Guantánamo es realmente, una vergüenza para la humanidad. Es un territorio donde hay un absoluto vacío legal: a los presos allí encerrados no se les aplica la legislación norteamericana ni la Convención de Ginebra. No tienen derecho a presunción de inocencia, pueden ser sometidos a tortura y vejados, y permanecer detenidos indefinidamente, sin que ni siquiera haya una acusación formal. Ahora, un cómic explica la historia de Mohammed El-Gorani, un chico chadiano, residente en Arabia Saudí, que fue encarcelado en este centro cuando sólo tenía 14 años. Guantánamo Kid. La verdadera historia de Mohammed El-Gorani ha sido escrito por Jérôme Tubiana, un periodista especializado en conflictos africanos, y ha sido dibujado por el ilustrador Alexandre Franc.
Historia de un encuentro
Jérôme Tubiana conoce bien el continente africano. Supo de la existencia de El-Gorani porque una ONG británica, Reprieve, se fijó como prioridad conseguir su liberación, ya que era uno de los presos más jóvenes del penal. En 2010, poco después de que liberaran El-Gorani, Tubiana consiguió encontrarlo en Chad, y pudo escuchar su historia en detalle. Tubiana se dio cuenta de que se trataba de una historia excepcional, "no sólo por el hecho de la injusticia de que Mohammed ha sido víctima", explica Tubiana, sino también porque "es un personaje excepcional, por su resistencia al sistema carcelario, además de un narrador extraordinario." Tubiana asegura que con el tiempo el ex preso de Guantánamo se ha convertido, "en un amigo". Tubiana, para hacer este cómic, se basa exactamente en la historia que le explicó El-Gorani. Reconoce que eso implica cierta subjetividad, y apunta que hay elipsis e inexactitudes, pero no errores. El periodista afirma que "Mohammed se ha mostrado destacablemente exacto". Tras verificar sus declaraciones con abogados, medios de comunicación y los testimonios de otros presos, pudo contrastar la mayoría de sus afirmaciones.
Un crío en el lugarequivocado en el momento equivocado
Los abuelos de El-Gorani emigraron de Chad a Arabia Saudí. Allí nació Mohammed. Pero no sólo no obtuvo la nacionalidad saudí, sino que estuvo sometido a las duras normas de discriminación que aplican los saudíes a los extranjeros. Se tuvo que dedicar a trabajos al límite de la legalidad, como la venta ambulante, y muy joven se convirtió en un pillo. Pero su sueño era ser informático, y por eso, con el dinero que ahorró, a los 14 años, con un pasaporte falsificado para simular ser mayor de edad, se marchó a Pakistán, a aprender inglés e informática. El-Gorani, poco después del 11 de septiembre, fue detenido por las fuerzas de seguridad pakistaníes por el hecho de llevar un pasaporte falso. Sería transferido a las autoridades norteamericanas, que lo encerraron en la base de Kandahar, en Afganistán, en condiciones pésimas. De allí sería transferido a Guantánamo.
Resistir a la prisión
El-Gorani, mientras estuvo en manos de las fuerzas norteamericanas, nunca fue tratado como un niño. En realidad, nunca fue tratado como una persona. Fue torturado, una y otra vez. Fue vejado por sus guardianes. Pasó hambre. Pasó frío. Pasó largas temporadas aislado, sin saber ni si era de día o de noche. Fue interrogado por agentes del FBI que se hacían pasar por abogados suyos... Pero no consiguieron romper su voluntad; parece ser que El-Gorani se resistió a la prisión con todas sus fuerzas: hizo una huelga de hambre, pero fue alimentado por vía intravenosa, organizó actos de protesta contra los abusos de los guardianes, se pegó a menudo con los oficiales norteamericanos, cuando les maltrataban lanzaba a los guardianes cubos de excrementos, filtró a Al-Jazeera los maltratos que se producían, incluso en tiempo de Obama... Tardó mucho en poder contar con un abogado. Al fin, tras el ascenso de Obama al poder, fue juzgado y liberado. Había pasado ocho años en manos del gobierno norteamericano. Salió con lesiones de la prisión. Pero nunca fue indemnizado.
¿El odio?
Mohammed El-Gorani no fue devuelto a Arabia Saudí: el gobierno de este país no lo quería, porque lo consideraba sospechoso de terrorismo. Lo enviaron a Chad. Pero El-Gorani no conocía la cultura chadiana, porque no había vivido nunca allí, y no quería vivir en este país, donde no tenía nada para hacer. Decidió ir a Sudán, pero tras pasar mil aventuras, fue detenido; escapó y volvió a Chad. En el momento de hacer el cómic, el ex preso de Guantánamo, según Tubiana, pasaba por momentos muy negativos; ahora espera obtener asilo en algún país "donde pueda vivir una vida normal", una cosa que quizás no resulte sencilla. Mohammed El-Gorani explica que en Guantánamo, entre los presos, nunca se preguntaba sobre qué había hecho cada uno y sobre quién era culpable. En un universo lleno de cámaras y chivatos, sin duda, esta era una estrategia de supervivencia básica. Ante un sistema tan injusto y hostil, la solidaridad de los presos era esencial. Entre ellos se tratan de "hermanos", incluso tras salir del infierno de Guantánamo siguen ayudándose. Sería normal que El-Gorani hubiera salido lleno de odio de la prisión, pero según Tubiana, "Mohammed parece no tener ningún resentimiento hacia Occidente o Estados Unidos, en general. Pese a lo que han vivido, estos antiguos detenidos atienden a muchos matices, e incluso distinguen los buenos de los malos guardianes... Ellos distinguen el pueblo americano y los simples ejecutores, como los guardas, de los verdaderos responsables: en realidad, Mohammed tan sólo tiene en su objetivo a George W. Bush, ya que él es el responsable legal, y directo de la injusticia que él ha "vivido". Tubiana afirma que "Esta historia no ha llegado a su fin, y no llegará a él, sin duda, mientras Mohammed intente vivir una vida mejor y escapar a la maldición de Guantánamo".