El expunk-rocker, working class, neoísta, activista, escritor de culto, karateca y experto en vanguardias culturales —entre un porrón de cosas más— Stewart Home, publicó en su día un artículo en el que analizaba las necrológicas aparecidas tras del suicidio de Guy Debord (París 1931- Bellevue-la-Montagne 1994), un aciago 30 de noviembre. En el ‘Review of the Year 1994’ del Guardian, el nombre del situacionista aparecía junto a otros dos suicidas ilustres: el músico Kurt Cobain y el ladrón de trenes, boxeador y florista Buster Edwards. Según Home, “si Debord se hubiera matado a principios de año, los grandes medios de comunicación se habrían olvidado de él.”

La propuesta de Debord y los situacionistas, como la del propio Marx, es una crítica radical al orden capitalista, juzgado enteramente inhumano e irracional

Antes de eso, en 1993 —a tiempo de que Debord la leyera y validara— Anselm Jappe publicó Guy Debord, una monografía pionera sobre el autor de La sociedad del espectáculo. En sus páginas, Jappe analiza la contribución teórica de Debord en diferentes etapas —desde los inicios de la Internacional Letrista hasta sus últimos y certeros dardos sobre la sociedad del espectáculo, pasando por la tan larga como fecunda época de la Internacional Situacionista—, a la vez que rehúye hablar de su vida personal más allá de lo estrictamente necesario. Un lustro más tarde, Anagrama trajo este libro a nuestro país, convirtiéndolo en el primer lugar del mundo donde se publicaba en una editorial de amplia difusión. A propósito de esto, Jappe especulaba en el prólogo: “Quizás se pueda deducir de ello que España está hoy más dispuesta que otros países a reconocer el valor de una persona como Debord.”

Portada de la nueva edición de Pepitas de calabaza

Han pasado 25 años y la nueva edición revisada, corregida y actualizada del libro más importante sobre la obra de Guy Debord llega a cargo de Pepitas de calabaza, una editorial, en palabras de los propios editores, “con menos proyección que un Cinexín”. ¿Habría que deducir, pues, que el genio y figura de Debord ha perdido fuelle? Puede que sí, en el sentido puramente mercantil del asunto, pero su pensamiento está —o debería estar— hoy en día más vigente que nunca. Y ello a pesar de las múltiples operaciones políticas, mediáticas o policíacas que han tratado de desactivarlo. Nos lo explica Diego Luis Sanromán, encargado la nueva edición y uno de los traductores fetiche de la casa:

El libro empieza con una pregunta de difícil respuesta: ¿Hay que quemar a Debord?
El título de la sección con que abre Jappe es un détournement del de Simone de Beauvoir: “¿Hay que quemar a Sade?”. Curiosamente, el nombre de Sade aparece ligado a otro título relacionado con Debord: el de su primera película, Aullidos a favor de Sade. Sade fue un referente para los situacionistas, como lo había sido antes para los surrealistas. ¿Es Debord, pues, un maldito cómo Sade? No sé. Los dos han ardido ya en tantas hogueras… Tal vez habría que preguntarse, por hacer referencia al título de otra película suya, si no han sido también consumidos por el fuego mediático institucional. En Francia, el país natal de ambos, en los últimos años, solo les ha quedado meter a Debord en el panteón de los hombres ilustres.

¿Qué ideas expresadas por él continúan vigentes a día de hoy?
Su crítica del sistema capitalista desarrollado, interpretado como ‘sociedad del espectáculo’, continúa siendo seguramente tan actual como cuando en 1967 se publicó la obra más conocida de Debord. Pero, más que destacar ideas particulares aun vigentes, yo destacaría algo que ha venido desapareciendo en el pensamiento crítico desde los años 60: la propuesta de Debord y los situacionistas, como la del propio Marx, es una crítica radical al orden capitalista, juzgado enteramente inhumano e irracional, y no solo en tal o cual aspecto parcial.

Ansel Jappe dedujo en el prólogo de la edición de Anagrama que España estaba más dispuesta que el resto de países a reconocer el legado de Debord…
La relación de Debord con España se asienta sobre tres hitos históricos. Primero, el conocimiento que él tenía sobre algunos autores clásicos de nuestra literatura. Por ejemplo, tradujo al francés Las coplas de Manrique, y en su texto aparecen a menudo referencias a autores como Baltasar Garcián. El Barroco era una época que le interesaba particularmente. En segundo lugar, la revolución del 1936, que siempre ocupó un lugar destacado en la, llamémosle, mitología de la Internacional Situacionista. En ella vieron la inspiración, o como ellos mismos decían ‘el esbozo más avanzado que jamás hubo de un poder proletario’. Y, en tercer lugar, la época contemporánea a Debord. En los años 70, los situacionistas siguieron muy de cerca la crisis de los regímenes dictatoriales de España y Portugal, que ellos, por otro lado, esperaban que culminasen en un proceso revolucionario.

La gran mayoría de los textos consagrados a Debord lo reducen a la condición de mero artista o antiartista de vanguardia: un neodadaista, un seguidor díscolo de los surrealistas y poco más

Guy Debord con Michèle Bernstein y Asger Jorn, 1961.

Hoy, en cambio, la reedición viene a cargo de Pepitas de calabaza, “una editorial con menos proyección que un Cinexín”. ¿Ha olvidado el gran público a Debord precisamente cuando por el contexto sociopolítico debería estar más vigente?
Desconozco el alcance de la primera edición en castellano en cuanto a tirada, ventas y demás. Para darle un poco de sentido a mi respuesta necesito estrechar un poco la perspectiva y reducirla a mi entorno más inmediato: jóvenes de origen obrero que habíamos accedido a estudios universitarios y hecho nuestras primeras armas con la insumisión y el movimiento okupa madrileño. Simplificando muchísimo, en aquellos ambientes y en términos teóricos, los referentes esenciales eran los autónomos italianos y los situacionistas, y por lo que recuerdo el libro de Jappe fue muy leído y muy bien acogido en ese contexto. Por cierto, acabo de darme cuenta de que el libro de Jappe se publicó en España justo el mismo año en que Pepitas de calabaza vio la luz: hace ya 25 años. No diría que Pepitas tenga hoy la proyección de Anagrama, pero sí que ha dejado de ser un Cinexín para pasar a ser un proyector de 35 mm, por lo menos.

Se ha dicho que de todos los libros publicados sobre las ideas de Guy Debord, este es el más interesante a día de hoy.
Tiene de diferente que se toma verdaderamente en serio a Debord como uno de los grandes teóricos de la tradición revolucionaria, que tiene su origen en aquello que el propio Jappe denomina "Marx esotérico". Parece una tontería, pero no lo es. La gran mayoría de los textos consagrados a Debord van por otros derroteros y lo reducen a la condición de mero artista o antiartista de vanguardia: un neodadaísta, un seguidor díscolo de los surrealistas y poco más.

Debord procuró vivir su vida como una aventura aquí y ahora, sin esperar a que llegara la revolución

La Internacional Situacionista

Pepitas ha publicado anteriormente Esa mala fama…, del propio Debord, y prepara la edición de un nuevo libro de Jappe sobre él (Un complot permanent contre le monde entiere. Essais sur Guy Debord). El interés es grande…
Debord continúa despertando interés, por supuesto, pero también hay un interés creciente por la crítica del valor, y del valor-disociación. Uno de los principales teóricos de la cual es Anselm Jappe, que es también uno de los autores-insignia de Pepitas de calabaza.

Volviendo al presente libro, la traducción de la primera edición fue la de Luis Andrés Bredlow. ¿Cómo ha sido tu tarea de actualización y revisión?
La reedición en castellano reproduce la reedición francesa hecha recientemente bajo la dirección del propio Jappe. Incluye dos textos nuevos, uno en el principio y otro al final del libro, y, entre otras cosas, una actualización completa de las referencias bibliográficas, que han aumentado considerablemente en los últimos 25 años.

El libro deja de banda la biografía de Debord para centrarse en su contribución teórica. ¿Destacarías algún aspecto de su vida personal?
Solo uno: su integridad, su coherencia, el casi perfecto acoplamiento entre teoría y vida. Rescato una cita de la Internacional Letrista para la ocasión: “el aventurero es aquel que hace que las aventuras acontezcan, más que aquel a quienes las aventuras acontecen”. Debord procuró vivir su vida como una aventura aquí y ahora, sin esperar a que llegara la revolución. Y cuando vio que la aventura ya no daba más de si, decidió ponerle fin por su propia mano. Anselm Jappe me matará si lee esto, pero quien tenga interés por la crónica rosa puede echarle un vistazo al tochazo biográfico, repugnante en muchos aspectos, de Apostolidès: Debord. Le naufrageur. Aunque, que yo sepa, no se ha traducido del francés.

Sin duda, Guy Debord de Anselm Jappe sigue siendo el más completo análisis crítico de la obra del célebre filósofo, escritor y cineasta francés (él se consideraba sobre todo un estratega), una de las más destacadas, atractivas e influyentes de todo el siglo XX.