Si alguna cosa caracteriza la trayectoria de Robert Zemeckis es su curiosidad por experimentar las posibilidades de la tecnología aplicada a la narrativa cinematográfica. ¿A modo de ejemplos, algunos tan evidentes como ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988), que mezclaba cartoons con intérpretes de carne y hueso; Forrest Gump (1994), con la constante interacción de escenas rodadas por el cineasta con material de archivo, o Polar Express (2004), que utilizaba el Live Action para convertir a Tom Hanks en una figura de dibujos animados.

El innovador vanguardismo del creador de la icónica trilogía Regreso al futuro vuelve a llevarlo a experimentar, y no solo con las herramientas tecnológicas (ahora hablaremos de esto), también dirigiendo una película que parece un ataque directo a todo lo que los algoritmos y los analistas de tendencias y mercados indican a la hora de lanzar un producto. Con Here (Aquí), adaptación de la bellísima novela gráfica homónima de Richard McGuire, portadista habitual de The New Yorker, Zemeckis camina por la cuerda floja, como hacía Philippe Petit/Joseph Gordon-Levitt, desplazándose sobre el vacío entre las Torres Gemelas|Mellizas, en su El desafío (2015).

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Mañana llega a las salas de cine, Here (Aquí), el nuevo filme de Robert Zemeckis

La premisa narrativa por la que apuesta el cineasta, ya presente en la obra original de McGuire, es un riesgo en sí misma: el 99.9 por ciento de la película se explica en un único plano fijo, ningún movimiento de una cámara plantada en un rincón de la sala de estar de una casa. Y, desde aquel inamovible, estático, punto de vista, el espectador es testigo de las vidas, las alegrías y los quebraderos de cabeza, la felicidad y la depresión, de aquella gente que vivió allí. Y no solo: mucho antes de que alguien levantara las cuatro paredes de aquel acogedor hogar, y como si un viajero temporal, o alguna superpoderosa entidad divina, hubiera colocado una cámara camuflada, veremos también qué se observaba desde aquella misma perspectiva.

De esta manera, Here (Aquí) va saltando, adelante y hacia atrás, de año en año o de siglo en siglo, alternando, a modo de viñetas existenciales, fragmentos de vida: el cuerpo de la película repasa la peripecia de una familia que se instala en la casa en los años 40, acabada la Segunda Guerra Mundial, y hasta nuestros días. Pero también nos muestra a los inquilinos anteriores e, incluso antes, cuando el edificio no existía y todo aquello era bosque: dinosaurios camino de una extinción inmediata, una pareja de nativos americanos que viven su amor ajenos al todavía lejano futuro genocidio del hombre blanco, un grupo de soldados norteamericanos que descansan poco antes de vencer a los británicos en su Guerra de la Independencia o, ya con un paisaje que ha dejado de ser virgen, un grupo de bomberos que tratan de apagar un incendio en pleno siglo XIX. Y, ya con la casa en cuestión como gran protagonista de Here (Aquí), el plano fijo ofrece siempre un punto de referencia en una enorme ventana que da a la calle, y en la que se ve otro edificio, una señorial residencia colonial que perteneció a Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos.

El tiempo en sus manos

Zemeckis reproduce la juguetona propuesta del cómic original con una mezcla de curiosidad y elegancia, cerrando cada vez más el foco sobre el núcleo familiar que acabará siendo protagonista del filme: a base de pinceladas vitales, el cineasta reflexiona sobre el impacto del paso de un tiempo que no se detiene, cogiendo velocidades supersónicas. También sobre aquellas decisiones que tomamos sin ser del todo conscientes de que no permitirán el arrepentimiento ni la marcha atrás, sobre las frustraciones del conformismo y sobre aquellas espinas clavadas, aquellas heridas que no acaban de cicatrizar nunca. Y sobre cómo, todos juntos, acabamos convirtiéndonos en nuestros padres.

Zemeckis reproduce la juguetona propuesta del cómic original con una mezcla de curiosidad y elegancia, cerrando cada vez más el foco sobre el núcleo familiar que acabará siendo protagonista del filme: a base de pinceladas vitales, el cineasta reflexiona sobre el impacto del paso de un tiempo que no se detiene, cogiendo velocidades supersónicas

Nacimientos, muertes y bodas, Navidad y Acción de Gracias, besos y discusiones, satisfacciones y angustias, la sala de estar de aquella casa es el escenario de la vida que pasa inexorablemente. Es en este punto donde Here (Aquí) centra la mirada en los personajes de Tom Hanks y Robin Wright, que se reencuentran con un Zemeckis que también recupera el guionista Eric Roth y el músico Alan Silvestri para reproducir parte de la magia de la magistral Forrest Gump. Y es en este punto, también, donde el director utiliza la tecnología IA de rejuvenecimiento facial que, a pesar de tener campo para crecer y sofisticarse, ayuda a creernos el progresivo envejecimiento de Hanks y Wright. Y las emociones se desatan: apoderado por un cierto medaabsolutamenteigual con respecto a modas y tendencias, y desde el convencimiento de que a estas alturas de su carrera ya no le tiene que demostrar nada a nadie, Robert Zemeckis se abandona a los sentimientos sin moderación. ¿Estamos delante de una película con exceso de azúcar? Quizás sí. ¿Es profundamente conmovedora? También.

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Here (Aquí), el sueño americano de Robert Zemeckis

Robert Zemeckis se abandona a los sentimientos sin moderación. ¿Estamos delante de una película con exceso de azúcar? Quizás sí. ¿Es profundamente conmovedora? También

Y mientras el cineasta deja que el paso del tiempo se nos acerque y nos envuelva, también esconde algunos guiños a algunas coyunturas históricas más concretas que los genocidios y las guerras. Por ejemplo, la aparición de los Beatles en el televisivo The Ed Sullivan Show, historia que siempre ha fascinado a un Zemeckis que ya lo había explicado en su debut, Locos por ellos (1978). Otro, las mascarillas en pandemia, ya sea de gripe española a principios del siglo XX o la de la COVID. O, en una fabulosa y muy ilustrativa charla de los que serán los últimos habitantes de la casa, una jugosa pincelada al Black Lives Matter. Saltando de una época a otra, y sin perder nunca el único ángulo de su mirada, compitiendo contra la rigidez de su apuesta formal, y convirtiendo en universales las particularidades de una familia de clase media, Here (Aquí) viene a ser un complemento, ciertamente más modesto, pero igualmente ambicioso y quizás todavía más audaz, de aquel Forrest Gump que retrataba un siglo de Historia Norteamericana. Es probable que aquellos espectadores abandonados al algoritmo no compren la propuesta, y que haya quien se aburra como una ostra o sufra una subida de azúcar. Pero una cuestión es indudable: hay que reconocer la obsesión de Robert Zemeckis para no repetirse y para seguir explorando caminos poco o nada transitados. Y eso es, siempre, es algo que hay que aplaudir.