galicia viendo un informativo viese que no era verdad lo que estaban contando empezó a generar la duda de si todo lo que te contaban los medios era verdad o no. No es gratuito volver a revisar eso, porque, aunque pasó hace 20 años, la forma de actuar del poder político es muy actual.

 La conspiranoia funciona en el momento en que tú dejas de creer la versión oficial

¿Te sorprendió en ese momento?
Joder, sí, yo no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Ya trabajaba de periodista en Lugo, en Radio Nacional Española, y recuerdo que lo primero que hice sobre el Prestige fue informar de que habían llegado las primeras manchas de chapapote a la costa de Lugo, e hice la llamada a la Capitanía Marítima de Burela. Al acabar de dar el informativo, me llamó un periodista de mi casa afín al Partido Popular, bastante cabreado y preguntándome de dónde había sacado eso. Eso fue un domingo; el jueves siguiente se supo, y contó el diario El País, que López Sors había mandado un fax a capitanías y salvamento marítimos prohibiendo a cualquier funcionario hablar con medios de comunicación o con periodistas. Claro que me sorprendió, entre otras cosas porque tienes 26 años, estás empezando en la profesión, y eres mucho más idealista que cuando llevas 20 años más de carrera profesional.

¿La posverdad es un recurso ya imparable?
No sé si es imparable o no, pero no ha decaído. Cada vez hay más soluciones tecnológicas que permiten que la posverdad, las fake news y las verdades alternativas vayan funcionando. Y para eso el descrédito del periodismo es fundamental. En el momento en que tú dejas de creer en las personas que en principio te cuentan la verdad, ya sea el poder político o los medios de comunicación, empiezas a buscar otras alternativas, o por lo menos a creerte otras versiones. La conspiranoia funciona en el momento en que tú dejas de creer la versión oficial.

La marea blanca de voluntarios llegadons de todo el mundo limpiaron la mayoría de las playas. / Europa Press

Y a los pocos días se creó Nunca máis.
No esperaban la reacción social que hubo. El problema era lo que se veía fuera de Galicia, porque hubo un momento que lo que pudiese pasar dentro les dejó de preocupar; de hecho, se filtró luego un informe interno que había hecho el Gobierno donde lo que les preocupaba era la sensación que había fuera de Galicia de que se esforzaba más por tapar la realidad que por solucionarla. Para callar y tranquilizar a los marineros soltaron la pasta y empezaron a dar ayudas rápidamente, incluso sin ningún control, hubo gente que tuvo que devolver el dinero. Pero no esperaban algo como el movimiento Nunca máis, y menos de toda la sociedad gallega. Cuando se dieron cuenta ya vieron que no eran capaces de pararlo, y a lo que se dedicaron fue a criminalizarlo, como cualquier otro movimiento activo que pueda haber en otras partes del país. 

Los poderes fácticos etiquetan de terroristas a civiles sin pruebas y después no hay repercusiones.
Aquí se dijo de Nunca máis que tenían relaciones con Batasuna y que eran simpatizantes de ETA, y lo estaban diciendo de cofradías de pescadores, de asociaciones de vecinos, de intelectuales, escritores o actores. En el momento que quisieron empezar con ese discurso, abrían portadas de periódicos donde se relacionaba a gente anónima con organizaciones terroristas y donde se puso a la fiscalía general del Estado al servicio de esa teoría. Los poderes fácticos no están blindados al 100%, pero evidentemente tienen más capacidad y más altavoces. Además, para que un ciudadano o una asociación de vecinos o una cofradía de pescadores se vayan a un juzgado a denunciar al Gobierno, por ejemplo, por tratarlos de terroristas, significa un esfuerzo económico y de tiempo que un ciudadano o una asociación civil no tiene, y el Gobierno dispone de todas las capacidades que quiera. 

Para callar y tranquilizar a los marineros, soltaron la pasta y empezaron a dar ayudas rápidamente, incluso sin ningún control

Es paradójico que incluso los movimientos sociales más fuertes sufran desmemoria colectiva.
Probablemente porque cuando los objetivos se reparten entre más personas o entre más colectivos, es fácil sentir que te cansas de luchar y que te bajas. En el caso de los poderes, esa es su gran lucha, la de legitimarse y la de eliminar rivales. Por ejemplo, en Galicia no hemos vuelto a vivir un movimiento como el de Nunca máis, pero sí que aquel movimiento marcó a la sociedad gallega, y hubo una sensación de que si nos uníamos y salíamos a la calle, se iban consiguiendo cosas. Sin Nunca máis no hubieran llegado las ayudas que llegaron, ni a la rapidez con la que llegaron: las ayudas del Prestige apenas llegaron tres meses después, cuando todavía se estaban cobrando las ayudas del hundimiento del petrolero Mar Egeo, que sucedió 10 años antes y en el que no hubo esa contestación social. En cierta medida, la colectivización sí funciona: otra cosa es que a la sociedad civil la intenten convencer de que eso no sirve de nada, y demos por bueno ese discurso, que sobre todo viene desde el poder político. 

El PP sigue ganando en Galicia.
El PP gana en la Xunta de Galicia. La Xunta tiene la competencia sobre ciertos sectores productivos que son los que dan de comer a una parte importante de la población, y digamos que hace un esfuerzo por tenerlos contentos. Pero el poder municipal lo tiene la izquierda. El PP ahora mismo no gobierna ningún consello de más de 20.000 habitantes, las principales ciudades de Galicia no están gobernadas por el PP y en las últimas generales el PP no fue el partido más votado en Galicia. Y eso cambió desde el Prestige, porque antes sí que era la fuerza hegemónica,

La misma fuerza política cuyos miembros invitaste al Salvados Prestige, aunque solo aceptaron unos pocos. ¿Cómo se siente uno cuando sabe que le están mintiendo en la cara?
O te sientes distinto, si tienes preparado el tema y les puedes apretar hasta que quede claro que están mintiendo o que te digan la verdad, o te puedes sentir un poco avergonzado por no tener el material para poderles exprimir. Es algo habitual, sobre todo cuando te sientas con políticos: hay algunas mentiras que se ven claramente, se vio en el primer programa y también se verá en el segundo. Es menos habitual cuando te sientas con técnicos. Por ejemplo, en el caso de Serafín Díaz —exsubjefe de inspección marítima— se verá como no solo intenta mentir en la entrevista, si no que vemos como mintió en el juicio, lo cual me parece todavía más grave. 

20 años después de la catástrofe medioambiental, todavía quedan restos de fuel en la costa gallega. / EFE

¿Qué información has descubierto que no conocías, pese a trabajar de periodista ya en el momento del accidente?
Un montón de cosas. Por ejemplo, que Apostolos Mangouras no debería haber sido el capitán de aquel barco y que lo acabó siendo porque el capitán que iba a llevar el Prestige en aquel viaje, cuando vio el estado del barco y como se habían hecho los últimos arreglos, dijo que ni de coña lo cogía. Tampoco sabía que a 24 horas que el barco se partiese y se hundiese, alguien tomó la decisión de enviar a tres funcionarios al Prestige a recoger documentación para que luego se pudiera utilizar en el juicio. Y, sobre todo, ver cómo 20 años después se busca el silencio de Mangouras porque todavía sigue el caso abierto en Londres.

El único culpable por lo que pasó, según sentencia.
A nosotros nos quisieron hacer creer que Mangouras estaba muerto para que no pudiésemos llegar a él, y cuando llegamos a él, nos dice que le gustaría hablar pero que no puede porque sus abogados no se lo permiten. Y dices ostras, 20 años después aquí todavía hay quien hace por mantener el silencio. 

Nos quisieron hacer creer que Mangouras estaba muerto para que no pudiésemos llegar a él; 20 años después del Prestige todavía hay quien hace por mantener el silencio

¿Está normalizada la censura en el periodismo por parte de los poderes?
Está normalizado el intento de censurar, la censura yo creo que no, pero el intento por parte del poder sí, claro.

¿Y la autocensura?
Yo puedo hablar en mi caso, y lo que sí tengo clarísimo es que las condiciones laborales que hay en el gremio, bajos sueldos e inestabilidad laboral, son la mejor forma de censura que hay ahora mismo. Cuando tú tienes que elegir entre cumplir con tu profesión o cumplir con las necesidades básicas de tu vida, entiendo que muchos compañeros lleguen a un punto en que pongan en la balanza una cosa y otra, y luego decidan actuar. Si tuviésemos mejores condiciones laborales y estuviésemos mejor protegidos por las asociaciones profesionales del periodismo, evidentemente sería mucho más fácil para todos elegir entre me autocensuro o hago mi trabajo. Y la elección sería hago mi trabajo.


Y cuando los periodistas precarios son mayoría, ¿cómo se puede dignificar el oficio?
Yo lo que me digo a mí mismo es que nuestro trabajo se dignifica haciéndolo. Es la única forma: insistiendo, insistiendo, y haciéndolo. Pero no puedo hablar por el resto de los compañeros. Mis circunstancias son muy ventajosas respecto a la mayoría: trabajo en un programa de renombre que tiene la capacidad de llegar a mucha gente y me lo pagan mucho mejor de lo que se paga a cualquier compañero. Que yo venga a decir ahora lo que tienen que hacer mis compañeros de profesión para dignificarla me parecería injusto.

Las condiciones laborales que hay en el gremio, bajos sueldos e inestabilidad laboral, son la mejor forma de censura que hay ahora mismo

Parece que el buen periodismo es una excepción.
Depende. Quizá en ese sentido sería más adecuado hablar de medios. Yo creo que hay más buen periodismo ahora que hace unos años, lo que pasa que conlleva más esfuerzo, porque entre otras cosas tienes que evitar ciertas estructuras empresariales. Pero hostia, desde que hay internet hay mucha más posibilidad de que un periodista pueda ejercer la vocación acorde a su convicción o a la deontología profesional. Otra cosa es que eso signifique que tú tienes que promover o proponer un proyecto donde el lector o el oyente o el espectador pague por ese contenido. En ese sentido, no soy pesimista. Lo que está claro es que se ha facilitado, desde hace muchos años, que las grandes estructuras mediáticas cada vez estén en menos manos y más poderosas. Y cuando estás ahí dentro, necesitas ciertas condiciones para poder tener un margen de trabajo que igual en otros sitios no puedes tener.

Por eso casi toda mi generación quiere trabajar en Salvados.
En el primer programa que yo hago se habla de políticas laborales en La Caixa i en El Corte Inglés, que no son empresas menores. Ahora, la pregunta que me hago es: si el programa no se hubiera llamado Salvados, ¿se podría haber hecho? Pues probablemente no. También muchas veces está el nombre de —o el medio o el programa o el periodista— para conseguir que la propiedad del medio te permita hacer ciertas cosas. Eso no es lo justo, lo justo es que el ejercicio periodístico, riguroso y de interés general, tenga todos los elementos para ser publicado. Por eso te digo, lo que sí tenemos es que hacer más esfuerzo, pero la suerte es que también tenemos más instrumentos para poder sacarlo adelante.