Guillem Sánchez Garcia ha debutado este diciembre con su primera obra de gran formato: Napalm al cor en la Sala Beckett, donde se podrá ver hasta el próximo 14 de enero. Formado en el Institut del Teatre, allí fue donde empezó a cocinar una primera propuesta de la adaptación de la novela del poeta y escritor Pol Guasch, galardonada con el Premio Anagrama 2021. En esta primera versión, "el objetivo era destinar las energías a hacer alguna cosa interesante como punto de partida para que después sirviera para trabajar", comenta al dramaturgo. Esta primera versión ya sedujo a los responsables de la Beckett y aquí empezó el viaje.
Si te has leído la novela, coincidirás con la opinión que hacer una adaptación teatral del relato de Guasch no tiene que ser una tarea sencilla. Sánchez Garcia ha tenido que buscar fórmulas y abrir fronteras para poder materializar la propuesta, sin perder el norte y siempre siendo fiel a las palabras y el universo de Guasch. El dramaturgo barcelonés no ha querido dar más información de la que da la novela, pero "sí que tienes unas pistas a escala visual y escenográfica que te ayudan a construir un imaginario que vaya más allá de la palabra, que abra más el universo que se proyecta," ha apuntado Sánchez.
En Napalm al cor el espectador se convierte en el protagonista y, por lo tanto, eres tú quien vive la historia
El director se ha rodeado de un equipo al que considera lleno de referentes y con los que ha aprendido muchísimo. La dramaturgia ha ido a cargo de Oriol Puig y la pieza cuenta con cuatro intérpretes: Roser Batalla, Joel Cojal, Marc Domingo y Montse Morillo. Te preguntarás quién hace de protagonista, y la respuesta es: tú. El espectador se convierte en el protagonista y, por lo tanto, eres tú quien vive la historia. Esta decisión ha venido dada porque en la novela no hay ninguna información del protagonista y poner uno sobre el escenario daría una evidencia errónea. "Me encantaría poner un cartel que dijera: no te centres únicamente en querer entenderlo todo, porque| si no te atraparás y no lo disfrutarás".
Debutas como director con una adaptación de Napalm al cor. ¡Qué valiente!
Casi todas las cosas que he hecho son derivadas del Institut del Teatre. Sí que he hecho de intérprete figurante del Romeo Castellucci en el Grrec y en el Temporada Alta. También me encargaron una vídeo-pieza para la exposición SADE del CCCB a partir del escritor francés Bernard Noël, y este pasado octubre hice una obra de pequeño formato en Manresa, en la Fira Mediterránea. De obra grande, Napalm al cor es la primera.
¿Sabías desde siempre que querías dedicarte al teatro?
No, de hecho, recuerdo dar valor al destino, intentar ver qué pasaba. Estaba en 2.º de bachillerato, me presenté al Institut del Teatre y dije: "Si entro es que me tengo que dedicar al teatro, si no, es que no".
Y entraste.
Hay gente que pasa muchos años yendo clases de interpretación, yo no. Yo iba a ver mucho teatro. Al final tiene sentido, al ver que no he querido hacer interpretación y fui directo a dirección. Me interesaba la mirada global sobre las cosas, escenificar propiamente un espectáculo.
Con la primera lectura de Napalm al cor me estalló la cabeza. Ya entonces pensé que con aquel libro podríamos hacer alguna cosa
¿Cuál fue tu primer contacto con el libro?
Me compré el libro justo cuando salió, porque Pol me sonaba. Con la primera lectura de Napalm al cor se me estalló la cabeza. Ya entonces pensé que con aquel libro podríamos hacer alguna cosa. A partir de allí empecé.
No te dio miedo el reto.
Me parecía una novela muy interesante a nivel de discurso: sentía que allí había alguna cosa escrita, explicada, con un lenguaje muy bonito y unas palabras muy concretas. Y, por otra parte, también estaba el hecho de sentir que es una novela que no es evidente como se puede tratar en el teatro y que eso implica tener que romperte la cabeza, de pensar qué hacer con eso, también pensando en una idea de teatro que vaya un poco más allá de lo que se hace ahora de textualidad (aunque están super-bien las obras de teatro canónico), pero las formas de Napalm son complicadas y nos invitaban a hacer alguna cosa que fueran más allá y hacer este ejercicio obra fronteras.
¿La ambigüedad de la novela te ha supuesto un reto pero al mismo tiempo también más libertad a la hora de dirigir?
Un reto seguro, pero me cuesta reconocer la libertad. Es decir, cuando tú tienes una resistencia a la hora de crear (que no te responde a la pregunta de cómo haré eso), hace que sea tan complicado que entonces tu cerebro tiene que ir forzosamente a buscar las soluciones imaginativas que haya. Eso hace que encuentres cosas que de primeras no se te ocurrirían. Sí que me he sentido libre, pero al mismo tiempo muy anclado a una libertad coherente, no había formas rígidas, pero tampoco valía cualquier cosa.
Me he sentido libre, pero al mismo tiempo muy anclado a una libertad coherente, no había formas rígidas, pero tampoco valía cualquier cosa
¿Cómo está llevada a escena, la obra?
La novela es muy ambigua y su máxima es que tú no sabes a quién le pasa toda esta historia. La propuesta a nivel de dramaturgia es hacer desaparecer al personaje protagonista y hacer que tú como espectador seas quien lo está viviendo, casi que te conviertas en el protagonista de esta historia. Eso te permite no cerrar informaciones que el libro no da y que nosotros sí que estaríamos dando porque nos parecía que sería hacer una traición demasiado fuerte a lo que es la novela originariamente. Los cuatro personajes que participan de la novela te van explicando qué es lo que te está pasando a ti. Y eso lo hemos construido a base de muchos monólogos. Sí que tienes unas pistas a nivel visual y escenográfico que te ayudan a construir un imaginario que vaya más allá de la palabra, que abra más el universo que se proyecta.
¿Habéis modificado mucho el texto de la novela?
No, el 80-90% de las palabras que se dicen en escena salen de la novela. Nosotros pusimos sobre la mesa coger la historia y transformar las palabras, pero la novela no te ofrece diálogos y cualquier cosa que fuera ir más allá de eso era traicionarla absolutamente y ya no sería una adaptación. Las palabras se han convertido en monólogos y en un lenguaje que tira más hacia la teatralidad, pero todo parte de Pol, porque en realidad es lo que también me parecía interesante.
La novela no te ofrece diálogos y cualquier cosa que fuera ir más allá de eso era traicionarla absolutamente y ya no sería una adaptación
¿Cómo ha sido la relación con Pol?
Muy buena, se ha ido leyendo todas las versiones de la obra y nos hemos comunicado en todo momento. A nivel de dramaturgia y escritura ha dado pistas necesarias ante la ambigüedad, igual que también a nivel de objetivos y de qué intentaba conseguir con la novela. Ha hecho también un poco de seguimiento después con cómo se ha levantado la obra y el proceso. Ha sido una relación muy guay y de mucha generosidad por parte suya.
¿Cuál ha sido el desafío mayor que te has encontrado?
Ha habido unos cuantos. Uno es cómo se entrega eso al espectador; es decir, cuando lees la novela no lo entiendes o con una primera lectura se te escapan cosas. Nosotros desde el inicio teníamos mucho presente entregar una cosa que no fuera absolutamente indescifrable, pero tampoco traicionara la ambigüedad del libro. El desafío máximo lo estoy viviendo ahora: la reacción del público es de incomprensión. Me gustaría decir: no os preocupéis, no está hecho esto para que se entienda; igual que ciertas películas, algún cuadro de arte contemporáneo, la danza... Claro que hay cosas que entender, pero déjate llevar, són casi dos horas de gente diciéndote poesía, de imágenes, de música. Entiendo la necesidad de querer tener puntos donde cogerse o situarte, pero me encantaría poner un cartel que dijera: no te centres únicamente en querer entenderlo todo, porque si no te atraparás y no lo disfrutarás nada. No es gratuito el hecho de que no se entienda, tengo la sensación que si la gente tuviera más presente cómo es el libro, no se enfadaría tanto de no entender cosas. Más que leerlo o no, es importante venir intentando pensar qué es el libro y qué no, porque, si alguna cosa hemos hecho, ha sido ser fieles a las ambigüedades y complejidad de Napalm al cor. Invitaría a abrir el libro y mirar cómo está escrito, y entonces decides si vienes a verlo o no. Después también está el tema de cómo el libro se ha colocado en un lugar más o menos mainstream. Creo que hay gente que se olvida de que no es una lectura fácil. Quiero decir, que el hecho de que se hayan vendido muchos ejemplares, no quiere decir que sea un libro supercomprensible.
Me encantaría poner un cartel que dijera: no te centres únicamente en querer entenderlo todo, porque si no te atraparás y no lo disfrutarás
¿Cómo habéis llevado este ambiente medio catastrófico y distópico de la novela al escenario?
Los actores crean la escenografía en directo. Básicamente juegan con una arena y otros elementos. Todo va conduciendo a la construcción de un paisaje final. Hemos hecho toda una exploración de cómo estos materiales nos servían para explicar más allá de lo que es el mismo material en sí con el fin de ofrecer un tipo de imágenes al público que ayudaran a ir expandiendo el imaginario más allá de la palabra e ir a buscar este ambiente postapocalíptico, también desde este lugar ambiguo; te estoy entregando arena, no puedes construir más allá. Sí que había una convicción muy fuerte con Judit Colomer (escenógrafa) que no podíamos traicionar la novela: no seremos nosotros quien te dé todo masticado, quien te entregue unos paisajes clarísimos, porque tampoco te los ofrece la novela, te loss verteremos, pero no te los ilustraremos.
¿Antes me has hablado de teatro textual o visual, Napalm donde queda en esta disyuntiva?
Napalm es texto, pero al mismo tiempo hemos sabido introducir un lenguaje visual que la convierte en una cosa un poco paisajística también. ¿Funcionaría sin la palabra? No, en absoluto. ¿Funcionaría solo la palabra? Creo que no. Entonces no lo sé. Nos hemos situado un poco en medio. A veces siento que las ideas estéticas se pueden llegar a comer los conceptos, las palabras. Y en este caso iento que al menos todo el imaginario estético lo hemos puesto al servicio de qué es lo que estamos viniendo a explicar y qué palabras estamos intentando explicar. Por lo tanto, es teatro de texto.
¿Qué referentes te han ayudado o inspirado a la hora de modelar tu Napalm al cor?
Tengo listas muy largas de gente que me interesa, porque depende de por qué tengo unos u otros. Angélica Liddell, la manera de construir las imágenes y los paisajes de Romeo Castellucci, a nivel de metodología y de cómo elabora el pensamiento la directora gallega Marta Pazos, la escritura de teatro de Wajdi Mouawad... Y de cine Albert Serra y Agustí Villaronga, aunque partan de puntos diferentes, hay alguna cosa allí que me interesa, aunque no creo en una teatralidad que vaya a buscar códigos superrealistas y que, por lo tanto, busque en el lenguaje audiovisual las referencias, pero sí como crean los paisajes o los imaginarios. También está el hecho de que ahora para hacer Napalm he utilizado algunos referentes que no los utilizaré más, no porque no me gusten, sino porque siento que cada cosa requiere algo diferente, por ejemplo, he mirado películas de Tarkovsky porque para este proyecto había alguna cosa de su cine que también me parecía guay de dónde partir.
¿Te ha creado una expectativa muy alta al ser tu primera obra?
Sí, estos meses he estado pensando mucho en cuál es el tipo de público que vendrá, a quién es que me estoy dirigiendo, pero sentía que si pensaba constantemente en relación a todo eso me habría quedado atrapadísimo. He hecho un poco el ejercicio de llevarlo por dentro y que sea una cosa que me anime a hacerlo mejor, que no condicione todo lo que estás haciendo, porque si no, acabas haciendo solo cosas que sirvan para gustar y no me parece tan interesante. Es que también es como extraño: tengo 22 años, he conseguido llegar aquí y con mucha honra, por haber trabajado, no porque sea nepobaby. Estos días sí que me ha inquietado más cómo se han comunicado las cosas a la gente para que venga a ver el espectáculo, qué pistas damos para distinguir.
Tengo 22 años y he conseguido llegar aquí y con mucha honra, por haber trabajado, no para que sea nepobaby
¿Tienes algún otro proyecto en la cabeza?
Sí, no es que me haya puesto ya, porque he estado totalmente con Napalm, pero tengo las bases colocadas de un ensayo. Me interesa ir a buscar materiales que se salgan del teatro – sin tener nada en contra de las escrituras de teatro–, que vayan más allá. Pero de aquí a que me ponga , si es que llega a pasar alguna vez, pueden pasar tres años.
¿Cuál es la última obra de teatro que hayas ido a ver que recomendarías?
Vudú Blixen de Angélica Liddell que hicieron en el Temporada Alta. Son casi 6 horas de una ceremonia de entierro suya. Me encantó. Ella es muy fuerte y escribe e interpreta muy bien.