Histórico hallazgo en Pompeya. Los arqueólogos han descubierto un gran friso del siglo I a.C. mientras desenterraban una espaciosa sala de banquetes, excavada las últimas semanas en la parte central de las ruinas de la antigua ciudad romana sepultada por la erupción del Vesubio. El gran friso recorre tres lados de la habitación mientras que el cuarto se abre al jardín que se encontraba en el exterior. Sobre el friso está representada la procesión de Dioniso, el dios del vino: las mujeres son representadas como bailarinas, pero también como feroces cazadoras con cabritos sacrificados sobre los hombros o sosteniendo una espada y las entrañas de un animal; jóvenes sátiros con orejas puntiagudas tocan la flauta doble, mientras otro realiza un sacrificio de vino en estilo acrobático, vertiendo el líquido detrás suyo desde un cuerno para beber.
Un dettaglio curioso consiste nel fatto che tutte le figure del fregio sono rappresentate su piedistalli, come se fossero delle statue, mentre al tempo stesso movimenti, carnagione e vestiti le fanno apparire molto vive. pic.twitter.com/tYQrWGUk1N
— Pompeii Sites (@pompeii_sites) February 26, 2025
En el centro de la composición, hay una mujer con un viejo Silé —un preceptor y leal compañero de Dionisio— que sostiene una antorcha, cosa que indica que es una iniciada, una mujer mortal que, a través de un ritual nocturno, está a punto de ser introducida en los misterios de Dioniso, el dios que muere y renace y que promete. En la antigüedad, se procesaban diversos cultos entre los cuales se encuentra el de Dioniso. Solo las personas que se sometían a un ritual de iniciación eran elegibles para acceder a estos. Se les conocía como "cultos misteriosos" porque sus secretos solo podían ser conocidos por los iniciados. Los cultos a menudo estaban vinculados a la promesa de una nueva vida feliz, tanto en este mundo como en el más allá.
El friso descubierto en Pompeya es una ilustración fidedigna de estos cultos y se puede atribuir al Segundo Estilo de la pintura pompeyana, que se remonta al siglo I a.C., más concretamente entre los años 40 y 30 a.C. La delimitación temporal establecida por los arqueólogos quiere decir que en el momento de la erupción del Vesubio, el año 79 d.C., el friso dionisiaco ya tenía alrededor de cien años.
La única representación de un ritual similar, más allá de la descubierta en las últimas semanas, es el friso de los Misterios de la Villa de los Misterios, fuera de las puertas de Pompeya, también decorado en el Segundo Estilo. Sin embargo, el friso de la sala de banquetes introduce un nuevo elemento: la caza, representada no solo por las feroces cazadoras, sino también por un jabalí recién distinguido, gallos, varios tipos de aves, peces y mariscos. Otro detalle que hace de este friso un hallazgo inédito, es que todas las figuras que lo componen se encuentran colocadas encima de pedestales, como si fueran estatuas. Asimismo, sus movimientos, complexión y vestimenta las hacen parecer llenas de vida, según un comunicado de los museos de Pompeya.