Hace unos días se hizo viral el vídeo de Najwa Nimri durante el estreno de su nueva serie, cuando le preguntaron por la sentencia de Daniel Sancho. El debate, después, era si fingió que no tenía ni la más mínima idea o si, como buena actriz, lo hizo ver. Quizás para no entrar en la polémica o para evidenciar que la pregunta no era acertada. En X (antiguo Twitter) la gente parecía tener muy claro que era la segunda opción, pero también hay la posibilidad de que, realmente, no tuviera ni idea de qué le preguntaban y que sus réplicas de desconcierto fueran totalmente sinceras. Cuántas veces en la vida no hacemos (o haríamos) un Najwa.

Cuántas veces en la vida no hacemos (o haríamos) un Najwa

De pequeña, mi madre me escondió unos zapatos de charol brillante que me habían regalado porque estéticamente no coincidían con sus gustos. Si las hubiera tenido cerca y las hubiera visto a menudo, me las habría querido poner. De vez en cuando pensaba y le pedía que me las sacara del estante alto del armario para probármelas, pero siempre eran un número más grande hasta que un día fueron un número más pequeño. Imagino a mi madre el día que me las regalaron: "Son muy bonitas", para así no ofender a quien las compró con las mejores intenciones. Ser agradecido, primera lección. Y eso quiere decir que no vean que pensamos que tienen mal gusto. Lo hacemos más veces, "ostras, no te había visto", "perdona por llegar tarde, pero es que he tenido un imprevisto a último momento". Solo tú sabes por qué has llegado tarde y por qué has hecho ver que no lo has visto. Como cuando finjo que no tengo ni idea de la noticia de una amiga que otra amiga me ha explicado hace días y de la cual conozco más detalles que los que narrará la protagonista, que con los días ha ido endulzando la versión. También es cuando asiento con la cabeza como si supiera de qué me hablan, alguna cosa de actualidad o de política que considero que tendría que saber. Son mis alumnos (que todavía no he visto, que vuelven la semana que viene), asegurándome que no han visto el mensaje donde les reclamo algún trabajo, pero que me replican, por la misma vía, y al segundo, cualquier nota. "Quedamos un día y tomamos un café, no pasa nada, no me sabe mal". La verdad o la comprensión, lo que toca decir, lo que no hay que decir.

Fingir o mentir

Había una película americana de los años noventa protagonizada por Jim Carrey, Liar, Liar (Mentiroso compulsivo), que quizás visteis. Él era un abogado exitoso y mentiroso, que tenía excusas para todo, pero tenía que vivir 24 horas diciendo solo la verdad. Este había sido el deseo de cumpleaños de su hijo. Aunque la historia tenía una moralina fácil y un final made in Hollywood, durante la peripecia del protagonista el mensaje era justamente el contrario: no puedes vivir diciendo lo que piensas realmente. Cuando el juez le preguntaba si estaba bien, él respondía que un poco mareado por culpa de un mal rollo sexual que había tenido por la noche y cuando una trabajadora nueva le decía que todo el mundo era muy amable, él le respondía que solo era porque estaba buena. Rickey Gervais en The Invention of Lying (Increíble pero falso) parte de una idea mucho mejor, un mundo donde no existen las mentiras, ni siquiera el concepto de mentir. Él dice la primera. Se aprovecha de la gente, pero les hace la vida más amable e inventa la ficción y una cosa parecida a la religión.

A veces decimos lo que necesitan escuchar porque sabemos que es balsámico como una llorada y que la verdad, que no sabemos qué es, que quizás ni existe, ya nos hurga cuando apagamos las luces

No sé qué pensaba, en el fondo, Najwa Nimri, si hizo ver que no sabía nada del caso Sancho. Sé que mi madre no fingirá y dirá que no le hace ilusión que haya vuelto a sacar el tema de los zapatos (hace treinta años y todavía no hemos aclarado quién me las regaló). Fingimos la ilusión, la sorpresa, la alegría. Escondemos la envidia, disimulamos la rabia. No sé si fingir tiene un matiz diferente de mentir. A veces decimos lo que necesitan escuchar porque sabemos que es balsámico como una llorada y que la verdad, que no sabemos qué es, que quizás ni existe, ya nos hurga cuando apagamos las luces. "Te seré sincera aunque te haga daño". Mira, quizás no hace falta. Decía Groucho Marx que el secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio. Y que si puedes simular eso, lo has conseguido.