No tenemos ni idea de que pasará en nuestra vida. Por mucho que nos empeñemos en ser previsores o seamos las personas más calculadoras de la historia. Y tampoco es aquello que podamos preocuparnos demasiado, realmente: igual hoy nos morimos y la rayada sobre el futuro no habrá sido nada más que una absoluta pérdida de horas. Creo que nos pasamos demasiado tiempo pensando en lo que vendrá y demasiados pocos minutos en degustar el ahora, el cruasán que te comes para desayunar, el tacto de la mano de quien más amas, la comodidad del sofá cuando vuelves del curro. Lo creo, y lo creía también Werner Heisenberg, que de ciencia y energía sabía un poco más que yo.
Como Clare y Alex, Sílvia Bel y Pep Cruz encima del escenario de una Sala Beckett vestida de Festival Grec, dos personas que se encuentran de casualidad en una estación de tren de Londres. ¿O de causalidad? Sea lo que sea, se encuentran y emprenden un viaje hacia donde no sabemos dónde, que pasa por túneles de intimidad y estaciones traumáticas. Porque la vida es eso, un camino lleno de raíles que sortear, con paradas imprevistas y ratos de luz y oscuridad. Alex y Clare no se conocen pero se conocerán, como se pueden conocen dos personas desconocidas que no tienen a nadie más.
¿Nos hemos olvidado de vivir?
¿Habéis compartido alguna vez el ahogo de la incomprensión o, simplemente, lo habéis dejado fluir hasta que pasara? No es una pregunta de menos que no merezca respuesta. Porque hay cosas en la vida que deben vivirse en par. No por necesidad, tampoco por dependencia, sino porque cuatro brazos siempre harán más fuerza y cuatro ojos verán mucho más que dos. Con eso quiero decir que sí, claro que la soledad es necesaria, pero también está sobrevalorada. Aferrarse a la teoría del "es contigo mismo con quien estarás siempre" puede hacer susceptible que acabes siendo un egoísta de mierda.
Bel y Cruz lo acaban aprendiendo, después de muchos años y más hostias. Cuando la sala queda en silencio, él, carnicero de 75 años; ella, recepcionista en una escuela y pasando la cuarentena. Dos personalidades ultra diferentes que, de golpe, encuentran un punto en común. Que miran atrás y se desesperan con todo lo que no han sabido hacer. Que hacen reír, también, de tan absurdas que son algunas de las situaciones que asumen. Porque de tanto mirar su punto fijo rutinario se han olvidado de vivir. Es fuerte la vida, eh. ¿Cómo te puedes olvidar de aquello que haces por inercia? ¿Cómo es posible que la inercia te imponga un largo camino que no quieres?
Lo que dice la mecánica cuántica
El teórico alemán Heisenberg dio a conocer el Principio de Incertidumbre, que dice que se puede conocer la posición de una partícula o el movimiento lineal donde se encuentra, pero no las dos cosas al mismo tiempo. Física cuántica, dicen. Como nosotros, que a menudo lo queremos todo, y no puede ser. La obra de Simon Stephens pone el dedo en la llaga sobre la indeterminación de la especie y sobre las monumentales cagadas que perpetramos por no tener ni idea de cómo salir adelante. Por empanarnos en un punto y olvidar el resto; por estar tan pendientes del cambio y tan poco de pararnos a pensar tan solo un momento.
Pero llega Heisenberg - la obra, digo – y te hace pensar. No es tanto el argumento en sí sino las reflexiones que sacas. Salir de la sala y pasear mientras analizas como vives y de qué manera... eso es. No dejar de pensar en el porqué de las cosas, atragantarte con la escena de un Alex solo de cabeza gacha en la cama y emocionarte con las reflexiones de una Clare desesperada. Y que todo eso puedas tejerlo en primera persona, con otros problemas pero con la misma intensidad. Quien diga que vivir es fácil es tan cierto como que el algodón de azúcar le ha nublado las retinas.
Y no, no sería lo mismo sin Sílvia Bel y Pep Cruz. Son el todo de una obra reflexiva que lo apuesta todo a los dos protagonistas; pero eso, si ya los habéis visto en acción cualquier otra vez, ya lo sabéis. Espectaculares, brillantes, monstruos escénicos. Es impresionante como se mimetizan con un entorno de mentira tan real: no sabes si actúan o realmente han subido a la tarima por propio pie con la voluntad de explicar anécdotas de su realidad. Bueno, la cosa es que, figuradamente... seguramente sí. Porque son personas. ¿O es que tú no has tenido nunca ninguna crisis existencial que te empuje a buscar mil y una respuestas?