Son las doce del mediodía cuando llego a Lo Pardal, en el centro de Agramunt, y en la fachada del edificio detecto cuatro medallones esculpidos en la pared con un pie, una mano, una oreja y un ojo. Aquello que todos tenemos, vaya. Quizás por eso entrar es gratuito: como el arte, que es -o tendría que ser- universal y al servicio de todo el mundo. La sede de la Fundació Guillem Viladot, desde su mismo exterior, invita al visitante a descubrir el interior y adentrarse en el particular mundo poético de Guillem Viladot (Agramunt, 1922 - Barcelona, 1999), el escritor y artista del cual este año se celebra el centenario de su nacimiento, a pesar de la efeméride no haya contado con el apoyo público e institucional que inicialmente se esperaba. He venido hasta su Agramunt natal para sentarme con él en El café de la granota y hacerle la entrevista imposible que desgraciadamente no le puedo hacer. Con quién sí que puedo hablar, sin embargo, es con Pau Minguet y Teresa Ibars, dos de los mejores conocedores de la obra y la figura de Viladot. El primero, director de Lo Pardal, es el comisario de la exposición Guillem Viladot, l'experimentació incessant, que del 19 de mayo al 2 de octubre puede visitarse a los Espacs Volart de la Fundación Vila Casas; la segunda, escritora y archivista, acaba de publicar El silenci de l'angle. Guillem Viladot o el desfici del jo (Fonoll, 2022), una biografía muy sui géneris del personaje y escrita, precisamente, como si lo hubiera escrito él, con un estilo viladotiano. Sabido eso, me siento con ellos, Viladot hace acto de presencia de manera invisible, pongo la grabadora en marcha y disparo la primera pregunta: ¿por qué narices tan poca gente te conoce, Guillem Viladot? La respuesta es este podcast.
Crónica de una exposición a la manera viladotiana
Si a día de hoy las paredes del espacio expositivo Lo Pardal están relativamente vacías es por un motivo muy simple: gran parte de la obra de Viladot ha viajado hasta Barcelona, concretamente a los Espais Volart. "De nuevo, Barcelona está más cerca de Agramunt que Agramunt de Barcelona", me comenta Pau Minguet mientras me explica qué podré encontrar en Guillem Viladot, l'experimentació incessant. Teresa Ibars se ha quedado arriba, en el despacho, siguiendo con el trabajo de archivista, y Minguet y yo paseamos por el resto del edificio. Con confianza, le pregunto si a Guillem Viladot le gustaría que un desgraciado como yo escribiera la crónica de una exposición antes de haber visitado la exposición misma, y su respuesta me aligera: ¡"por descontado, no hay nada más vanguardista"!, me dice. Pues bien, me lo creo y me tiro de cabeza. "La expo de la Vila Casas es un repaso general por toda la obra sobre todo visual y objetual de Viladot, que tiene una importancia primordial en el arte experimental y conceptual catalán de la segunda mitad del siglo veinte". Anoto sus palabras mientras, poco a poco, me van fascinando los cuadros, esculturas y objetos en general que pueblan Lo Pardal, obras todas ellas que me remiten sobre todo a Brossa y Duchamp, pero también a Calder o incluso a Chema Madoz.
¿De verdad que alguien que se pasó la vida siendo el farmacéutico de Agramunt creó todo este universo artístico y poético tan radical desde aquí, justo en medio de la Ribera del Sió? La respuesta es sencilla: sí. Y tanto que sí. Guillem Viladot no sólo era de la periferia geográficamente hablando, sino también artística y literariamente, ya que toda su obra escrita, visual y editorial creció en los márgenes, contra toda convención establecida, sin vínculo en ninguna etiqueta posible. "La ruralidad va muy ligada a él, pero lo que hace es desvincular los objetos y elementos de su entorno, en Agramunt, para vaciarlos de memoria y dotarlos de un nuevo sentido," me comenta Minguet mientras observo una silla con una horca en la cual apoyar la espalda. No sólo lo hará con objetos del campo, sino también con los de la naturaleza, como pueden ser unas piedras de río que también pueden verse a la exposición de la Vila Casas. Este desmantelamiento del orden establecido no sólo lo hizo en el arte volumétrico, sino también en el literario: desmantelando el propio alfabeto, descubriendo nuevos mecanismos para investigar el lenguaje escrito. Las letras y los signos de puntuación, descontextualizados, se convierten en signos sin más. Por lo tanto, iconos. Por lo tanto, objetos visuales que pueden entenderse como imágenes abstractas. Es así como nace la fascinación viladotiana por la "poesía concreta", que explota el año 1970 con la creación del editorial de poesía experimental Lo Gorrión, impulsada por Viladot y Josep Iglesias del Marquet. Y sí, claro está, si explico todo eso es porque me lo ha explicado el comisario de la exposición, ya que un servidor la exposición todavía no la ha visto.
Hay un puente entre las letras y los símbolos, pienso por dentro, y a medio camino estamos nosotros para dar sentido a lo que leemos y vemos. "La iconografía como tal es otro fundamento importantísimo en toda la obra viladotiana", me dice Minguet mientras me explica que, por ejemplo, de un viaje a la URSS volvió con una gran fascinación por los iconos de la iglesia ortodoxa y el imaginario obrero soviético. "Él coge aquello y lo transforma en iconografía obrera, pero con objetos del campo, rurales, del pueblo. Es decir, hace una especie de sacralización de la cotidianidad agramuntina", prosigue mientras cada vez me da más rabia oír hablar de una exposición que no he visto. Por si no fuera suficiente, Minguet me recomienda que, antes de volver a Barcelona, pase por la plaza de misa de Agramunt y me fije en el portalón románico de la iglesia de Santa Maria d'Agramunt. Según dice, hay un grupo escultórico presidido por la Verge y el niño Jesús. Pues bajo la trona de la virgen hay una inscripción donde se puede leer: "textores acrimontis fecerunt fieri estambre imaginamos beatae mariae: octobris anno domine nostri mcclxxxiii" (Los tejedores de Agramunt hicieron esculpir esta imagen de la bienaventurada Maria en octubre del año de nuestro Señor 1283). Medio fascinado, medio intrigado por aquello que de golpe me explica, pongo cara de interesante sin acabar de entender nada. "Pues bien, rodeando esta inscripción se representan, esculpidas, cinco lanzaderas de hilar: icono visual para dejar constancia del gremio comitente de la obra. Por eso Viladot, al final de su vida, quiso rendir homenaje a las hiladoras con una serie de obras volumétricas en que utilizaba, como elemento protagonista de las composiciones, las lanzaderas de hilar". Y estas obras, las últimas de su vida, también han viajado a Barcelona, claro está. Lo han hecho junto con una serie de paneles bidimensionales que hoy tampoco veré en Lo Pardal y que se expusieron el año 1980 en la Galería Maeght, en la primera exposición individual de Viladot en la capital de su país. Hasta ahora éra la última, también, pero cuarenta y dos años después, por suerte, Guillem Viladot, l'experimentació incessant en los Espais Volart devuelve a la palestra la vertiente artística de este escritor, narrador, poeta y artista único. Un creador tan singular que permite dialogar con él sin tener que hablar con él, ya que en el fondo esta es la forma de conversación menos convencional y más viladotiana que puede haber.