Una de mis aficiones es desarrollar la saga Skørdåt. Son unas aventuras espaciales ambientadas en el mundo del hampa del futuro, ideal para adolescentes. En los diálogos florecen los coloquialismos catalanes genuinos (para que os hagáis una idea: cuando se traduce al castellano, francés o italiano, menudo trabajo tienen los traductores en según qué palabras o expresiones catalanas, de lo arraigadas que están). Una estudiante de padres extranjeros decidió llevar a cabo un estudio sobre el vocabulario que aparece en la saga. En las conclusiones del trabajo, la muchacha indicó que se quedó pasmada al ver la frescura del catalán. Decía que no tenía ni idea de que el catalán pudiera ser tan rico y expresivo. Para ella, el catalán era una lengua aburrida, rígida, insípida (lo que quiere decir que para ella el castellano es fresco y vivaz).

El sistema educativo difunde un catalán aburrido, rígido e insípido. ¿Y por qué?

El comentario de esta estudiante me hizo pensar. ¿A qué se debe que la gente joven crecida en Cataluña ve el catalán así? La conclusión es que el sistema educativo difunde un catalán aburrido, rígido e insípido. ¿Y por qué? Pues porque el sistema educativo esconde el catalán espontáneo y fresco que se encuentra en las conversaciones de albañiles, instaladores o mecánicos cuando hablan en el momento de desayunar o incluso cuando trabajan; o de los amigachos que se encuentran en el bar para ver el partido del Barça en la tele. Allí se dicen una enorme cantidad de coloquialismos genuinos. Pero esto, en el sistema educativo, es escondido. En parte se explica porque las clases de lengua (y esto vale también para el francés o el castellano) están pensadas para difundir un idioma formal. Pero si esto no se complementa con una buena enseñanza de la lengua viva, el resultado es que los docentes de catalán, ofuscados por difundir una lengua culta y pulcra, transmiten un idioma rígido, que lógicamente aleja a los jóvenes del catalán (con el añadido de que, además, en los institutos se difunde una sintaxis pesada y, cuando se enseñan los pronombres débiles, se hace como si fueran la tabla periódica de los elementos químicos, en vez de transmitir su lógica comunicativa, lo que haría que se entendieran en un tris). Y aunque teóricamente, en el currículo, existe una lección dedicada a explicar el nivel lingüístico coloquial, no deja de ser una clase teórica con tres o cuatro ejemplos y fuera. ¿Resultado? Para los jóvenes, el catalán es aburrido.

Un campo en el que el audiovisual no acaba de hacer bien su cometido

El mundo audiovisual tiene también su parte de responsabilidad. Desde el año 2010 para acá (aproximadamente), en el doblaje en catalán no es extraño encontrarse el adjetivo puto -a como intensificador (por ejemplo, Agafa el puto cotxe i 'nem's-en ara mateix!); antes, esta palabra no aparecía en el doblaje. Pero es claramente un castellanismo. Si se pregunta por qué usan esta palabra, responderán que es lo que se dice. Pero la contrapregunta cae por su propio peso: ahora resulta que la palabra refotuda -uda ha dejado de existir por arte de magia, y que nadie es capaz de decir una frase como Agafa el fotut cotxe i 'nem's-en ara mateix! En realidad, la gente del doblaje no ha tenido la chispa de pensar que, en catalán, esto se dice así.

¿Eso se puede reconducir? En el siguiente artículo veremos que sí.